Lo que hay detrás del carácter lúdico del fútbol
Los deportes han venido adquiriendo una importancia que acaso ni en la antigua Grecia tenían. Y básicamente el fútbol descuella como fenómeno de masas que tiene ribetes casi místicos.Para Platón, Sócrates, Aristóteles y demás filósofos griegos el cultivo del cuerpo debía ser paralelo al del espíritu. Un espíritu equilibrado suponía, así, tener también un cuerpo equilibrado.Cuando Platón describe (en República y Leyes) el sistema educativo de su ciudad ideal, la educación física ocupa en él un lugar esencial (como ocurría realmente en la sociedad ateniense de su tiempo), tanto para los hombres como para las mujeres.Pero los ejercicios físicos eran, según este concepto, un complemento del desarrollo intelectual. Se trataba de hecho de una práctica que, al igual que la música, tenía como finalidad última el cuidado del alma. Con lo cual la vida intelectual tenía primacía en la pedagogía platónica.Sin embargo, en la actualidad el equilibrio entre estas dos dimensiones -que de última se enriquecen mutuamente- parece haberse quebrado. Al menos eso piensa el escritor peruano Mario Vargas Llosa, para quien la práctica de los deportes se está haciendo a expensas del trabajo intelectual.El deporte, de última, estaría adquiriendo una primacía sobre el espíritu (y sus creaciones: la religión, el arte y la ciencia), al punto de sintetizar aspiraciones humanas que van más allá del mero juego o ejercicio físico.Esto se echa de ver, sobre todo, en el fútbol, un fenómeno de masas que congrega muchedumbres y las enardece en algunos casos hasta al paroxismo. Algo que quizá sólo encuentre equivalencia en los conciertos juveniles de música, en los cuales el 'yo' parece disolverse en otra cosa o entidad.Pero lo cierto es que hoy el fútbol sobrepasa, como fenómeno social, a mitines políticos, procesiones religiosas o cualquier evento ciudadano. Más allá del despliegue de destreza y armonía del conjunto y de lucimiento individual, los grandes partidos de fútbol "sirven sobre todo, como los circos romanos, de pretexto y deshago a lo irracional, de regresión del individuo a su condición de parte de la tribu", opina Vargas Llosa.En esa situación, "amparado en el anonimato cálido de la tribuna, el espectador da rienda suelta a sus instintos agresivos de rechazo del otro, de conquista y aniquilación simbólica (y a veces hasta real) del adversario", analiza el escritor.El diagnóstico permite entender el porqué de la existencia de las famosas "barras bravas" de ciertos clubes, protagonistas de violencia y entreveros homicidas.Pero también de aquellos hinchas que sin cometer un flagrante delito, sin embargo insultan, amenazan, arrojan objetos a jugadores adversarios y a los árbitros.También permite comprender por qué la multitud del fútbol -devenida así en una suerte de horda primitiva- es manipulada por los Estados que predican la ideología nacionalista.El chauvinismo o patrioterismo es la creencia narcisista, próxima a la paranoia y la mitomanía, según la cual el grupo del país al cual uno pertenece es el mejor en todos los aspectos.En los años '30, tanto el régimen fascista italiano como el nazismo alemán aprovecharon los acontecimientos deportivos como exaltación de sus respectivos regímenes."Cuando el derecho de pertenencia no se basa simplemente en el título de ciudadanía, y tiene algún componente añadido, que puede ser étnico, cultural, de cualquier naturaleza, entonces empieza a ser peligroso porque empieza a ser excluyente de los otros", escribió Arthur Schopenhauer.
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