La realidad de los Ni-Ni, de aquí y de más allá
Son jóvenes de entre 15 y 25 años que ni estudian ni trabajan; es decir que no hacen nada y llevan una vida improductiva. Figuran como los parias de un sistema social que los excluye. La generación Ni-Ni, como le dicen en sociología, recluta a jóvenes desocupados que están obligados a mantener una situación social de ocio frustrante y doloroso.En Argentina se calcula que hay 800 mil de ellos, cuya existencia está atravesada por el aburrimiento y la falta de horizontes. Deambulan de aquí para allá, acaso se prestan para alguna changa comercial o política, o son tentados para ingresar a la delincuencia.Por lo general sus familias no pueden sostenerlos, y es probable que ni sus abuelos o padres haya tenido alguna vez un trabajo estable. Son los más vulnerables, los eslabones perdidos, dentro de un segmento etario con problemas laborales.En efecto, en el país cerca de 3 millones de jóvenes menores de 25 años tienen un trabajo extremadamente precario y mal remunerado. Esto en un contexto donde la mitad de la fuerza laboral está en negro (sin derechos jubilatorios ni de otro tipo).El problema de la juventud en Argentina viene de arrastre. "Los subsidios han ayudado a paliar los abismos que se abrieron tras el colapso de 2001. Pero no resultan suficientes porque es evidente que falta una política de reforma estructural de todo el sistema", opina el periodista y ensayista Daniel Muchnik.¿Por qué hay jóvenes que no están en un aula o en el trabajo? Es probable que algunos busquen un empleo (hagan fila, llenen formularios, acudan a entrevistas), pero se les cierran las puertas.No logran su cometido, quizá porque el mercado esté exigiendo experiencia y destreza que ellos no poseen. Otros, acaso, directamente no buscan empleo, porque ven que es algo infructuoso y entonces están resignados.No van a la escuela, además, por razones diversas. Por ejemplo: porque no tienen ganas de estudiar o porque sospechan que eso no les cambiará la ecuación de sus vidas. ¿Creerán, por otro lado, que el sistema educativo no ofrece alternativas que posibiliten una rápida inserción en el mundo del trabajo?La generación Ni-Ni no es patrimonio de Argentina. Se está en realidad frente a un fenómeno global. La desocupación juvenil atraviesa como un mal endémico a todo el capitalismo.Este tipo de exclusión tiene una particularidad: alienta un resentimiento entre las víctimas, que las hace proclives a la protesta permanente, porque ven que el Estado y los representantes de la vida pública no se ocupan de ellas.De hecho las movilizaciones de la juventud crujen en varias partes del mundo, y en cada país con características propias. Han protagonizado, por caso, las revueltas árabes contra viejos regímenes dictatoriales.En el mundo rico, la columna vertebral de los "indignados", que ocupan los centros de las ciudades y vocean una ideología antisistema, se nutre de jóvenes sin futuro laboral."Uno de cada cinco europeos menores de 25 años no tiene trabajo", refiere el sociólogo alemán Ulrich Beck, quien en un reciente artículo postuló que el futuro de los jóvenes del Viejo Continente no puede morir en la crisis del euro."Los jóvenes europeos experimentan por primera vez su 'destino europeo': mejor capacitados que nunca, sus expectativas chocan con la decadencia de los mercados laborales provocada por la eminente bancarrota del Estado y por la crisis económica", escribió.Las protestas juveniles se han hecho sentir en varias capitales. En 2005, en París, causó conmoción la violencia desatada en barrios pobres y marginados. Algo parecido ocurrió recientemente en Londres, donde se convocó al ejército para reprimir.No hace mucho Israel presenció una manifestación nunca vista. Fueron 250 mil jóvenes, junto con adultos y maduros, que ocuparon las calles de Tel Aviv y Jerusalén, exigiendo "justicia social".Todas estas revueltas indican un malestar creciente de los jóvenes, que ven su futuro clausurado.
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