La torpeza política del kirchnerismo debilita más lo que le queda de poder
Si en política todo es una calesita, al cabo terminaremos pensando que Néstor Kirchner y Carlos Menem tienen demasiados parecidos. O se asemejan peligrosamente. Desesperado, al gobierno ya no le importan mucho las diferencias ideológicas. Sólo se trata de mantener el poder. Y no hay nada que no se pueda hacer.
Por Jorge Barroetaveña
De la redacción de Gualeguay Al DíaEl grotesco del operativo de la AFIP sobre el diario Clarín, la casa de varios directivos y otros medios de comunicación, dejó atrevidamente al descubierto el estado de desesperación que empieza a ganar a las huestes kirchneristas. Después del mazazo electoral del 28 de junio, Néstor Kirchner siguió teniendo la iniciativa, pero esto ya no alcanza para imponer su voluntad.Si la pelea feroz entre el Grupo Clarín y el gobierno pudo tener bases sólidas, las ido perdiendo por la propia torpeza del gobierno que se encamina a despilfarrar otra chance cierta de debatir con profundidad y seriedad una nueva Ley de Medios en la República Argentina. Es que el desembarco de 200 inspectores de la AFIP en la sede del diario a mitad de semana, volvió a poner en evidencia, no sólo la influencia de Néstor en la gestión de Cristina, sino el desmembramiento del aparato estatal, ese al que dicen defender.Si Ricardo Echegaray, un fiel soldado kirchnerista, no dio la orden, ¿quién lo hizo? ¿Puede el jefe de un organismo como la AFIP, clave porque conoce vida y obra patrimonial de los argentinos, desconocer semejante movilización de sus subordinados? Echegaray es además, un cuadro político. Jamás pudo haber ignorado el impacto internacional que tendría la inspección, justo en el medio de un enfrentamiento público con el grupo multimediático. De todas maneras, y suponiendo que sea así, es grave que el mandamás del organismo recaudador del estado, no pueda manejar a sus empleados, que quedaron al arbitrio de una facción desconocida que busca apropiarse del estado. La loca teoría se cae por su propio peso. En la AFIP era vox pópuli el día de la inspección que fue Néstor quien dio la orden. Tan o más grave que la hipótesis anterior. ¿Puede alguien sin cargo ni funciones en el estado, dar órdenes en un organismo y movilizar un par de centenas de su personal para presionar a un medio de comunicación, salteando inclusive la propia autoridad de la Presidenta de la Nación?En todo caso, si fue algo buscado, al ex presidente le salió el tiro por la culata. En esta puja desesperada que tiene con Clarín y otros medios, la gran víctima es la libertad de prensa. No se pueden utilizar medios del estado para guerras personales. Para eso está la justicia y Kirchner debería ser el primero en saberlo.La década del '90 a esta altura tiene la culpa, de casi todos los males actuales de la Argentina. No hay ítem que se haya salvado de los años nefastos de Menem en el poder. Claro, hace 15 años Kirchner no opinaba lo mismo y lo proclamaba al riojano, en un acto en Santa Cruz, como 'el mejor presidente' de la historia. Claro, después llegaron las elecciones del 2.003 y la renuncia de Menem al ballotage que consagró automáticamente a Kirchner presidente. También aparecieron las descalificaciones y las críticas permanentes. Hasta hubo referencias a la 'yeta' que traía pronunciar el nombre del riojano.Pero en política todo se convierte rápido en historia. Más cuando las necesidades de supervivencia así lo marcan. Lo intentaron el año pasado con la 125 y lo vuelven a intentar ahora. Aníbal Fernández fue el encargado de dar la enésima voltereta ideológica, guardando en la bohardilla su altanería, y enfiló la proa hacia Carlos Menem. "Siempre tuve buen diálogo con él", afirmó para justificarse. La explicación oficial fue que lo llamaron para informarlo sobre el alcance de la Ley de Medios y que lo 'invitaron' a enviar a su gente para profundizar el conocimiento. La explicación real es que confiaban en el rencor que, sostienen algunos, le quedó a Menem contra el Grupo Clarín, de su paso por el poder. "A Menem también lo traicionaron", dicen enigmáticos en la Casa Rosada. Menem amagó, dejó trascender que había alguna puerta abierta, pero al final emitió un comunicado en el que fijó su postura negativa. Triste, solitario y final el del gobierno que tiene que dar un manotazo de ahogado y el único salvavidas que tiene a mano se llama Carlos Menem. Toda una paradoja.Kirchner es un hombre audaz, quien puede dudarlo a esta altura. Pero esa audacia se acaba diluyendo por su falta de olfato para percibir su propia debilidad. Kirchner quiso, con el operativo a Clarín demostrarle al mundo que sigue manejando los hilos del poder. Que, pese a la derrota, sigue siendo un hombre de temer. Lo mismo pasó con la arremetida contra Julio Cobos. Cruzando la raya del sentido común, el Vicepresidente de la Nación ya erigió otra trinchera contra la Ley de Medios en el Senado. A ella sumó a los radicales, a los socialistas y al PRO. Y sumará a todo lo que tenga olor a oposición. El mendocino sabe en el fondo que sus días en el gobierno se acortan, cuanto más exponga su verdadero pensamiento. "Para ellos mis alternativas son renunciar o callar. Y no es así", disparó Cobos ante la lluvia de pedidos de dimisión a los que lo sometió el oficialismo después de la entente opositora.En este aquelarre sólo hay algo cierto. Una nueva ley de medios no puede nacer en medio de semejante clima de confrontación. Si nace será una ley viciada y con tantos cuestionamientos que su futuro estará condicionado. El mensaje opositor fue sugestivo: si se aprueba el proyecto oficial será modificado después del 10 de diciembre. Con semejante amenaza, la ley ya tiene extendido su certificado de defunción. El kirchnerismo corre una carrera contra reloj, cuyo destino final es el 10 de diciembre. Pero su propia torpeza podría hacerlo terminar mucho antes.
