Los rasgos propios de la argentinidad
Así como las personas, las empresas, las tribus o las familias poseen marcas identitarias características, es factible detectar algo parecido en los argentinos. Pedro Luis Barcia trazó no hace mucho algunos rasgos típicos nacionales.Lingüista reconocido, profesor e investigador universitario, y hasta hace poco presidente de la Academia Argentina de Letras, el gualeguaychuense es considerado quizá uno de los pocos humanistas que quedan en estas pampas.No muchos como él dominan no sólo la literatura universal sino la argentina. Su conocimiento sobre los autores locales y sus producciones lo convierte en un experto en la cultura nacional.Desde este lugar, Barcia se revela como una voz autorizada para hablar de las cosas del país y su gente. El 2011, en una conferencia en la Bolsa de Comercio de Santa Fe, habló de los rasgos de identidad de los argentinos.Con ese estilo discursivo particular que tiene, donde la erudición es asistida por el humor, Barcia llamó la atención, en la ocasión, que en el país abundan los ensayos de auto-indagación. Hay algo allí, apuntó, de narcisismo. "Nos gusta hablar de nosotros mismos", dice.Esto es propio de las personalidades inseguras. "No sabemos bien quiénes somos y por eso vivimos auscultando la realidad para poder definirnos", teorizó. Tras indicar que esto está conectado, también, con un estado de insatisfacción.Obsesionados por lo que nos falta, los argentinos no gozamos de lo que tenemos. Barcia dijo que hay escritores argentinos que explican históricamente esta psicología -aunque pueda sonar un "mamarracho"- en el hecho de que los españoles vinieron al nuevo continente con la esperanza de encontrar una cosa y se toparon con otra.Los argentinos somos hospitalarios: "No somos desconfiados con los que vienen, le damos las manos de entrada, le ofrecemos la casa". También poseemos una percepción rápida de las cosas. Aunque esto por un lado nos puede ayudar a "salir del brete", por otro alimenta cierta suficiencia y arrogancia.También somos expresivos: "El argentino no es confidente de cosas secretas, digamos, de cosas íntimas. Pero sí es expresivo para manifestar su adhesión, su entusiasmo, su reencuentro con una persona".El argentino es verbalista, aunque ha tenido presidentes que no eran de hablar tanto, como Hipólito Irigoyen, y el propio Arturo Frondizi, que sabía manejar el "derecho al silencio".Barcia rescata que los extranjeros han visto que los argentinos somos tristes. "Parecemos tan divertidos, tan chacoteros pero, sin embargo, han señalado que tenemos un dejo de tristeza".Paralelamente hay un rasgo dominante: el triunfalismo. "Vamos a sumarnos siempre al que va más o menos vencedor (...) Nosotros somos triunfalistas, queremos estar siempre a la cabeza y estar acompañando a las elecciones. Es grave eso", enfatiza.El otro aspecto es que somos maniqueístas: "Dividimos como imanes la realidad en dos; buenos y malos. No tenemos matices". Pero encontrar los matices, según Barcia, "es lo que al hombre lo hace inteligente". Hay, además, algunas tendencias que nos traicionan. Como la improvisación (cualidad del payador): "Nos fiamos muchos de lo repentino, en la capacidad para solucionar problemas improvisando".Después está el "neofilismo", la tendencia a entusiasmarse con lo último que sale; ser más ideólogos que realistas (queremos cambiar la realidad sin conocerla de verdad); y por último la anomia, el desapego a la norma, "el cáncer del país en todos los campos".
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