LA REALIDAD Y LA POLÍTICA
La versión light de Cristina todavía los pone en jaque
Cristina parece haberse resignado definitivamente a tener influencia en el gobierno. Sin diálogo con el Presidente, en rebeldía para su criterio, empezó a dedicarse a lo que realmente le ha importado desde que volvió al poder: la justicia. Sólo así se explica la disociación que vive un gobierno jaqueado por la economía, pero que le dedica tiempo, recursos y jirones de confianza a un tema que le interesa a pocos. Mejor dicho, a un puñado.
Jorge Barroetaveña
Ex extraño que un gobierno cuyo origen se reconoce en el peronismo haya perdido tanto registro de la realidad. Pocas veces la diferencia entre lo que se prioriza y lo que pide la calle ha sido tan grande. Claro que el debate institucional siempre es importante. Que la justicia tiene deudas y su papel dista mucho de lo que podemos esperar para una democracia moderna con premios y castigos. Pero no es algo que hoy esté al tope de las demandas sociales. Lejos está en relación a otras temáticas como la inflación o la inseguridad. Este descalce deja pedaleando al pobre Alberto que ya no sabe cómo hacer equilibrio con todas las bolas que tiene en la mano.
Si bien el protagonismo de Cristina viene bien para ‘ocultar’ otras falencias de la administración, a la larga solo mella su propia autoridad y lo somete a un desgaste tonto. El Presidente ya no sabe cómo hacer. “Perder un carajo!”, gritó los otros días, tratando de insuflar ánimo en la tropa y dejar en claro que no se resigna a irse tan fácil. Sabe que el kirchnerismo amasa un candidato propio para la interna y dan por terminado su mandato, pese a lo que dice el calendario. Lo consideran ‘irrecuperable’ a esta altura.
¿Cuál es su respuesta? Huye hacia adelante y apuesta todo a que la economía le dé alguna señal de acá a fin de año. Algo de qué aferrarse para decir que el año electoral será mejor que el anterior. La deja a Cristina a un lado, haciendo lo que quiera hacer, y él se dedica a recuperar el tiempo perdido y emparchar los agujeros que dejó la pandemia, su propia impericia y el ninguneo de sus antiguos aliados. Por supuesto que esperar resultados distintos haciendo lo mismo es complicado.
Si los protagonistas de un gobierno inerme, hacen lo mismo, no habrá resultados distintos. El Presidente pretende navegar en la medianía, haciendo equilibrio, apostando a que el tiempo pase y Guzmán le traiga alguna buena noticia. La Vicepresidenta sigue en la suya. Y demostró hasta dónde es capaz de llegar para conseguir sus objetivos. No le tembló la mano para dividir su propio bloque en el Senado y así quedarse con mayoría y minoría en el Consejo de la Magistratura. La jugada, burda pero brillante, tomó otra vez desprevenida a la oposición que intenta recuperarse del golpe. Ella, volvió a demostrar, cómo puede arrastrar de las narices al peronismo y condicionarlo. No importa cómo ni cuándo ni dónde. Sigue ejerciendo una supremacía intelectual y gestual, que nadie se atreve a contrarrestar. Massa apenas, intentó diferenciarse, pero ya recibió la reprimenda. Alberto, en secreto, es probable que haya tomado la decisión de nunca enfrentarla. Esperar tal vez que se vaya sola con su gente y armen rancho aparte. No se da cuenta que el rancho incendiado es el de él, y el tiempo que pasa inexorable lo va dejando sin oxígeno.
Es que ya no se trata de ver cómo se salva del naufragio a un proyecto político que fracasó. Sino cómo se salvan sus protagonistas. En esta historia de hacer cada uno la suya, la carrera no tiene reglas ni tampoco contemplaciones. Es un raro fenómeno al que asistimos, porque si algo caracterizó a lo largo de su historia al peronismo, más allá del liderazgo puntual, es su capacidad para darle gobernabilidad al sistema. Qué mayor ejemplo que Néstor Kirchner que desde el magro 22% construyó un imperio político que todavía está vigente. Por eso, esta versión menguada y light podría representar el fin de lo tradicional y el alumbramiento de algo nuevo. Pero ni lo uno ni lo otro aún están prístinos.
Además la estrategia del enfrentamiento y la pelea luce agotada. En algún momento pudo rendir utilidades, pero los fracasos reiterados hacen que la sociedad la rechace. Ese añejamiento es probable que la abra las puertas a otras metodologías, que algunos, como Milei, están aprovechando bien.
Envueltos en sus propias rencillas, muchas veces lejos de la película que mira la sociedad, oficialismo y oposición juegan con fuego. Nadie tiene nada asegurado en el 2023. Si hasta Alberto piensa que puede repetir. Un año y medio para elegir es lo más parecido a la eternidad. Y en el caso nuestro, huele a infinito. Si no despiertan puede haber sorpresas. Será demasiado tarde.