Lo de Jujuy reinstala el drama habitacional
La política, que es el arte de auscultar los conflictos y darles solución, volvió a fracasar en Jujuy. Mientras hay gobernantes que se miran el ombligo, la ebullición sube a la superficie en forma de estallidos sociales.Las demandas por tierra y propiedad, en una geografía pródiga, es una de esas contradicciones lacerantes del país real. No se necesita ser un genio político para darse cuenta que allí hay una matriz de exclusión, capaz de alimentar resentimientos y ánimos belicosos.Las tomas generalizadas de terrenos en Jujuy, la violenta represión policial, la patética impericia de la gestión de la crisis por parte de la política, los 4 muertos y el tendal de heridos que dejó la refriega social, vuelve a poner sobre la agenda pública el drama habitacional que existe en Argentina.El problema de la vivienda se muestra en toda su gravedad en Jujuy. Y pone en el tapete, no sin virulencia, lo que está haciendo el Estado con ingentes recursos a su disposición.Porque todo tiene que ver con todo. El estallido de Jujuy, la ola de asentamientos, coincide con el escándalo protagonizado por la Fundación Madres de Plaza de Mayo con los fondos estatales para la construcción, precisamente, de viviendas.Si es injusta la mala distribución de la tierra, la imposibilidad de millones de argentinos de acceder al techo propio, también lo es la gestión de recursos públicos de manera discrecional, sin controles y basada en el interés de grupos políticos afines al gobierno.Demás está decir que también es injusta, y bastante despreciable, la manipulación política de las necesidades humanas, en este caso del anhelo de tantas familias por contar con una vivienda.Provenga de donde sea, del oficialismo o de la oposición, la especulación partidista de este tema, muestra el lado más miserable de la política. ¿Hay activistas interesados en fomentar el caos, según la lectura que ha hecho la Casa Rosada de lo sucedido en Jujuy?Si eso fuese cierto sería una barbaridad; aunque se sabe también que los gobiernos suelen activar teorías conspirativas para disimular realidades que le incomodan.Pero esta discusión no debiera desviar la mirada de lo que los hechos jujeños reinstalan: el drama habitacional que aqueja al país. Y de hecho no hay que irse muy lejos para captar el problema: aquí en la periferia Gualeguaychú vienen creciendo los asentamientos irregulares.Es factible detectar un viraje en las políticas estatales en materia habitacional. El Estado históricamente ha venido financiando a los más desfavorecidos, a través de las llamadas "viviendas sociales".Pero ahora son los sectores medios asalariados, empobrecidos, los que pujan por estos planes estatales. Sin crédito hipotecario, y sin capacidad de ahorro, de aquí sale la nueva clientela de los organismos públicos de vivienda (como el IAPV).Los que están un escalón social más abajo, sin tener adónde vivir, a veces optan por convertirse en intrusos (asentamientos). Aquí en Entre Ríos, en los alrededores de las ciudades, allí donde hay un lote vacío, los sectores cadenciados tienen a usurparlo, para levantar míseras casillas.Se está creando, así, una morbilidad urbana que repugna el ideal de justicia social. No sólo porque el asentamiento condena a familias pobres a la segregación espacial, sino porque allí hay vecinos que viven mal, con carencias de todo tipo, en el hacinamiento y la promiscuidad.Las ocupaciones ilegales de tierra, con su carga de violencia social, como se ha verificado en Jujuy, es un llamado de atención a todos, aunque en especial a la política, sobre el drama habitacional.
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