EL PODER DE UN COMENTARIO AL PASO
Las empanadas de Darín y los modos libertarios

Una simple frase del actor desató una tormenta política y mediática que puso sobre la mesa la pérdida del poder adquisitivo, la fragilidad del salario, la irritabilidad e incomodidad del Gobierno ante la crítica y el clima enrarecido de una Argentina que no termina de hacer pie.
El debate nacional que se suscitó después de los dichos de Ricardo Darín en el programa de Mirtha Legrand fue tapa de diarios y de programas de televisión y streaming, desde los políticos hasta los del espectáculo.
Sin quererlo, seguramente, el actor de El Eternauta instaló otra vez lo lejos que quedó el poder adquisitivo de los argentinos de los productos de consumo popular. Claro que una docena de empanadas a $48.000 no es muy popular, y en el interior lo sabemos bien. Quizás aquí estuvo el yerro de Darín, buscar una referencia lejana para la mayor parte de la gente. Pero el foco no es incorrecto. Pese a la baja de la inflación, el nivel de ingresos de los argentinos ha quedado desfasado y eso se siente en el bolsillo. Tampoco la recomposición salarial ha estado a tono. El propio Gobierno se encargó de pisar todo lo posible las paritarias para no generar más expectativa inflacionaria.
La sensación que todo “está caro” no es sólo eso, es real. Cualquier ciudadano que asome sus narices por un supermercado con intenciones de hacer una compra más o menos “honorable”, termina mirando el carrito y se da cuenta que no lleva nada. Pero el ticket no baja de 80 o 90 mil pesos. Lo mismo en comercios de cercanía, donde las cuentas no son tan abundantes, pero el cinturón ajustado se siente igual.
La plata se esfuma del bolsillo no sólo para los que tienen la suerte de tener un trabajo en blanco. Para la infinita economía negra que tiene la Argentina es más duro aún. Ahí no hay paritaria que valga, ni aporte ni obra social. ¿Alguien puede creer que esto no existe?
Darín puso la lupa, sin quererlo quizás, sobre eso. Es lo que incomodó al Gobierno. O no, porque las bandas por las que transita el Presidente son estas. Aunque ahora fue el ministro de Economía Luis Caputo que, con cajas destempladas, cruzó al actor. ¿Innecesario? Sí. ¿Agresivo? También.
Esta intolerancia oficial a la crítica y la posterior descalificación se han convertido en moneda corriente. Las peleas con periodistas están a la orden del día igual que las campañas descalificatorias en las redes sociales. Es cierto que vivimos en el país donde hay periodistas que tratan de “desquiciado” al Presidente o han llegado a decir barbaridades sobre su vida personal. Juegan el mismo juego de la descalificación y exabrupto. Uno no justifica lo otro.
Esa atmósfera en la que el Gobierno se desenvuelve parece sentarle bien. De hecho, muchos la gozan como si fuera normal ejercer el poder de esa manera. Milei llegó a lo más alto con esta metodología, ¿por qué habría de cambiarla?
Su imagen negándole el saludo a Jorge Macri o ignorando a su vice Victoria Villarroel tampoco luce agradable. Aunque no le guste, la institución presidencial lo excede. Existía antes que él llegara a la Casa Rosada y seguirá vigente cuando la sociedad determine que ya no esté. Nadie es eterno en el ejercicio del poder, por más que algunos tengan esa sensación.
Es cierto que su presidencia se medirá por los resultados. Que estos suelen pesar más que cualquier otra cosa, pero la vida de los grandes líderes se nutre de gestos. Si Nelson Mandela fue capaz de perdonar a los blancos que lo tuvieron tres décadas en una cárcel picando piedras, ¿sería mucho pedir que sirviera de ejemplo? No sólo para Milei, para la política argentina en general que está plagada de discursos violentos, belicosos y descalificadores.
El propio Presidente dio el ejemplo pidiéndole perdón al Papa. Y lo perdonó y lo abrazó y se olvidó de las ofensas. Milei, entonces, ha demostrado ser capaz de volar por encima de las miserias. Un sector grande de la sociedad por ahora perdona todo, porque exige resultados. Ganar colgados del travesaño, con un gol con la mano en el último minuto es una metáfora futbolera aplicable a vastos sectores sociales. Demasiado golpeados vienen los argentinos para no comprender esto. Vapuleados, ninguneados, mentidos, engañados y estafados con sistemática precisión eligieron lo opuesto a todo lo que había. Ahí estuvo Milei sintonizando además con los más chicos que lo votaron en masa y donde sigue residiendo una parte importante de su apoyo.
Por ahora, el método resiste. Bancado por una baja inflación y la escasez de líderes opositores, que acierten además en el discurso correcto y no huelan a naftalina. El peronismo se desangra y no sabe bien para donde va. Ahí están Cristina y Kiciloff a los mazazos, deshilachando los restos de lo que alguna vez fue un movimiento nacional y popular. El PRO terminó de volar por loa aires hace un par de semanas en CABA. Los radicales, ¿alguien sabe dónde están?, ¿qué rumbo tienen? La izquierda es la de siempre, gritona e incapaz de hacer elecciones dignas. De todo eso emerge Milei. Un producto argento, no lo neguemos. Lo que supimos conseguir.