La tacañería o la manía de ahorrar

En la sociedad consumista la manía que más captura la atención es la de los gastadores compulsivos. Pero se olvida que, en el otro extremo, están los que encuentran en las privaciones una forma de voluptuosidad.Es muy probable que la patología del gasto incontrolado esté más extendida, que afecte a más gente, ya que vivimos en una economía que alienta el consumo a gran escala.Decía Erich Fromm que el hombre contemporáneo ha sido transformado en un "Homo consumens", el consumidor total, cuya única finalidad es tener más y usar más. El axioma de Descartes podría reformularse así: "Consumo, luego existo".En este contexto se entiende que muchas personas sucumban al consumismo y que precisen de la asistencia externa (incluso una terapia) para sofrenar su manía de gastar.La contrafigura del gastador, del que está sometido al deseo irreprimible de comprar cosas, es la del que ahorra hasta convertirse en un tacaño, es decir alguien que encuentra placer en la acumulación misma.¿Acaso es repudiable la decisión de no gastar en exceso? Trabajar y ahorrar son valores bien vistos en la sociedad. Los economistas sostienen, de hecho, que la salud de una economía se mide por su tasa de ahorro, necesaria para acometer inversiones.¿Cuándo estamos ante un tacaño y un ahorrador? ¿Cómo saber si el hecho de no gastar es fruto de una sana decisión o linda con lo maniático? ¿Dónde está la frontera que separa una conducta de la otra?La diferencia reside en que mientras la persona que ahorra lo hace con un fin específico (cambiar el auto, irse de vacaciones, comprar una casa, dejarle un capital a los hijos), el avaro no suele tener un objetivo que justifique las privaciones a las que se somete. En la sociedad consumista la manía que más captura la atención es la de los gastadores compulsivos. Pero se olvida que, en el otro extremo, están los que encuentran en las privaciones una forma de voluptuosidad En el diccionario la palabra tacaño tiene estos sinónimos: avaro, mezquino, cicatero, miserable, apretador, amarrete. En cuanto a los antónimos figuran: dadivoso, generoso, bondadoso, desprendido, pródigo.Mientras en el avaro el acto de acumular constituye un fin en sí mismo, en aquel que ahorra es un medio para garantizarse otras cosas. La tacañería es una deformación exagerada del instinto de economía, es una patología del ahorro.En la historia, desde siempre, quedan constancias de la existencia de este tipo humano, apegado a la riqueza, que recibe y no da, que acumula. La literatura también ha explotado mucho esta figura.Es célebre al respecto cómo describe el británico Charles Dickens, en la novela "Un cuento de Navidad", a ese hombre avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge, quien finalmente se redime de su avaricia.Scrooge, el tacaño, tiene un corazón, duro y frío. Tiene y no gasta. ¿Es lo mismo el tacaño que el avaro? Aunque los dos están afectados por un deseo inmoderado de riqueza, uno (el tacaño) es deficiente en el dar, mientras que el otro (el avaro) es excesivo en el tomar.Eso piensa el filósofo Aristóteles, quien en su libro Ética escribió: "Hay muchas clases de avaricias. Llamamos tacaño, cicatero o mezquino a todo el que se queda corto en dar".Y añade: "Otros avaros, por lo contrario, se distinguen por el exceso en recibir a manos llenas y tomar todo lo que pueden: por ejemplo, todos los que se entregan a especulaciones innobles, los rufianes y todos los hombres de esta clase, los usureros".Si la tacañería es una versión de la avaricia, cabe recordar que ésta es considera por la moral cristiana como uno de los pecados capitales.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios