Las pérdidas humanas en las calles y rutas
Cada tanto los medios dan cuenta de las personas que mueren en accidentes de tránsito por causas evitables. Detrás de esos siniestros, que conmueven a la opinión pública, subyacen pautas sociales de comportamiento.A fines de junio ElOnce TV informó que cada 39 horas muere una persona por accidente de tránsito en Entre Ríos. El dato se basa en información oficial según la cual en los últimos seis meses, ya sumaban 107 las víctimas fatales en rutas y calles de la provincia.La información revela que se han incrementado los controles que diariamente se realizan en todo el territorio entrerriano, pero la mayoría de los accidentes ocurren por "fallas humanas".Aunque las estadísticas varían -según los números oficiales se verifica un descenso año a año- lo cierto es que el balance de personas fallecidas por estos siniestros en Entre Ríos es muy preocupante.En Argentina, en el año 2011, los siniestros viales fueron la causa de 21 muertos por día (alrededor de 7.517 en el año), y 629 decesos mensuales, de acuerdo al reporte de la Asociación Civil Luchemos por la Vida.Según los números de esa asociación civil, el año pasado las víctimas fatales por accidentes viales en Entre Ríos sumaron 293 casos. Detrás de esos números se esconden dramas sociales y familiares, además de pérdidas materiales.Nuestro país tiene uno de los índices más altos de mortalidad por accidente de tránsito, considerando la relación que existe entre la cantidad de población y de vehículos en circulación.¿Cómo se explican estos siniestros viales? A las deficientes condiciones de la infraestructura vial, que no está preparada por lo pronto para tolerar un parque vehicular en expansión, hay que sumar el factor humano.Imprudencia, exceso de velocidad, conductores alcoholizados, los que no respetan las normas, son elementos que configuran un cóctel explosivo que convierte a las calles y rutas en sitios peligrosos.Es decir, por debajo de las funestas cifras de accidentes de tránsito existe una actitud de quienes conducen. Si se habla de imprudencia y desconocimiento de la reglamentación de tránsito, se está en presencia de un factor cultural.En este sentido, cabría formular esta hipótesis: se conduce como se vive, y se vive de acuerdo a los valores de una sociedad. Si una colectividad, por ejemplo, padece de "anomia", es decir poco apego a la ley, así de caótica será la circulación en calles y caminos.El violar las normas de tránsito es efecto de una relajación general de las normas de convivencia social. Para vivir y convivir se tornan necesarias renuncias a conductas primitivas. La civilización exige renuncias.El modo como se conduce un auto, una moto o una bicicleta está indicando un modo de transitar por la vida. El "vicio" de los conductores -por ejemplo esa actitud básica de desconsideración hacia el prójimo-, expresa un estado ético de la sociedad a la que pertenecen.Nos cuesta ver en el tránsito, en la sangría cotidiana de los accidentes viales, un síntoma de un estado de espíritu más general. La mayoría de los trágicos episodios son productos de choques frontales, asociados sobre todo a adelantamientos indebidos.¿Cómo se explica este descontrol al volante? ¿Acaso querer llegar más deprisa que los demás, pretender ganar algunos minutos, o la vana satisfacción de superar al vehículo que tenemos delante?Nada de eso justifica el riesgo que se corre: la muerte, ya sea la propia o la del otro. Ni hablar del absurdo de conducir alcoholizado, lo que convierte directamente en enajenados a los que están detrás del volante.
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