Por Jorge Barroetaveña
De la redacción de Gualeguay Al DíaEl grotesco del operativo de la AFIP sobre el diario Clarín, la casa de varios directivos y otros medios de comunicación, dejó atrevidamente al descubierto el estado de desesperación que empieza a ganar a las huestes kirchneristas. Después del mazazo electoral del 28 de junio, Néstor Kirchner siguió teniendo la iniciativa, pero esto ya no alcanza para imponer su voluntad.Si la pelea feroz entre el Grupo Clarín y el gobierno pudo tener bases sólidas, las ido perdiendo por la propia torpeza del gobierno que se encamina a despilfarrar otra chance cierta de debatir con profundidad y seriedad una nueva Ley de Medios en la República Argentina. Es que el desembarco de 200 inspectores de la AFIP en la sede del diario a mitad de semana, volvió a poner en evidencia, no sólo la influencia de Néstor en la gestión de Cristina, sino el desmembramiento del aparato estatal, ese al que dicen defender.Si Ricardo Echegaray, un fiel soldado kirchnerista, no dio la orden, ¿quién lo hizo? ¿Puede el jefe de un organismo como la AFIP, clave porque conoce vida y obra patrimonial de los argentinos, desconocer semejante movilización de sus subordinados? Echegaray es además, un cuadro político. Jamás pudo haber ignorado el impacto internacional que tendría la inspección, justo en el medio de un enfrentamiento público con el grupo multimediático. De todas maneras, y suponiendo que sea así, es grave que el mandamás del organismo recaudador del estado, no pueda manejar a sus empleados, que quedaron al arbitrio de una facción desconocida que busca apropiarse del estado. La loca teoría se cae por su propio peso. En la AFIP era vox pópuli el día de la inspección que fue Néstor quien dio la orden. Tan o más grave que la hipótesis anterior. ¿Puede alguien sin cargo ni funciones en el estado, dar órdenes en un organismo y movilizar un par de centenas de su personal para presionar a un medio de comunicación, salteando inclusive la propia autoridad de la Presidenta de la Nación?En todo caso, si fue algo buscado, al ex presidente le salió el tiro por la culata. En esta puja desesperada que tiene con Clarín y otros medios, la gran víctima es la libertad de prensa. No se pueden utilizar medios del estado para guerras personales. Para eso está la justicia y Kirchner debería ser el primero en saberlo.La década del '90 a esta altura tiene la culpa, de casi todos los males actuales de la Argentina. No hay ítem que se haya salvado de los años nefastos de Menem en el poder. Claro, hace 15 años Kirchner no opinaba lo mismo y lo proclamaba al riojano, en un acto en Santa Cruz, como 'el mejor presidente' de la historia. Claro, después llegaron las elecciones del 2.003 y la renuncia de Menem al ballotage que consagró automáticamente a Kirchner presidente. También aparecieron las descalificaciones y las críticas permanentes. Hasta hubo referencias a la 'yeta' que traía pronunciar el nombre del riojano.Pero en política todo se convierte rápido en historia. Más cuando las necesidades de supervivencia así lo marcan. Lo intentaron el año pasado con la 125 y lo vuelven a intentar ahora. Aníbal Fernández fue el encargado de dar la enésima voltereta ideológica, guardando en la bohardilla su altanería, y enfiló la proa hacia Carlos Menem. "Siempre tuve buen diálogo con él", afirmó para justificarse. La explicación oficial fue que lo llamaron para informarlo sobre el alcance de la Ley de Medios y que lo 'invitaron' a enviar a su gente para profundizar el conocimiento. La explicación real es que confiaban en el rencor que, sostienen algunos, le quedó a Menem contra el Grupo Clarín, de su paso por el poder. "A Menem también lo traicionaron", dicen enigmáticos en la Casa Rosada. Menem amagó, dejó trascender que había alguna puerta abierta, pero al final emitió un comunicado en el que fijó su postura negativa. Triste, solitario y final el del gobierno que tiene que dar un manotazo de ahogado y el único salvavidas que tiene a mano se llama Carlos Menem. Toda una paradoja.Kirchner es un hombre audaz, quien puede dudarlo a esta altura. Pero esa audacia se acaba diluyendo por su falta de olfato para percibir su propia debilidad. Kirchner quiso, con el operativo a Clarín demostrarle al mundo que sigue manejando los hilos del poder. Que, pese a la derrota, sigue siendo un hombre de temer. Lo mismo pasó con la arremetida contra Julio Cobos. Cruzando la raya del sentido común, el Vicepresidente de la Nación ya erigió otra trinchera contra la Ley de Medios en el Senado. A ella sumó a los radicales, a los socialistas y al PRO. Y sumará a todo lo que tenga olor a oposición. El mendocino sabe en el fondo que sus días en el gobierno se acortan, cuanto más exponga su verdadero pensamiento. "Para ellos mis alternativas son renunciar o callar. Y no es así", disparó Cobos ante la lluvia de pedidos de dimisión a los que lo sometió el oficialismo después de la entente opositora.En este aquelarre sólo hay algo cierto. Una nueva ley de medios no puede nacer en medio de semejante clima de confrontación. Si nace será una ley viciada y con tantos cuestionamientos que su futuro estará condicionado. El mensaje opositor fue sugestivo: si se aprueba el proyecto oficial será modificado después del 10 de diciembre. Con semejante amenaza, la ley ya tiene extendido su certificado de defunción. El kirchnerismo corre una carrera contra reloj, cuyo destino final es el 10 de diciembre. Pero su propia torpeza podría hacerlo terminar mucho antes.
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