EDITORIAL
Los míticos indecisos, esos que definen las elecciones
A una semana de las elecciones PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), los encuestólogos especulan que la llave que define la polarización electoral en Argentina pasa por ese elector que aún no ha resuelto su voto.
La disputa por la presidencia, que arranca con las elecciones primarias del domingo 11 de agosto y continúa luego con las generales de octubre, se estaría dando entre el oficialismo de Juntos por el Cambio y la coalición opositora del Frente de Todos. Las encuestas hablan de “elección cerrada”, en la que ninguna fuerza política saca ventaja sobre la otra, una paridad que finalmente se rompería esta semana cuando los “indecisos” se inclinen por alguna de las opciones. En teoría “indeciso” es quien no puede elegir una opción entre varias que se le ofrecen, ni decidirse a ejecutar una acción, ni seleccionar una estrategia, ni orientarse hacia un determinado rumbo renunciando a otros. El concepto llevado al mundo electoral remite a una figura casi mítica. En efecto, un halo de misterio rodea a estos electores que, de acuerdo a los sondeos, aún meditan su decisión o ni siquiera analizaron la oferta electoral. Típicamente, este grupo de personas dice que irá a votar, pero al ser consultado rehúsa dar una opinión sobre sus preferencias electorales. La imagen estándar que se suele tener del indeciso es de alguien al margen del proceso político, dominado mayormente por la apatía y la indiferencia hacia la cuestión ideológica y partidista. En las antípodas del “politizado”, el tipo humano que milita fervientemente por alguna causa política, implicado en el poder (porque aspira a él o por interés cívico), el indeciso se asimilaría al rol de espectador de los asuntos públicos. Siguiendo esta lectura, el dato paradójico es que dado que los indecisos son los que finalmente inclinan la balanza en los procesos electorales polarizados, resulta que el poder descansa en la opinión de este grupo de bajas calorías políticas. En teoría las democracias, regímenes definidos por el “gobierno del pueblo”, requieren de una ciudadanía activa, altamente participativa e informada, definiciones que escapan al concepto de indeciso. Se ha construido una mitología alrededor de esta figura electoral. Sobre todo por la importancia estratégica que finalmente tiene, y el interés de las fuerzas políticas por seducir al mentado votante indeciso. Los estrategas electorales creen que este grupo representa una mina de oro para ganar una elección. Por eso hacen ingentes esfuerzos por saber quiénes son, qué es lo que esperan y qué promesa electoral los seducirá. Algunos especialistas los definen según tres tipos de personas: 1-Alguien que no quiere decir a quién va a votar (algunos le llaman “voto vergonzante”); 2-Alguien que siente una simpatía primaria hacia un candidato, pero es un sentimiento que aún no ha logrado hacerlo consciente; 3-Alguien que no sabe aún a quién va a votar positivamente, pero sí sabe a quién no va a votar. Los encuestólogos, para detectar hacia dónde se volcarán los indecisos, suelen estudiar sus rechazos o aversiones políticas. La pregunta de rigor, en este caso, es “a quién no votaría”. A partir de la base de que sus votos se van a decantar en función de lo que no quieren, de lo que rechazan, se puede inferir sobre las “certezas” ocultas de los llamados indecisos.
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