El homo sapiens, diseñado genéticamente para moverse en procura de su sustento, ha inventado sin embargo una civilización que parece condenarlo al sedentarismo.Se ha producido, así, un abrupto cambio en el estilo de vida, que no es compatible con nuestra biología. La paradoja es que mientras vivimos atareados, inmersos en un mar de actividades, pocas tienen que ver con la utilización de los músculos.Pasamos de un asiento a otro asiento, de una computadora o de un celular a la tele. Mientras en el reino animal el estrés esta asociado a cazar o huir, en acciones físicas, el estrés humano está vinculado a relaciones sociales.La tecnología, con su capacidad para crear una cantidad extraordinaria de artefactos, supuestamente orientados a hacernos más agradable la vida, nos ha hecho radicalmente sedentarios.El manejar todo desde un botón y no movernos del sofá es visto como signo de modernidad, de poder y comodidad. La revolución industrial ha profundizado este estilo de vida, que es único en la historia humana.En efecto, estamos en las antípodas de aquellas sociedades de cazadores y recolectores, que tenían que recorrer largas distancias y emplearse físicamente a fondo para subsistir.Pero la pregunta que cabría hacerse es si el tránsito hacia el sedentarismo radical es beneficioso para el cuerpo humano. Si la cultura del inmovilismo físico no es contradictoria con nuestros genes.Los griegos, que gustaban de la gimnasia, tenían claro que "la vida está en el movimiento", al decir del filósofo Aristóteles, al destacar que lo propio de los seres vivos -y el hombre lo es- es la actividad.La inmovilidad, entonces, está asociada a la muerte, al cuerpo inerte. La actividad física consiste en un movimiento incesante. Salir a caminar, trotar o correr, hace que el cuerpo permanezca vital.Se sabe desde antiguo, además, que el ejercicio es indispensable para capitalizar los beneficios de una sana nutrición. Se obtienen las mayores ventajas de los alimentos, cuando se desarrollan las actividades aeróbicas.En contraposición, la vida sedentaria y la falta de actividad son las principales responsables de muchas enfermedades, sobre todo las cardiovasculares y las vinculadas a la obesidad."Nuestro cuerpo, sin movimiento, se deteriora como un auto abandonado" ha declarado Germán Laurora, vinculado al Laboratorio de Rendimiento Humano del Profesorado Federico Dickens y a la Licenciatura con orientación en Fisiología del Ejercicio de la Universidad Nacional de San Martín.En su opinión, para alejar enfermedades y mejorar la calidad de vida, las personas deben recuperar la actividad física, lo que implica "dejar el celular y la pantalla a un costado y dedicarse a lo corporal al menos media hora por día"."Salir del sedentarismo implica nada más que eso -indicó-, media hora de actividad física por día bien pautada. Nuestro cuerpo sin movimiento sufre un deterioro análogo al de un auto que es abandonado o una casa sin mantenimiento".De lo que se trata es de caminar, correr, nadar, andar en bicicleta, realizar ejercicios de fuerza en forma de circuito, bailar, en suma realizar la actividad física que a uno le agrade.Según dijo, hay dos tendencias mundiales muy marcadas. La menos recomendable es aquella donde prevalece el uso excesivo de la tecnología, el sedentarismo, la mala alimentación y el abuso de fármacos.La otra tendencia, la más sana, tiene que ver con la conciencia corporal, el ejercicio físico y la buena nutrición.