Las dudas sobre el futuro de China
El XVIII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) ungió a Xi Jinping, de 56 años, como sucesor de Hu Jintao al frente del partido, y quedó así allanado su camino hacia la presidencia. El régimen cambia de piloto, pero ¿cambiará de rumbo?Quizá en una época las rotaciones en la cúpula china resultaban indiferentes en Occidente. Pero desde que ese país se integró al sistema comercial global, en los '80, la expectativa es otra.En realidad es la novedad del sistema económico mundial, cuyo eje político-estratégico ha cambiado. El liderazgo de la globalización no está en manos de EE.UU., ni de Occidente en general, sino que es ejercido por los países emergentes, en primer lugar los asiáticos, a cuya cabeza está China.Según la OCDE, ese país se convertirá en 2016 en la primera economía mundial y en 2060 acaparará el 50% del PBI mundial junto a India. Resulta obvio, entonces, que la prensa global haya puesto la lupa en el XVIII Congreso del PCCh y se pregunte por el nuevo liderazgo de Xi Jinping."Corresponde ahora a Xi, como mascarón de proa de la 'quinta generación' de líderes chinos desde 1949, encontrar la manera de adaptar el sistema de gobierno leninista a los problemas económicos del siglo XXI y las dinámicas políticas de la era de los medios sociales", escribieron Jeremy Page y Tom Orlik, de 'The Wall Street Journal Americas', al sintetizar el desafío que enfrentan los nuevos líderes del Partido.Ocurre que China no deja de ser una realidad exótica: es una simbiosis de libre mercado con dictadura del proletariado, un enigmático "capitalcomunismo", cuya esencia resulta difícil de descifrar a los ojos occidentales.En China hay libertad para las trasnacionales y sus negocios, pero el sistema político es totalitario, con un partido único que disciplina a la sociedad a través de una burocracia policial que persigue y encarcela la disidencia.La gran pregunta del momento es: ¿optarán los nuevos líderes del Partido por la apertura política? ¿Aliviarán la presión sobre la población que ejerce ese aparato burocrático, cuyos tentáculos asfixian a una sociedad civil que dejó de ser pasiva?La corrupción oficial es el gran talón de Aquiles del régimen. Eso no sólo lo dicen los analistas extranjeros, sino los propios comunistas. Hu Jintao, que ha liderado China desde 2002, reconoció el problema en el discurso de apertura del XVIII Congreso del Partido."Si no somos capaces de abordar adecuadamente este tema, podría ser fatal para el partido e incluso provocar el colapso del partido y la caída del Estado", dijo Hu en su discurso como jefe del PCCh.La disyuntiva se explica desde el contexto histórico. Al morir Mao Tse Tung en 1976, el Estado comunista que había creado, tras 12 años de Revolución Cultural, quedó a la deriva.Fue entonces que ocurrió lo impensado: la revolución en la revolución. Deng Xiaoping tomó el control del sistema (1979), y reorientó el país hacia el capitalismo, abriendo la economía al capital trasnacional.Sin embargo, el sistema político se basó todo este tiempo en la estabilidad y primacía del partido, en cuyas manos permanecieron sólidamente todas las palancas del poder.En la primavera de 1989, los estudiantes, apoyados por los intelectuales disidentes, pidieron explícitamente la libertad de pensamiento y de prensa y atacaron al partido, acusándolo de corrupción.La protesta fue reprimida a sangre y fuego en la plaza de Tiananmen. La modernización del sistema político, por lo visto, todavía no había llegado. ¿Llegará de la mano de los nuevos jerarcas del partido?
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