Los hábitos, para bien o para mal
La pedagogía tradicional decía que el fin de la educación era la "formación del carácter". Era, en el fondo, un reconocimiento a la importancia de instalar hábitos edificantes en los aprendices.Carácter, aquí, aparece como el nivel aprendido de la personalidad, en oposición al temperamento, visto como una disposición heredada e innata. Es decir se habla de un conjunto de pautas de pensar, de sentir y de actuar adquiridas.Estas pautas forman un núcleo de hábitos fijos. Entre los psicólogos hay cierto consenso respecto de que el hábito es una disposición adquirida y estable.La importancia que tiene es que en sí mismo es una fuerza que surge de la repetición de la experiencia y la acción. Y esto produce una liberación de la atención y al mismo tiempo una automatización del comportamiento.El hábito hace a la economía del psiquismo humano, que siempre está buscando una forma de ahorrar esfuerzo. La mayor parte de las decisiones que tomamos a diario no son producto de una toma de decisiones, sino de disposiciones adquiridas.Conductas básicas como comer, caminar, conducir un vehículo, están automatizadas. También tocar el piano (en el caso del músico), leer o cepillarse los dientes.Cuando emerge un hábito, el cerebro ya no debe participar plenamente en la toma de decisiones. Se diría que queda liberado para pensar y aprender otras cosas.Eso explica Ann Graybiel, investigadora del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts): "Los hábitos nunca llegan a desaparecer. Quedan grabados en las estructuras de nuestro cerebro, lo cual es una gran ventaja para nosotros, porque sería terrible que después de cada vacación tuviéramos que aprender a conducir de nuevo".Se diría que el hábito es un fondo de reserva, que hace posible el desarrollo cada vez más elevado de la vida mental. El hombre de ciencia, por ejemplo, ya tiene incorporados los hábitos de trabajo (manejo de aparatos y de material de estudio), sin los cuales no podría progresar en su oficio.También el escolar funda los nuevos conocimientos sobre los viejos hábitos. Al respecto, en Argentina las universidades se quejan de que los que egresan de la secundaria, y aspiran a las carreras superiores, no poseen hábitos básicos, como el dominio de la lecto-escritura.La conjunción de la matriz personal y los hábitos configuren el carácter de un individuo. En sentido traslaticio, también cabe hablar de hábitos grupales, los cuales configuran el carácter de una sociedad o pueblo.Ahora bien, no todos los hábitos son buenos. Pueden convertirse en destructivos de la personalidad, en lugar de constructivos. La pereza y la holgazanería, por ejemplo, son malos hábitos.Una sociedad se puede habituar a muchas cosas nocivas: a la mentira y a la corrupción. También se puede habituar al clientelismo político y al asistencialismo interminable. O a despreciar la ley.El filósofo español José Ortega y Gasset percibió lo gravoso en que se pueden convertir los malos hábitos para el individuo y los grupos humanos. Y esto por su naturaleza difícilmente erradicable."Nade embota como el hábito y de ordinario nos olvidamos de ese peso constantemente que arrastramos y somos", escribió, al sugerir que solemos ser prisioneros de modos de ser y de pensar que conspirar contra nosotros mismos.Los hábitos, en suma, son conductas aprendidas que ejercen una enorme fuerza en la vida y pueden ser para bien o para mal. Es cierto que no marcan un destino ineluctable, porque son susceptibles de ser modificados.Sin embargo, cambiar un hábito no es nada sencillo.
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