Las inquietantes visiones sobre el destino terráqueo
La conciencia humana no ve inverosímil la posibilidad de que el hombre, ante el colapso de la Tierra, deba migrar hacia otro sitio del espacio. ¿Acaso un pensamiento fantasioso y extravagante?El apocalipsis terráqueo y un nuevo comienzo en algún punto de la galaxia, ha sido un tema recurrente de los libretistas de Hollywood y de cierta literatura popular.Una evacuación forzada hacia otro sitio, como alternativa a la tierra, abona por otro lado los vaticinios antiquísimos, elaborados por culturas disímiles, que remiten a un fin dramático de los tiempos, signado por catástrofes y grandes eventos cósmicos.¿Sólo una hipótesis atribuible a la frondosa imaginación humana? ¿O algo atendible a la luz de la crisis ecológica, producida por la acción contaminante del hombre, cuyo síntomas más dramático es el calentamiento global?Pese a que la migración hacia otro planeta luce problemática, sin embargo el físico teórico Stephen Hawking, célebre por sus estudios sobre el origen del universo, ha dicho que no hay otra opción."Ha llegado el momento de liberarnos de la Madre Tierra", afirmó no hace mucho. Y esto porque "el planeta se está calentando, la población crece a un ritmo exponencial y los recursos vitales se agotan"."Tenemos que empezar a pensar seriamente cómo nos libraremos de los límites de este planeta agonizante", advierte Hawking, para quien a la humanidad le costará 1.000 años hacer inhabitable la tierra.Resulta difícil asimilar esta propuesta si se piensa, además, que hasta ahora no se ha hallado un planeta alternativo, es decir apto para ser habitado por humanos.Como sea, hay razones para suponer que la actual lógica civilizatoria colisiona con ese ser viviente, organismo trepidante de vida, al cual el científico británico James Lovelock llamó Gaia (nombre de la diosa Tierra).Como huésped pensante, el hombre vive inserto en ese organismo vivo, magníficamente dotado para dar a luz las condiciones medioambientales óptimas para el desarrollo de plantas y animales.La idea de Lovelock es que toda la vida de la Tierra en su conjunto interacciona y tiene la capacidad para mantener un entorno de manera que sea posible la continuidad de su propia existencia.De esta manera, cualquier acción (positiva o negativa) del ser humano, como integrante del conjunto, influirá en esa totalidad vital. Sus acciones depredatorias dañan el cuerpo vivo, sensible, receptivo, impresionable, que sería nuestro planeta.Lovelock es pesimista. Cree que los únicos sitios que tendrán suficiente agua en el futuro serán las altas latitudes y que allí se refugiará toda la vida. El resto del mundo "será un gran desierto con algunos pocos oasis".En tanto, el matemático y doctor en filosofía Morris Berman, autor del libro "El reencantamiento del mundo" (1981), sostiene que el origen del malestar contemporáneo surge de una raíz epistemológica: la visión del mundo.Su tesis de fondo es que la revolución científica de los siglos XVI y XVII produjo una ruptura radical en la mirada que el hombre tenía hasta allí del cosmos, y del lugar que ocupaba en él."La visión del mundo que prevaleció en Occidente hasta la Revolución Científica fue la de un mundo encantado. Las rocas, los árboles, los ríos y las nubes eran contemplados como algo maravilloso y con vida, y los seres humanos se sentían a sus anchas en este ambiente", escribió."El cosmos era un lugar de pertenencia, de correspondencia -dice Berman-. Un miembro de este cosmos no era un espectador alienado. Su destino personal estaba ligado al cosmos y esta relación le daba significado a su vida. Este tipo de conciencia -a la que llamaremos participativa- involucra coalición e identificación con el ambiente, habla de una totalidad psíquica que hace mucho ha desaparecido de la escena".
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