EDITORIAL
Los casos de sarampión y los que no se vacunan
En el país se ha disparado un brote del sarampión, al tiempo que se ha confirmado que el fenómeno tiene nexo con no vacunados. El tema abre un debate respecto de cómo la libertad de unos ocasiona daños en otros.
Pese al rol protector que las inmunizaciones han demostrado a lo largo de la historia, la salud pública tambalea ante una prédica insistente que sostiene que no hay que vacunarse para evitar introducir virus y sustancias en el cuerpo que puedan enfermar a un niño. Como ha ocurrido en otras partes del mundo, el rechazo a la inmunización está detrás de la expansión del sarampión en Argentina, donde se asiste al mayor brote registrado desde 2000, año en que se eliminó la circulación endémica de la enfermedad. Así, una enfermedad completamente prevenible y evitable mediante la vacunación, no para de crecer a nivel local. Y el dato preocupante es que más de la mitad de los casos de sarampión confirmados este año tienen nexo epidemiológico con personas que no se quisieron vacunar. Trascendió que uno de esos casos es el de una mujer, que adhiere al movimiento antivacunas, y que tras contraer el virus en contacto con una persona en la guardia de un centro de salud porteño, transmitió el sarampión a sus cinco hijos de 5, 9, 13, 16 y 19 años. “En encuestas recientes se registra que más del noventa por ciento de los argentinos entiende y valora la importancia de las vacunas, pero después hay minorías que en algún punto funcionan como los terraplanistas y no se rinden ni ante la evidencia científica”, señaló el responsable de la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles de la Secretaría de Salud, Cristián Biscayart, preocupado por el impacto del movimiento antivacuna en el país. “Acá es muy importante lo que refuerza la nueva Ley 27.941, que la gente entienda que hay obligatoriedad de vacunar, que no es algo optativo, ni que tenga que ver con objeciones de conciencia o religiosas. Al tomar este tipo de actitudes se está exponiendo a terceros. Si cada uno decide hacer lo que quiere, se pierde el lazo de comunidad. A cada uno le cabe una responsabilidad, porque su derecho termina donde comienza el de los demás, que es el derecho a estar protegidos”, concluyó Biscayart. El tema preocupa a nivel global. Ante lo delicado del cuadro, la Organización Mundial de la Salud (OMS), salió a aclarar que “la oposición a la administración de vacunas amenaza el progreso que se ha hecho para tratar las enfermedades prevenibles por inmunización”. La cuestión roza el ejercicio de la libertad en los Estados democráticos. A las personas que no quieren vacunarse les asiste en teoría la libertad de no hacerlo. Pero el problema es que su acción afecta a otros muchos. Las legislaciones existen justamente para evitar que cada uno haga lo que quiera. Al respecto no hay diferencia entre la ley de tránsito, las leyes contra el delito y la ley que obliga a vacunarse. Al respecto vale la famosa historia de aquel matón que protestaba ante el tribunal de justicia porque, siendo un ciudadano libre, no podía mover su puño en la dirección que se le antojase, a lo cual repuso el juez prudentemente: “La libertad de movimiento de tus puños está limitada por la posición de la nariz de tu vecino”. ¿El derecho a no vacunarse no está afectando el derecho de los demás a protegerse de las enfermedades a través de la inmunización?
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