La propaganda, ese lenguaje del poder
Allí donde existe un grupo de poder, un clan ideológico, se utiliza la palabra como arma. De lo que se trata es de imponer un relato ficcional de la realidad, con la intención oculta de dominar.La propaganda no es otra cosa que la utilización del discurso como táctica de embaucamiento colectivo, al servicio de un proyecto de poder. Y es tan vieja como las sociedades humanas.En Grecia ya se discutía sobre el particular. Para los sofistas, que no creían que existiese la verdad, lo decisivo no era el "qué" sino el "cómo" (la forma, la dicción, etc.), por cuanto lo que importaba era el convencimiento.Frente a ello, Platón reconoció que algo puede estar "maravillosamente dicho", y, sin embargo, ser falso. Según él, los sofistas eran fabricantes de realidad ficticia.Que ante mi mirada se interponga una seudorrealidad, o una realidad aparente, es el peor efecto de la corrupción política de la palabra, advertía el gran filósofo.Quien se dirige al otro para dominarlo lo degrada como sujeto. Ya que parece más bien como un objeto de un intento de apoderamiento, el objeto sometido a manipulación.Como la base real de cualquier régimen político se asienta en el apoyo de los gobernados, los intentos por dirigir la opinión de éstos, a través de la propaganda, es una estrategia de primer orden."El gobierno sólo se basa en la opinión", dijo el pensador inglés David Hume, en el siglo XVIII, y convirtió el tópico en una teoría del Estado. "La fuerza se funda en la opinión. ¿Qué es el gobierno cuando le falta la opinión? Nada", afirmó por su lado Napoleón Bonaparte.Para explicar la importancia que Carlos Marx le daba al tema, vale este pasaje extraído de "Ideología Alemana", obra escrita con Engels en 1845: "Las ideas de la clase dominante son, en todas las épocas, las ideas dominantes".Dentro del comunismo, Lenin dijo: "Lo principal es la agitación y la propaganda en todas las capas del pueblo". Aunque fue el italiano Antonio Gramsci quien comprendió como ningún otro que la lucha por el poder es una lucha ideológica.Gramsci aconsejaba a los suyos no la toma violenta del aparato del Estado. En lugar de ello, proponía infiltrarse en las trincheras de la sociedad civil (escuelas, medios de comunicación, iglesias, etc.) en cuyo seno se forma la opinión pública.La construcción de la "hegemonía" (dominio) cultural, para el italiano, pasaba por la adhesión ideológica de la población, a través de la propaganda, a favor de un grupo que aspira a controlar la sociedad.Adolf Hitler opinaba lo mismo. "La propaganda nos permitió conservar el poder y nos dará la posibilidad de conquistar el mundo", dijo. Su ministro de información, Joseph Goebbels, lo primero que hizo para consolidar el poder del nazismo fue apoderarse de los medios de comunicación de masas.Desde allí el régimen inoculaba su propaganda política. La famosa frase de Goebbels, "una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad", ya es un clásico que ejemplifica el modo de proceder de los regímenes totalitarios.La estrategia de éstos ha sido siempre manipular la opinión y así maximizar su control sobre la sociedad. El objetivo de la propaganda, por tanto, no es hablar de la verdad, sino convencer a la gente: pretende inclinar la opinión, general, no informarla.El empleo de palabras y otros símbolos, de manera que las personas adopten una pensamiento y una conducta determinada, es el lenguaje del poder. De lo que se trata, siguiendo a Marx, es que las ideas de la clase dominante se conviertan en las ideas dominantes.
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