Los linchamientos y el fantasma de Hobbes
La emergencia de la nueva patología argentina asociada a la ejecución de facto por parte de la multitud, conduce inevitablemente al mundo planteado por el inglés Thomas Hobbes, para quien "el hombre es el lobo del hombre".La irrupción de los linchamientos -última manifestación de la anomia estructural en estas pampas- parece haber colocado al país en un virtual estado pre-civilizatorio, cuando no regía ningún orden jurídico.La violencia grupal y patotera -que se adjunta a la inseguridad callejera y al crimen organizado por el narcotráfico - ha puesto en jaque no ya solo a los poderes públicos sino al orden de la convivencia.Mientras la política esgrime excusa ante el fenómeno, agotándose en el pase de factura propia de la partidocracia, la Argentina asiste a la práctica de la ejecución sumarísima y extraoficial, como existía en el lejano oeste norteamericano.De hecho el término linchamiento proviene de Charle Lynch, un coronel de la guerra de la independencia estadounidense, quien puso la ley en sus manos y mandó a ejecutar a un grupo de supuestos pro británicos que querían seguir con la colonia."Se los declara culpables y ahorcados", sentenció Lynch, haciendo de su acción en un legado que parece resucitar en sociedades anómicas (sin ley) como la argentina, y que amenaza con convertirse en epidemia.¿Qué lleva a un grupo de personas a producir linchamientos? ¿Ven acaso que se ha debilitado la capacidad punitiva del Estado para prevenir, perseguir y juzgar a los actores que ellos juzgan delincuentes?Hace ya tres siglos y medio Thomas Hobbes (1588-1679), a quien se lo considera el primer gran político moderno, sostuvo que los hombres son esencialmente agresivos y que, para vivir en sociedad, es preciso crear un poder al que todos se sometan.El filósofo inglés goza de "mala fama" porque postula la imposibilidad misma de la vida social, al decir que los hombres no tienden naturalmente a amarse ni a compadecerse, sino a temerse y hostigarse.Esta concepción choca con la griega, y sobre todo aristotélica, más amable para el oído de todos nosotros, según la cual el hombre es por naturaleza social, su sociabilidad es innata.El pesimismo antropológico del inglés, que postula el axioma "homo homini lupus" (el hombre es un lobo para el hombre), nos viene a decir en cambio que el antagonismo domina las relaciones humanas.Pero aunque el hombre sea un animal incurablemente egoísta, que solo piensan en él, que está dispuesto a matar por su propia supervivencia y prosperidad, es alguien también "racional".Y desde ese lugar se da cuenta, según el inglés, que si no hay un poder soberano que imponga orden, se cae en la barbarie y en la guerra de todos contra todos.Así aparece "Leviatán", que es el nombre que Hobbes da al Estado, un artificio que la colectividad se pone a sí misma para poder subsistir, un mal menor creado para evitar las luchas dentro de la sociedad, para imponer orden.La teoría política de Hobbes podrá ser polémica, pero tiene la virtud de enfatizar que la seguridad es una necesidad básica de los individuos, y es su provisión lo que justifica la existencia del Estado.Lo que se está viendo en estos días en Argentina, con gente haciendo "justicia" por mano propia, revela que sin protección, sin un marco que garantice el orden y la justicia, los individuos se entregan a la violencia de unos contra otros.En clave hobbesiana eso significa, ni más ni menos, que ni siquiera hay sociedad.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios