Los médicos ante el negocio de los fármacos
Han pasado 25 siglos desde que Hipócrates, médico griego (469-399 a.C.) dictara los principios éticos de la medicina. Pero los embates de la mercantilización amenazan con destruir las bases éticas de la noble profesión de curar. Una faceta inquietante de este fenómeno perturbador del dinero se vincula con las prácticas con las que la industria farmacéutica incentiva a los médicos para prescribir sus productos.Al respecto, resulta impactante la lectura del artículo periodístico aparecido en el diario La Nación, el 27 de diciembre pasado. "El negocio detrás de las recetas" es el título de la nota firmada por Pablo Tomino y Fabiola Czubaj, en la cual se revela el oscuro circuito de la prescripción médica en la Argentina.Los datos sobre la industrialización masiva de remedios dan una idea de los intereses económicos en juego. En Argentina, la venta de estos productos mueve un negocio de más de 50.000 millones de pesos, según cifras oficiales.Fuentes del sector señalan que cada año se venden 670 millones de "cajitas" de remedios (el 30% son productos de venta libre). En este esquema se entiende el interés de la industria (los laboratorios) por colocar sus mercancías en el mercado.Quien receta los productos que fabrica y comercializa la industria es el médico, el cual así se convierte en pieza estratégica como agente de penetración en el mercado.Los "lapiceras", así se apoda a los profesionales en este mundillo, emiten el preciado papel (la prescripción médica) que permite poner en circulación determinados fármacos, lo que se traduce en ganancia para la industria.Esta última, según cuentan Tomino y Czubaj, seduce a los médicos con muestras gratis, vouchers (vales o cupones) de grandes tiendas y de casas de electrodomésticos, viajes y hasta dinero en efectivo.Para ello se sirve de los agentes de propaganda médica (APM) o "valijas", como se apoda a los visitadores médicos, quienes hacen posible que los "lapiceras" receten sus productos."Aunque existe una ley por la que los médicos deben indicar un producto por su nombre genérico, sólo un 13% lo hace. La mayoría incluye la marca. Esto responde también a una falta de confianza en la calidad de los genéricos que el Estado no erradica y que la industria aprovecha", se lee en la nota.Allí se habla de un ejército de visitadores "de traje y corbata en el que cada vez se ven más faldas" cargando obsequios e insumos, que recorre los hospitales y los consultorios privados. Cada APM visita no menos de 15 o 20 médicos por día.Como ejemplo se menciona el caso de un laboratorio que alienta la prescripción de un producto oncológico que vale 5.100 pesos por unidad. Cada vez que un médico lo receta, recibe un puntaje que se acumula a su favor (con 100 puntos obtiene un viaje a Cancún).También hay tácticas para atraer a los médicos residentes -que figuran como "inversión a largo plazo"- y para las secretarias de los consultorios, muchas de las cuales están autorizadas a confeccionar y firmar recetas.Todas estas prácticas representan una falta grave a la ética médica, y de hecho hay profesionales que se resisten a ellas. El recordado cirujano René Favaloro ya advertía sobre los males de la mercantilización de la medicina.En el libro "Conversaciones sobre ética y salud" opinó: "Todo parece tener una etiqueta con el signo pesos. En medicina, lamentablemente, muchas decisiones se toman con el bolsillo y no con criterio científico. Tenemos que recordar que decidimos sobre personas con rostros, con sentimientos, con familias, y eso me preocupa mucho".
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