Las encuestas y la conducta electoral
Pueden, efectivamente, reflejar con cierta exactitud el humor de la gente. Y de hecho no hay político que no mande a hacer encuestas.
El problema es cuando se publican en la etapa preelectoral. Y allí se da el resultado absurdo de que todos los candidatos que compiten están ganando la compulsa política.
En este caso se instala la razonable duda sobre si las encuestas, en lugar de recabar fielmente el pensamiento de la gente, son apenas un instrumento de propaganda al servicio de una facción política.
Ocurre que los contendientes, avisados de los mecanismos psicosociales ocultos en la opinión pública, se esmeran por crear un clima favorable a su propuesta electoral.
¿Y esto por qué? Pues porque pretenden capitalizar lo que en el mundo de la comunicación se conoce como “efecto del carro ganador”. Sencillamente, este efecto alude a la voluntad general de formar parte del bando vencedor.
Conviene aclarar una cosa: los electores no son todos iguales. Muchos de ellos, efectivamente, están implicados en el proceso político. Son los que están dispuestos a votar por convicción sobre tal o cual propuesta.
Pero también están los otros, lo menos politizados, cuyo interés no es la cosa pública, quienes se muestran indiferentes ante las luchas por el poder. Al parecer, un sector importante de la sociedad entra dentro de esta categoría.
Esta gente, en términos políticos, no es pretenciosa. De hecho, a priori le es indiferente que gane uno u otro de los candidatos. Pero dado que hay elecciones –y estas son obligatorias- al menos desearían gratificarse.
¿Cómo? Pues figurando dentro o siendo parte de los que ganaron después del escrutinio. Es decir, quieren estar entre los vencedores y tocar la trompeta subidos al carro ganador.
En realidad, esto es muy humano en opinión de la especialista Elisabeth Noelle- Neumann, para quien la causa de este comportamiento reside en que las personas buscan en todo momento evitar el aislamiento, la marginación social.
Este miedo es la base del conformismo social. Ya Alexis de Tocqueville, cuando quiso explicar por qué nadie en Francia defendía a la Iglesia a fines del siglo XVIII, escribió que la gente “teme más el aislamiento que el error”.
Al definir la opinión pública como una forma de control social, Neumann sostiene que “los individuos, percibiendo casi instintivamente las opiniones que les rodean, adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no”.
Se acomodan al entorno, o a la opinión mayoritaria, porque le tienen horror a la separación o el aislamiento de los demás. Es un miedo subconsciente, probablemente determinado genéticamente.
Este miedo hace que la gente intente comprobar constantemente qué opiniones y modos de comportamiento son aprobados o desaprobados en su medio, y qué opiniones y formas de comportamiento están ganando o perdiendo fuerza.
Este mecanismo psicosociológico influye en el comportamiento general, y obviamente en la conducta electoral. En este sentido, ir en el pelotón de los que ganan una elección, equivale a sentirse arropados por la sociedad, da una sensación de seguridad.
Por tanto, generar con anticipación un clima de triunfo alrededor de un candidato o partido, utilizando las encuestas como instrumento, fuerza la voluntad de mucha gente que quiere subirse al carro del ganador.
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