EN PLENA VIGENCIA
Lionel Messi, el terrestre que tiene el don de gambetear el tiempo

Un periodista de La Nación, Juan Manuel Trenado escribió, hace pocas horas. “La aguantó Messi. Antes había mirado el reloj. Deberían revisarse los registros, porque pareció que lo detuvo (o tal vez lo hizo correr más lento).
Por Jorge Barroetaveña
Porque él ya no es tan veloz. Necesita que el tiempo transcurra más lento. Ya no puede acelerar, así que balancea el cuerpo. Deja la pelota entre las dos piernas y amaga arrancar para allá o para acá. Ni una ni otra. No la toca. Se queda y espera. Le tienen miedo. Los rivales le temen. Es pánico. Se percibe. Saben que si intentan un anticipo quedarán expuestos a los memes en redes sociales”.
Su crónica del partido con Croacia y la intervención fulgurante de Messi en el tercer gol bien vale replicarse. Ese tipo chiquito, de mirada perdida, pero con una zurda mágica, hizo el milagro: paró el tiempo. En esa gambeta que fue y volvió para locura del enmascarado que lo perseguía, se esconde su secreto, el secreto del fútbol y el secreto de la pasión que envuelve este deporte.
El país está suspendido desde hace más de un mes. Pese al golpazo inicial de la derrota con Arabia, el recorrido de la Scaloneta llenó de ilusión a los argentinos. Hay un deseo secreto y no tanto, que atesora la inmensa mayoría del pueblo futbolero: que Messi levante la copa.
En muchos aspectos Messi no parece argentino, al menos no parece llevar ese gen que nos identifica. Ha tenido una carrera brillante que lo ha mantenido a tope desde que debutó. Jamás tuvo un desliz ni se le conoció pelea. Ha soportado con estoicismo e inteligencia emocional el Gran Hermano que lo persigue desde que es Messi. Cada gesto, cada palabra suya se reproduce hasta el hartazgo y la sociedad posmo se siente en condiciones de juzgarlo. Messi, y aquí está uno de sus grandes méritos, se ha bancado convivir con esta presión. La que viene de afuera del fútbol y la que viene de adentro de un deporte que siempre le exigió ser el mejor. Por eso su liberación el año pasado cuando consiguió la Copa América con la Argentina. Lo necesitaba. Necesitaba sacarse de encima esa mochila que le dejó el eterno Diego. Y eso que Maradona jamás le transfirió su herencia. Fue grande el Diego porque sabía que era demasiado pesada para el chico. Pero el pequeñín se sobrepuso a todo y hoy, en el crepúsculo de su carrera está por alcanzar la gloria. Le falta un paso apenas.
Esta Argentina tan fascinante ha sido capaz de alumbrar a dos genios. Maradona el volcánico, el disruptivo, el que llegó a la idolatría sin términos medios, el que nos demostró cuán lejos puede llegar un hombre en el planeta tierra. Y Messi, terrenal, sobrio, sin alardes, pero con una profunda determinación: ser el mejor en lo que hacía. En el fondo, comparten el genio y algo más. Ese instinto para sobrevivir en la jungla y trepar a la cima.
Estas tierras, las del caos y la crisis, siguen dando sorpresas. Somos todo eso que Maradona y Messi han reflejado a lo largo de su historia. No vale la pena compararlos. Son tiempos y vidas diferentes, como cada ser humano. Sólo es posible empardarlos desde la genialidad y eso, para los terrenales es imposible.
Este domingo al mediodía me sentaré frente a la tele contento por un motivo adicional. Habrá en esa cancha alguien de Gualeguay, Lisandro Martínez, que ya dejó bien alto nuestro orgullo. No importa lo que pase, el “Lichi” se metió en la historia grande de nuestro pueblo y tiene una infinidad de tiempo para seguirla escribiendo.
Este domingo me sentaré frente a la tele nostálgico porque dos de mis hijos no están en Gualeguay y no podré ver el partido con ellos. Los futboleros de alma (un poco más viejos) queremos que las nuevas generaciones experimenten lo que se siente ser Campeón del Mundo. Tocar la gloria, un pedacito, como nos hizo sentir el Diego en México. Su alegría será la mía y lo deseo profundamente. Después habrá 11 muchachos que en la cancha irán para quedar en la historia. Para grabarse en el pecho un logro que será eterno. Aunque hay un petiso, de mirada perdida, que es el que más se lo merece. Dios, el destino o en quién cada uno crea, deberían darle la razón y premiarlo porque hizo todo lo que tenía que hacer. Tiene dos piernas, dos ojos, dos brazos como cualquiera. Pero tiene algo que lo hace distinto. Será la utopía? Messi y Maradona han sido inspiradores para varias generaciones. Han sido capaces de recrear la utopía, en un mundo que las ha perdido. ¿Desde una cancha de fútbol? Y sí, mal que les pese a los detractores de este hermoso deporte.
Mañana el espíritu de Diego estará deambulando por ese estadio. Messi estará ahí para rendirle homenaje y detener el tiempo. Para que todos podamos sentir la felicidad. Aunque sea por un ratito.