Los hombres pasan, las instituciones quedan, un viejo axioma olvidado
BOUDOUEl viejo axioma de los hombres pasan y las instituciones quedan parece haber quedado en el pasado. Al menos podría constituir un olvido momentáneo. Aunque el miércoles quedó demostrado que para el kirchnerismo es un ejercicio riesgoso. La imagen del Vicepresidente escrachado fue demasiado fuerte. E innecesaria. Jorge Barroetaveña Es una verdad obvia sostener en estos tiempos que la investidura de las instituciones debe ser preservada lo más posible. Que la historia argentina ha sido cruel con la democracia y se ha jactado de no respetarla. Que el descreimiento de la sociedad en el sistema llevó a momentos complicados y a justificar cosas injustificables. Suena extraño, porque la Presidenta de la Nación tiene experiencia y ella misma cree, como lo creía Néstor, que en el 2008 intentaron derrocarla. Las propias usinas oficiales no se han cansado de divulgar en estos años, innumerables operaciones destituyentes, provenientes de los sectores más variados, desde los mediáticos hasta los económicos. Si hasta algún documento de la iglesia llegó a provocar esa reacción. Claro, por ese entonces Bergoglio no era Papa y la panquequera no era necesario que funcionara.Lo cierto es que el espectáculo que las instituciones dieron el miércoles en el Senado de la Nación fue triste, lamentable e innecesario. ¿Para qué someter a semejante escarnio público al Vicepresidente de la Nación? Alguien podrá argumentar que Boudou a esta altura aguanta cualquier cosa, y es posible, pero la investidura a la que representa no, porque la responsabilidad lo excede a él, y a la misma Presidenta de la Nación.A Gerardo Morales, el radical norteño, sólo faltó decirle 'chorro' en la cara, todo mientras Boudou asistía impertérrito, con expresión de tragame tierra, a las cosas que le decían. Lo mismo los legisladores del oficialismo que tampoco sabían dónde meterse. Esa cara entre atribulada y descompuesta de Pichetto, fue la misma que tuvo la noche aciaga de Cobos con la 125. Ni Cobos provocó lo que Boudou. El radical, era eso justamente, casi un infiltrado en el kirchnerismo, por la famosa transversalidad que pergeñó Néstor. Su condición alcanzaba y sobraba para justificar su comportamiento. Y nunca lo acusaron de corrupto.Pero con Boudou es diferente. Es un problema interno que los expone a todos y los obliga a la lealtad. Una lealtad que, temen, les traerá costos altos que pagarán el año que viene cuando deban explicarle al electorado los motivos de semejante respaldo.Porque el Vicepresidente está empeñado en batir todos los récords. No sólo es el primero en ser procesado mientras está en ejercicio del cargo, ahora lo ha sido doblemente, después del fallo del Juez Claudio Bonadío por los papeles truchos de un auto importado que compró en la década del ´90. Suena sorprendente pero Boudou ni siquiera de su pasado puede escapar. Este procesamiento deviene de una denuncia que hizo la titular del Registro de la Propiedad Automotor donde se presentaron los papeles del auto, bastante lejos de las clásicas conspiraciones imaginadas por el kirchnerismo. Incluso se vio involucrada una ex mujer del Vicepresidente, a quién este desconoció como tal, y todavía le reclama el 50% de aquel auto Honda importado.El miércoles, en plena sesión, aún no había salido la resolución de Bonadío, pero la Presidenta ya lo sabía y en el gobierno lo descontaban. ¿Qué sentido tiene pues exponer de esa manera al escarnio pública la imagen de la investidura que Boudou representa? ¿Que lo cacheteen hasta el hartazgo sin necesidad?Las especulaciones sobre los motivos que llevaron a Cristina Kirchner a exhibirlo de semejante manera son variados. El mensaje es que hay que respaldarlo a como dé lugar, aún a costo de la propia supervivencia. El otro, el más inquietante, es al temor que, soltado de la mano, a Boudou se le ocurra abrir la boca y complique a más gente en el escándalo Ciccone. Es un secreto a voces en el kirchnerismo el temor de hasta dónde puede llegar Boudou sin apoyos y librado a su suerte. Pero esta es una cuestión ya más judicial que política, vinculada a un gobierno que quema sus últimos cartuchos y ve mermada su influencia en los tribunales. El miedo a terminar presos, para traducirlo en términos prácticos.La lógica política, puesta en la balanza esta segunda decisión judicial, indica que la Presidenta debería resolver qué hacer con su vice en los próximos días. Ningún tema, ni siquiera el de los fondos buitre alcanzará para ocultar el brete ni le permitirán al gobierno eludir las consecuencias. Esta especie de 'limbo' en el que quedó el fallo de Griesa es útil para dividir el escenario y desviar la atención, pero no se puede estirar infinitamente.Hay algo cierto en todo lo que dijo la Presidenta sobre esto: el país siguió andando y no se cayó nada encima de nuestras cabezas. Justamente, la realidad económica volvió a quedar expuesta y algo de eso se vio en los últimos anuncios buscando reactivar el mercado inmobiliario e inyectándole más plata al consumo. Si la economía no repunta, ni los buitres servirán para repechar en las encuestas. "Si los empresarios no ponen la plata, alguien tiene que ponerla, y eso lo hacemos nosotros", se sinceró la Presidenta en un acto el jueves. El país está en recesión, desde mucho antes del fallo de Griesa. Y ese es el dato. Le quedan 16 meses para pintar otra cara. No sólo la del Vicepresidente claro.
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