Los caminos que conducen a la re-re de la presidenta y sobrevivencia del kirchnerismo
Hablemos de reelección. El kirchnerismo ya impulsa en serio una modificación de la Carta Magna para meterle mano a los períodos presidenciales. Por supuesto que no lo hace por la salud del sistema sino por su propia sobrevivencia. ¿Alguien se imagina kirchnerismo sin Cristina? ¿Alguien intuye que el kirchnerismo seguirá existiendo de la mano de Daniel Scioli?Es la necesidad de seguir viviendo la que impulsa a las huestes oficialistas impulsar la reelección de la Presidenta que, a esta altura, la conciente con sus silencios. En su lógica de poder, brutal y con pocas formas, el kirchnerismo se creó su propia encerrona. ¿Hay alguien capaz hoy de suceder a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada? ¿Hay un delfín lo suficientemente leal como para custodiar el legado de una década sureña? Quizás en la imaginación presidencial, cuando el elegido fue Amado Boudou sobrevoló este pensamiento. Los hechos posteriores se encargaron de desmentirlo peligrosamente, al punto de ni siquiera saber si el Vicepresidente podrá terminar su mandato constitucional.El hombre que acarrea la principal cantidad de votos después de la Presidenta, Daniel Scioli, es un innombrable para el paladar negro del kirchnerismo. No sólo por su origen vinculado al menemismo sino por sus modos tibios y relajados y su maridaje peligroso con el fantasma de las corporaciones.Revolviendo el bolillero no aparece mucho más en la largada. ¿El inefable y ambicioso Massa desde Tigre podrá tener entidad suficiente? Parece poco probable. ¿Algún gobernador osado como Urtubey o Urribarri se animarán a candidatearse, más allá de los deseos presidenciales? También suena raro. Afuera queda poco. De la Sota desde Córdoba siempre insinuó más de lo que concretó y su labilidad política lo hace impredecible. Y no hay más verdaderamente, salvo que el elegido sea alguien del kirchnerismo puro y que no podrá evitar emprender la tarea titánica de cicatrizar las heridas del peronismo tradicional.Ante este estado de cosas no quedan muchas salidas más que impulsar la reelección. Claro que la jugada no es tan fácil y depende de factores externos que, por ahora, el gobierno no puede manejar.Para declarar la necesidad de reforma constitucional se necesitan los dos tercios del Congreso que hoy no los tiene. Para eso debería apostar a un pleno en las elecciones del año que viene y repetir porcentajes similares a los del 2011, buscando quedarse con esa amplia mayoría. Ahí está la llave de la reelección. Después llegará el voto de la gente y la decisión quedará en manos de la sociedad. Pero no todo es tan lineal como parece.En el propio gobierno conviven al menos tres posturas sobre el tema, independientemente del pensamiento presidencial que aún no se ha hecho público. Están los que quieren romper todo, impulsando ya una reforma instalando sin tapujos la re-re. El mensaje sería "Cristina o el caos", una estrategia similar a la que pergeñó el ex presidente Menem antes de su reelección en 1995.De hecho hay un par de gobernadores que tiraron el globo de ensayo, los intelectuales de Carta Magna se aprestan a sacar una declaración pública y los grupos ultra K integrados por dirigentes como Luis D'Elía o Hugo Yasky del CTA anunciaron recorridas por el interior del país, arrancando por Santa Fe, justamente el lugar de la reforma del '94. Estos grupos consideran 'neoliberal' la reforma de los '90, olvidando quizás que la propia Presidenta fue congresal en Santa Fe y avaló con su voto aquellas modificaciones.La segunda postura es un poco más prudente. Están de acuerdo en impulsar la re-re, pero creen que hay que hacerlo después del 2013. Intuyen que instalar la re-re antes de esos comicios podría desgastar a la Presidenta y darle a la oposición una bandera que hoy no tiene. Igual, hay un dato para tener en cuenta: si el kirchnerismo no obtiene cerca del 50% será el fin del cristinismo y de poco servirá hablar de una reforma. No habrá pues 2015 si antes no hay 2013.La tercera postura es la más conservadora: creen que la Presidenta debe elegir un delfín y retirarse con la medalla dorada en el 2015. Para volver por supuesto, período de por medio, evitando el desgaste de tantos años en el poder y el hastío que eso suele generar en la sociedad.Estas tres corrientes de pensamiento conviven hoy en el seno del oficialismo y están condicionadas obviamente a la palabra de una sola persona. La mandataria se ha mostrado ambigua en sus discursos, aunque le asiste una lógica implacable: nadie podría pensar que hoy, a tres años de terminar su mandato, podría anunciar que no irá por otro período. Las peleas por debajo de ella y la licuación de su poder, natural en cualquier gobierno que se termina, serían extremadamente peligroso. Y si hay algo que el kirchnerismo no hará es poner en riesgo, concientemente al menos, el inmenso poder que ha acumulado en todos estos años. Algo acecha al oficialismo detrás de la esquina y sería un error imperdonable: que el debate por la re-re se instale, le haga gastar energía inútilmente y se olvide de su fuerte: gobernar y tomar decisiones. El relato, ese que cada soldado defiende a rajatabla, no puede ser sostenido sólo desde la lengua, necesita actos concretos. En este sentido ha sido lamentable el desborde del titular de la AFIP, Ricardo Etchegaray que la emprendió contra el director de cine Eliseo Subiela, porque osó criticar la imposibilidad de comprar dólares y soles peruanos. El cineasta tenía que viajar a Perú, invitado por la Cancillería y con el auspicio del Ministerio de Cultura de la Nación. Y a Etchegaray no se le ocurrió mejor cosa que retarlo públicamente revelando su situación fiscal. La continuidad del kirchnerismo en el poder no puede basarse en el amedrentamiento y el miedo. Esas épocas en la Argentina ya se vivieron y la sociedad no está dispuesta a retroceder. Deberían saberlo. Jorge Barroetaveña
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