La simbiosis entre turismo y cultura
"Me interesan las ciudades que se reinventan con coraje, con audacia, con cultura" dice el urbanista Toni Puig, ideólogo de la nueva Barcelona. Las ciudades atraen, sostiene, cuando vibran culturalmente hablando. En su opinión las ciudades atractivas son aquellas donde "da gusto estar, vivir, porque ofrecen bienestar, cultura, intercambio, cercanía entre las personas. Son ciudades creativas. Quiero decir: comparten inteligencia, cambian, ejercen ciudadanía".El español parece emplear aquí un concepto antropológico de cultura, entendida como una totalidad que afecta no sólo el plano de las producciones intelectuales y artísticas, sino el modo de ser de las personas.Es decir, se podría postular que una ciudad es un todo cultural -en su aspecto inmaterial o simbólico (que incluye el lenguaje, las creencias y la conducta de sus habitantes) y en su faz material (edificios, infraestructuras y demás).En este sentido, el visitante se ve impactado por esta globalidad -no sólo por uno de sus aspectos- y a partir de allí elabora un juicio de valor positivo o negativo respecto de la ciudad en cuestión.La pregunta que cabría hacerse, en este sentido, es si Gualeguaychú, considerada como un todo, resulta un destino atractivo o no a los ojos de los turistas. ¿Da gusto estar en esta ciudad? ¿Disfruta el visitante tanto del trato de su gente como de las comodidades materiales?Después está la expresión "turismo cultural", cuyo sentido es más restringido. En efecto, aquí se alude a una modalidad de turismo que hace hincapié en aquellos aspectos culturales que oferta un determinado destino turístico.Es cuando los turistas se concentran en la cultura de los lugares adonde van. Por ejemplo para ver museos o ver cosas construidas muchos años antes. Este tipo de turismo precisa de recursos histórico-artísticos para su desarrollo.Se diría que Gualeguaychú, a priori, cuenta aquí con una interesante oferta. Más allá de la alegría carnavalera y de las playas, ofrece ricas expresiones artísticas en la temporada, al tiempo que el foráneo puede adentrarse a su historia.Afortunadamente, la ciudad tiene una intensa vida cultural que no se detiene en vacaciones. De hecho, la avidez de determinado turismo hace que esa actividad se intensifique.Basta con ver el calendario que promueve para estos dos meses la Dirección de Cultura, para tomar nota de que en la Capital del Carnaval también se consumen cultura y tradición.Recorrer los museos de la ciudad es una experiencia enriquecedora que permite descubrir el alma de una comunidad orgullosa, celosa de sus tradiciones y orígenes. Sobresalen, por caso, la Casa de Haedo y la Azotea de Lapalma, dos templetes que resumen la tradición local.El museo que más años lleva funcionando es el del Instituto Magnasco, fundado en 1925. Además están el Museo Agrícola Regional, que recoge la vida de la patria chica agropecuaria, y el Museo Arqueológico Manuel Almeida, que atesora elementos del pasado indígena de la zona. Se puede visitar también el Museo Ferroviario, donde se exhiben piezas de ese medio de transporte. Por otra parte es posible meterse en la historia local aprovechando la oferta de un circuito cultural por las tumbas y panteones del Cementerio Norte.Cultura y turismo, en suma, son dos aspectos inescindibles. Tanto porque, como cree Puig, la ciudad que se visita es expresión acabada de la cultura de una sociedad -y ello determina su grado de acogida- como por la oferta que tiene, orientada a los consumos culturales.
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