La salud personal jaqueada por la crisis
“Se ha observado un aumento de las consultas por contracturas musculares, tanto a nivel hospitalario como a nivel privado; también aumentó el síndrome llamado fibromialgia o reumatismo de partes blandas, relacionado generalmente con cuadros de estrés”, aseguró Pablo G. Rivas, presidente de la Asociación Argentina de Terapia Física.
Es decir, mucha gente ya empieza a “somatizar” (soma: cuerpo) la presión que ejerce el clima social. Se produce así un importante desgaste físico y también psíquico, asociado al nivel de estrés.
“Cuando hay un estado de tensión permanente a causa de una situación social, familiar o laboral, se generan cuadros de depresión o ansiedad. Una de las manifestaciones de la ansiedad es el estrés, que genera una repercusión global en el cuerpo. Y una de las consecuencias es no lograr relajar el músculo”.
Eso explicó Liliana Geijo, miembro de la Asociación de Kinesiología y docente de la UBA, al explicar por qué razón han aumentado los casos de contracturas en mujeres de entre 35 y 45 años, y en general en mayores de 50.
La contractura es una contracción sostenida e involuntaria de uno o más músculos que puede provocar un dolor intenso. Por efecto del estrés, las zonas más afectadas son el cuello, la espalda y la cintura, según puntualizó el kinesiólogo Sergio Maslo.
El doctor Hans Selye definió al estrés como un síndrome general de adaptación. “Es una respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda”, explicó. Es inespecífica porque es similar frente a diferentes tipos de demandas o exigencias.
El cuerpo, así, busca adaptarse a la situación que vive, en procura de un equilibrio que se rompió a causa de la nueva situación. Los seres humanos, ante un cuadro de peligro o una situación estresante, reaccionan defendiéndose.
Según los especialistas, la clave pasa por la forma como el individuo reacciona antes situaciones complicadas. Por cierto que hay situaciones que producen estrés en todas las personas, como por ejemplo estar durmiendo y ser despertado de pronto por un terremoto.
Pero existen diferentes modos de enfrentar el estrés, a partir de que éste es el resultado de una determinada relación que mantenemos con el ambiente que nos rodea. En este sentido la manera de evaluar el ambiente influye en cómo nos sentimos.
Es decir, en muchos casos depende de cómo nos paramos mentalmente frente a los cambios medioambientales. Las situaciones enojosas de la vida cotidiana, así, pueden ser encaradas con sabiduría, y fortalecer al individuo.
Por otro lado, una manera de liberar el estrés es la actividad física. En este sentido, el sedentarismo potencia las enfermedades orgánicas y anímicas. Los trabajos que implican estar sentado durante horas fijando la mirada en la computadora o en un mostrador, concentran los casos más problemáticos.
“Ocurre que el ritmo de vida de hoy va a contramano de las recomendaciones de nutricionistas, psicólogos, médicos y kinesiólogos. Un gran aumento de demanda, competitividad, competencia económica, atentan contra la vida al aire libre, con la posibilidad de hacer deporte, de llevar una buena dieta y de tener sosiego”, explicó Rivas.
En suma, valorar con provecho los diversos acontecimientos acaecidos en la vida social y familiar, en un contexto de crisis, puede aminorar el estrés. Hacer ejercicios, para huir del sedentarismo, es la otra fórmula recomendada.
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