La sociedad de la insatisfacción y la búsqueda insaciable
El "homo insatisfecho" se consume en una existencia angustiada y angustiante, en medio de un creciente agotamiento existencial al que cuesta escapar. Se aferra al hiperconsumo, a la avidez de placeres y bienes que esclavizan y poco gratifican.
Prof. María Elena Unamunzaga
EspecialEn plena era comunicacional, se embarca tras encuentros pasajeros que suelen ser desencuentros y lo hacen sentir más solo.Mientras tanto, tolera con creciente apatía el exterminio de pueblos por las máquinas infernales de destrucción masiva.Se vuelve indiferente ante la pobreza extrema y el envilecimiento de niños y jóvenes a través las formas más abyectas de deshumanización.A diario se proclama la democracia, al tiempo que se intensifica el contraste entre ricos y pobres.La TV, la más exitosa educadora de la actualidad, suele ser el reflejo visible de una profunda decadencia. Allí se nutren, desde pequeños, ricos y pobres y adquieren progresivamente la capacidad de no sorprenderse por nada. Por el contrario, unos y otros se inspiran en ella para tender a metas y objetivos vigentes.Magnates e indigentes deambulan sin rumbo, al tiempo que transitan una existencia banal, insatisfecha, cargada de sinsabores y goces fugaces.En esa búsqueda insaciable, algunos llegan a revolcarse en la ciénaga aberrante a niveles que ni el irracional alcanza con su sabio instinto.Y en esta sociedad injusta, permisiva, corrupta y degradada, el discurso todo lo transforma según las conveniencias puntuales de los poderes en boga.Lo efímero, inconsistente de cada discurso, confunde, persuade, desorienta y aliena.Ante tal fárrago de inconsistencias, pocos se preguntan hoy por la verdad, el bien y la belleza.Junto a tanta loca banalidad, se yergue el ejemplo silencioso de los que no proclaman ni capitalizan su entrega a los necesitados. Los encontramos en los leprosarios, asilos de ancianos, hospitales para enfermos infecciosos. Rara vez tienen prensa; quizás de soslayo, como en la catástrofe haitiana. Están diseminados en las regiones más pobres del planeta. No hacen proclamas; se limitan a brindar atención y afecto a los más carenciados. No reparten preservativos, pero sí recomiendan la fidelidad y la monogamia.Si hemos de reflexionar sobre las lecciones de la vida y las enseñanzas de la historia, cabe preguntarse: ¿A dónde vamos?Quo vadis, Saulo?(1)
(1) Saulo de Tarso: principal propagador del cristianismo desde su conversión.
Prof. María Elena Unamunzaga
EspecialEn plena era comunicacional, se embarca tras encuentros pasajeros que suelen ser desencuentros y lo hacen sentir más solo.Mientras tanto, tolera con creciente apatía el exterminio de pueblos por las máquinas infernales de destrucción masiva.Se vuelve indiferente ante la pobreza extrema y el envilecimiento de niños y jóvenes a través las formas más abyectas de deshumanización.A diario se proclama la democracia, al tiempo que se intensifica el contraste entre ricos y pobres.La TV, la más exitosa educadora de la actualidad, suele ser el reflejo visible de una profunda decadencia. Allí se nutren, desde pequeños, ricos y pobres y adquieren progresivamente la capacidad de no sorprenderse por nada. Por el contrario, unos y otros se inspiran en ella para tender a metas y objetivos vigentes.Magnates e indigentes deambulan sin rumbo, al tiempo que transitan una existencia banal, insatisfecha, cargada de sinsabores y goces fugaces.En esa búsqueda insaciable, algunos llegan a revolcarse en la ciénaga aberrante a niveles que ni el irracional alcanza con su sabio instinto.Y en esta sociedad injusta, permisiva, corrupta y degradada, el discurso todo lo transforma según las conveniencias puntuales de los poderes en boga.Lo efímero, inconsistente de cada discurso, confunde, persuade, desorienta y aliena.Ante tal fárrago de inconsistencias, pocos se preguntan hoy por la verdad, el bien y la belleza.Junto a tanta loca banalidad, se yergue el ejemplo silencioso de los que no proclaman ni capitalizan su entrega a los necesitados. Los encontramos en los leprosarios, asilos de ancianos, hospitales para enfermos infecciosos. Rara vez tienen prensa; quizás de soslayo, como en la catástrofe haitiana. Están diseminados en las regiones más pobres del planeta. No hacen proclamas; se limitan a brindar atención y afecto a los más carenciados. No reparten preservativos, pero sí recomiendan la fidelidad y la monogamia.Si hemos de reflexionar sobre las lecciones de la vida y las enseñanzas de la historia, cabe preguntarse: ¿A dónde vamos?Quo vadis, Saulo?(1)
(1) Saulo de Tarso: principal propagador del cristianismo desde su conversión.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios

