Las fuerzas en pugna en el mundo árabe
El mundo entero está expectante por el giro violento que ha tomado la llamada "primavera árabe" en Medio Oriente en general, y en Egipto en particular. ¿En qué claves hay que entender el conflicto que sacude a esa región?La hipótesis de la penetración externa ha dominado el análisis convencional. Debido a su ubicación estratégica singular, así como sus recursos, especialmente el petróleo, el mundo árabe ha sido objeto de dominación de potencias extranjeras rivales a lo largo de los últimos siglos.Este modelo del siglo XIX, que permitió a las grandes naciones occidentales intervenir en los asuntos árabes, se prolongó hasta entrado el siglo XX, ya sea bajo el dominio colonial directo, o después de la independencia formal.Tras la Segunda Guerra Mundial, con la existencia de nuevos Estados independientes en el entorno árabe, diversos actores regionales se vieron enredados en la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, durante la llamada Guerra Fría.Este "factor externo", aunque gravitante en la vida de los pueblos del Oriente Medio, ha sido sobredimensionado a la hora de explicar la lógica que hay detrás de los asuntos orientales. La injerencia extranjera es un elemento real, pero no el único que juega en el tablero de la región.Existen también los conflictos internos, básicamente étnicos. Eso piensa por ejemplo Saad Edwin Ibrahim, profesor de la Universidad Americana de El Cairo.El investigador egipcio sostiene que el espacio intelectual y político árabe está dominado por las ideologías islámicas y nacionalistas laicas. Estos paradigmas ideológicos compiten por la supremacía en la región.Según Ibrahim cada paradigma tiene una singularidad: se afirman en una identidad que tiende a excluir a ciertos grupos de la plena pertenencia a la comunidad política. Así los islamitas, de forma natural, "basan el vínculo político de cultura, sociedad y Estado en la religión".Ahora bien, esto excluiría automáticamente a los no musulmanes de los gobiernos respectivos del mundo árabe (por ejemplo cristianos y judíos), quienes estarían impedidos así de ocupar cargos en los principales organismos administrativos (Jefes de Estado, gobernadores y judicatura)."Su razonamiento es que quienes ocupan dichos cargos no sólo desempeñan un rol temporal sino también cumplen con deberes religiosos, a saber, dirigir las oraciones, velar por el cumplimiento de la Sarriá (ley islámica), y liderar a los creyentes en la Jihad (guerra santa)", sostiene el analista.Esta visión islámica del orden político es asimilable al concepto de teocracia (gobierno de Dios), que es un sistema de gobierno en el cual los líderes coinciden con la religión dominante, y sus políticas derivan sus principios de esa religión.La visión nacionalista árabe, en tanto, en su forma más pura es laica (no confesional) y sostiene que la "cultura" y la "lengua" son los pilares de la identidad política del Estado, la sociedad y la ciudadanía.Por lo mismo, todos los hablantes nativos del árabe, portadores de la cultura árabe, y que se perciben a sí mismos como "árabes" serían miembros de pleno derecho de la "nación árabe", independientemente de su origen étnico, religión o secta.Por tanto, según Ibrahim, mientras los islamitas excluirían "a los no musulmanes" de la plena pertenencia a la comunidad, los nacionalistas árabes excluirían a los "no árabes".Esta beligerancia ideológica (entre lo religioso y lo laico) está en la base de la guerra civil en países como Egipto.
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