DEL DISCURSO DEL PRESIDENTE A LAS AMENAZAS A MESSI
Los buenos, los malos, los feos y los narcos, no falta nadie

Las peripecias de los últimos meses del gobierno de Alberto y Cristina quedarán en la historia. No sólo por la crisis económica y esos números de inflación que se clavan como agujas todos los días, sino también por la impericia para llevar el barco a buen puerto, o al menos alejarlo de la tormenta. Los dos parecen empeñados en hacer naufragar un proyecto que nació muerto.
Por Jorge Barroetaveña
En varias capitales del mundo, entre ellas New York existe el Museo Madame Tussauds. Allí se pueden encontrar en figuras de cera a la gente más famosa del mundo. Desde Messi hasta el Papa Francisco. Desde el miércoles, los dos integrantes de la Corte Suprema de Justicia, Rosenkrantz y Rosatti, dieron muestras de sumarse a esa pequeña cofradía mundial. Sus rostros parecían de cera, asistiendo inmutables a los insultos presidenciales, que se verbalizaban a menos de tres metros. El ámbito, la Asamblea Legislativa. Testigos privilegiados la Vicepresidenta Cristina Kirchner, los legisladores y los argentinos que lo miraban o escuchaban por la transmisión oficial. Transmisión oficial que se encargó, puntual y religiosamente de escrachar a los dos magistrados, enfocándolos una cuarentena de veces, en medio de la catarata de acusaciones y descalificaciones. La escena fue bizarra, tanto como los insultos que el inefable diputado Iglesias de la CC también le ‘prodigó’ al Presidente. Es que la política argentina ha entrado en un túnel peligroso y oscuro que ni siquiera el diálogo se permite. Insultar a tu interlocutor es descalificarlo y abortar cualquier otra posibilidad. Es un lugar del que no se vuelve y que los políticos argentinos se empeñan en visitar.
Con dolor: fue triste el papel del Presidente de la Nación. Haciendo equilibrio para congraciarse con quien tenía a su lado y que apenas le dedicó miradas de lástima y su propia construcción que se cae a pedazos. Si hasta se autotituló “el moderado”, en afán de resaltar sus logros internos y externos. Cristina apenas le dirigió la palabra y casi ni lo miró en las dos horas que tuvieron que compartir escenario. Fiel a su estilo actoral, la Vice lo dijo todo con su cara y con sus gestos. Nada de lo que haga o diga Alberto podrá modificar el concepto que tiene de él. Todos lo saben, el único que todavía no se enteró es el propio Presidente.
Nadie, sólo ellos, los que componen la estructura institucional del país, puede devolverle la credibilidad que perdieron por tantos errores. En esta historia no hay diferencias entre oficialismo y oposición porque todos son responsables. Milei, que crece cuanto más descalifica a sus pares, es el reflejo de esa autodestrucción.
Pero como la realidad argentina siempre esconde una sorpresa, por lo general desagradable, el descalabro que vive la ciudad de Rosario le asestó otro golpe a la política y la llamó a la realidad. La balacera en el frente del supermercado de la familia de Rocuzzo es un hecho más, entre la infinidad de incidentes más o menos graves que azotan Rosario desde hace años. Esta vez, la repercusión fue por el nombre de la víctima y el amenazado. Tan sencillo como eso. La respuesta fue la habitual: la pelea. El pase de facturas y el cuento de la buena pipa. Nadie quiere asumir el peso de haber permitido que la segunda ciudad del país haya quedado en manos del narcotráfico. “Los narcos ganaron”, lanzó sin pelos en la lengua Aníbal Fernández. ¿Ministro de Seguridad de la Nación? A lo mejor ya no lo es, por eso dice lo que dice. Es la capitulación del estado que admite que ya no puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
El gobernador Perotti reaccionó indignado. El intendente de Rosario, Javkin, le pidió a los gritos al Presidente que viaje y dé la cara. Desde el norte, el mandatario le contestó: “algo más habrá que hacer”, recordando que “los rosarinos y santafesinos son argentinos”. No estoy cargando a nadie, eso fue lo que contestó el Presidente. En la oposición Bullrich y Larreta expusieron sus diferencias sobre cómo encarar el problema. El kirchnerismo duro optó por burlarse de Messi y señora, pasándoles factura por la foto con Macri en París. ¿Algún aporte serio? Nada de nada, como un reflejo del caos que se vive.
Mientras tanto, la mancha del narcotráfico domina Rosario y amaga con extenderse a otras provincias. Es, al cabo, otra demostración de incapacidad de nuestro estado. La seguridad y sus políticas en la Argentina están atravesadas por la ideología. El intendente de Rosario se ha cansado de pedir que prohíban el uso de celulares en las cárceles. El 70% de los delitos están organizados desde ahí. ¿La respuesta? Primero están los derechos humanos de los presos. Seguramente más valiosos que los de millones de rosarinos que corren riesgo de vida cada vez que salen a la calle. Es una mezcla de desidia e ineficacia y, en muchos casos, complicidad. Ahora fue la familia de Messi, antes fueron miles de anónimos, próximamente otros tantos. Ganaron los narcos.