Macri-Cristina dos polos que se atraen para seguir viviendo
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El gobierno de Macri ya no tiene mucho margen de error. Se lo impuso a sí mismo después de los despistes del año pasado y la cercanía de un año electoral. Cada derrape le implicará un costo político que quizás pague electoralmente. O no. Jorge Barroetaveña El tren que la justicia puso en marcha el 10 de diciembre de 2015, podría estrellarse este año. Todas las causas que de golpe se reactivaron en dos minutos, más las nuevas que se sumaron profusas en los últimos meses, desembocan en año electoral y en varias de ellas hasta la libertad de la ex Presidenta podría estar en juego. La verba inflamada del kirchnerismo denuncia el angostamiento de las garantías constitucionales y está a un paso de hablar de dictadura. Fue algo gracioso verlo y escucharlo a Parrilli quejarse de las escuchas cuando el gobierno anterior montó un servicio de inteligencia paralelo que puso en mano del General Milani.En este contexto la carrera entre la conveniencia oficial, la percepción general y lo que piensa Cristina Kirchner no es la misma. Muchos de los que lo votaron a Macri creen a esta altura que el gobierno está haciendo todo lo posible para que Cristina no vaya presa y sea candidata en octubre. Es lo que indica la cátedra política. El gobierno lo niega pero el tufo es ese. También es cierto que si alguna vez queremos un país serio, un poder no deber meter las narices en el otro y la independencia de la justicia no puede ser menoscabada por nadie, en ninguna circunstancia. Pero es la Argentina mi amigo, y todos desconfiamos de todos. El respeto por la norma, en lugar de ser interpretado como fortaleza, se percibe como debilidad, y si Macri no dice públicamente que quiere ver a Cristina presa, es porque no la quiere ver presa. Claro, la propia Cristina y su entorno y sus seguidores, están convencidos exactamente de lo contrario. Los dos conviven con sus propios electorados, aunque es el Presidente el que lleva las de perder. Buena parte de los votos que lo llevaron a la Rosada, pedían venganza, que Cristina fuera presa y ahora hasta se preguntan si no se han puesto de acuerdo. Increíble pero real.Por más esfuerzos que haga hay algo que la cátedra política marca: al que más le conviene Cristina candidata es al gobierno. No hay dudas. La potente imagen que de la ex presidente actuará a modo de divisoria de aguas en el electorado peronista y lo pondrá a Sergio Massa en la encrucijada de tener que decidir si la enfrenta o no. Será, al cabo, una pelea por ver quién se queda con el liderazgo de ese amplio abanico llamado peronismo y quién le impone las condiciones de la rendición al otro. Massa coquetea al mismo tiempo con Stolbizer y los gobernadores peronistas, hace equilibrio para congraciarse con ambos que lucen como el agua y el aceite. Pero todo es posible en un eventual armado electoral que, quizás, deje bajo un paraguas a la definitoria Provincia de Buenos Aires. Este escenario es el mejor posible para las ambiciones oficiales. Un electorado partido en tres que le permita potenciar el tercio que lo acompaña, más allá de la evaluación que haga de la gestión.El devenir de la justicia pondrá en el banquillo de los acusados a lo largo del año a todos los capitostes kirchneristas, con Amado Boudou a la cabeza por el escándalo de Ciccone y la Casa de la Moneda. Cuál será el impacto político de semejante desfile y exposición de las miserias del anterior gobierno, nadie lo sabe pero es obvio que no pasará desapercibido ante el electorado. Con la economía en muletas, Macri confía que eso servirá para morigerar la evaluación de sus primeros dos años de gestión. El confía, muchos no pondrían las manos en el fuego por eso.Como si la economía no le trajera dolores de cabeza, la bomba del Correo estalló en medio del gabinete, para potenciar las eternas especulaciones de la relación entre lo público y lo privado y el pasado de las empresas del grupo vinculado al estado. El conflicto por el correo el estado lo arrastra desde el 2003. Néstor Kirchner nunca quiso darle un corte, quizás como piedra de negociación y presión, en su maleable relación con los grupos económicos. Al cabo será la justicia la que tenga que dar la última palabra sobre el acuerdo al que se llegó. De hecho hay dos denuncias para que se investigue. Pero Macri no le puede escapar a su pasado. Llegó mirando de reojo al establishment, sin embargo siempre perteneció a él y sus oscuras relaciones con los poderes de turno. Ese fantasma no lo podrá abandonar nunca.Los que conocen en la intimidad al Presidente afirman que volvió distinto de sus últimas vacaciones en el sur. Que está más hosco y concentrado en tomarle examen a todos sus colaboradores y no perdona distracciones. Tanto que no tuvo empacho en echar a un amigo personal como Melconián del Banco Nación. Macri convive con otro estigma que lo ha perseguido a lo largo de su carrera: la subestimación. Ahora dudan de su capacidad para pilotear ese delgado equilibrio entre la política y la economía. El se aferra a su placard. Lo abre y aparecen todos los políticos tradicionales que fue dejando en el camino. Ninguno daba dos mangos por su carrera.
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