Los jóvenes frente a un futuro incierto
Los sociólogos señalan que las nuevas generaciones deben lidiar con contextos más inciertos y cambiantes, en comparación con décadas anteriores. Es uno de los rasgos dominantes de las sociedades contemporáneas.Las matrices básicas de la modernidad, la correlación de fuerzas en su interior, han cambiado sustancialmente. Y esto ha afectado notablemente a los más jóvenes, a quienes el futuro se les presenta angustioso.Esta es la tesis del intelectual alemán Ulrich Beck, para quien pasamos de una sociedad del trabajo a otra de riesgos incalculables, donde la inseguridad se ha vuelto endémica.El problema subyacente al nuevo cuadro es la instalación del desaliento entre los más jóvenes, que no verían que pueden abrirse paso, de suerte que sus proyectos personales se verían truncados.La disociación entre las expectativas juveniles y la realidad socioeconómica es causa de frustración. Esto se ve en el hecho de que en Argentina, entre 2010 y 2012, se duplicó la cantidad de jóvenes infelices.El dato surge del último informe del Observatorio de la Deuda Social realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA). Allí se dice que entre los argentinos de 18 a 34 años trepó el sentimiento de infelicidad: pasaron de ser el 6,3% del total al 12,3%.Según la encuesta, "los condicionantes educativos y socioeconómicos son elementos cruciales en el análisis de la percepción de felicidad". El desasosiego aumenta entre quienes no pueden completar el secundario, algo que afecta a los estratos sociales más bajos.Según datos de la UNESCO, Argentina es uno de los países de la región con más baja graduación en el secundario: la mitad de los estudiantes no termina el nivel medio en tiempo y forma.En tanto Daniel Arroyo, ex ministro de Desarrollo Social, considera que el problema social más grave de la Argentina tiene que ver con los alrededor de 900 mil jóvenes de entre 16 y 24 años que ni estudian ni trabajan (conocidos como ni-ni).El actual malestar de los jóvenes se inserta dentro de este contexto. La mayoría de ellos provienen de niveles económicos bajos, que sufren la incapacidad de adquirir bienes materiales y culturales necesarios para desarrollarse en el mundo de hoy.Frente a la inestabilidad o las crisis económicas suele ser este grupo etario el primero en verse perjudicado en su condición laboral, en sus proyectos y logros. Se entiende, entonces, el sentimiento de infelicidad que los puede embargar.La problemática de los jóvenes es conocida. Involucra la salida del secundario y la perspectiva de ingresar al nivel terciario; la iniciación y consolidación del recorrido laboral; la formación de una pareja y la llegada de los hijos.La finalización de una etapa y el comienzo de otra es un proceso inexorable del ciclo vital, algo que en términos grupales hace a la renovación de todo cuerpo social.Pero el tránsito hacia la adultez se complica si el contexto socioeconómico se impone como limitante de los deseos juveniles de progreso, obturando en ellos una mejor expectativa sobre el futuro.Postergar el ingreso al mundo del trabajo de las nuevas generaciones o impedir que puedan educarse a través de la elección de carreras que desarrollen todas sus potencialidades, puede intensificar la vivencia de la infelicidad.Sería desastroso que en lugar de grandes expectativas y sueños optimistas, propios de los que recién empiezan a vivir, se instale en ellos la percepción de un mañana distópico y fatalista.
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