Macri, el peronismo y Cristina: una carrera contra el tiempo

En medio de los corchazos por el inicio del promocionado segundo semestre, la carrera contra el tiempo que libran el gobierno y el peronismo sigue cabeza a cabeza. Llegará a la meta el que primero logre enderezar su barco y quedar mejor parado para las legislativas del año que viene. Jorge Barroetaveña Ambas carreras tiene corredores y componentes bien diferenciados. Por el peronismo se alistan todas las variantes actuales en sus diferentes vertientes. Está Cristina allí y su kirchnerismo residual, omnipresente en cada paso que da la oposición. Están los gobernadores y su brazo ejecutor que son los diputados y senadores. Está Miguel Ángel Pichetto, el sobreviviente de mil batallas que reserva una cuota de poder no menor. Están los líberos que hacen y deshacen a gusto, dándose el lujo de negociar con el gobierno por su cuenta: Sergio Massa y José Manuel De la Sota. Y están las viudas de lo que fue el kirchnerismo que empezaron a buscar marido para formalizar.Ese conglomerado variopinto es el principal reaseguro de Macri hoy. De las dificultades que tiene para articularse, es el tiempo del que gozará el gobierno para enderezar el barco de la economía, sacar al país de la recesión y volverlo a poner en la senda del crecimiento.La reunificación peronista es una tarea ímproba. No sólo porque le sigue a una derrota electoral, siempre dolorosa y más para un partido de poder, sino por la lluvia de denuncias y acusaciones que sobrevuelan esos años. La pelea entre casos aislados y sistema montado para delinquir no es menor en esta pelea. Una cosa es López sólo con su delincuencial acto de los bolsos en el convento, y otra es la sumatoria de Jaime, De Vido, Fernández, Boudou, y hasta la propia ex presidenta. Esa carga, es imposible de soportar para cualquier partido, más aún en un proceso de descomposición como el Frente para la Victoria. La larga saga de denuncias, allanamientos y procesamientos arrancó el enero y no paró más. La dinámica es tal, que las tribulaciones judiciales del kirchnerismo no salen de la tapa de los diarios y las columnas de los noticieros. ¿Hasta dónde llegará? ¿Comenzará a diluirse su impacto en la opinión pública? Hasta dónde llegará sólo lo sabe el cuestionado Poder Judicial. Cuán durable será su impacto también se ignora. En ese mientras tanto vive y respira el gobierno de Cambiemos que intenta enfrentar sus propios fantasmas, económicos y políticos.De la política vienen dos, que hasta ahora sobrelleva con cierto éxito. En el Congreso de la Nación ha podido sacar leyes importantes sin tener mayoría, algo sorprendente para un gobierno no peronista y que no maneja buena parte de las provincias. Haciendo equilibrio, combinando alguna derrota en el medio, ha podido mostrar que cuando necesita del Parlamento puede contar con él. Tiene para eso la anuencia del massismo que todavía hace equilibrio entre ser oficialista y opositor y el desgajamiento paulatino pero persistente del Frente para la Victoria. Hay otro fantasma con el que convive el macrismo: Cristina presa. El debate atraviesa a todo el gobierno y se instala derecho en la Casa Rosada. No sólo por las consecuencias de un ex presidente tras las rejas, algo que ya pasó con Carlos Menem.Sin embargo, la dinámica judicial tiene vida propia y el gobierno no la puede controlar. Si bien en la génesis de la gestión hubo algún intento, la francotiradora Carrió se encargó de abortarlo con un par de tiros certeros. Hoy los jueces deciden en libertad, aunque saben que la guadaña de la destitución está muy cerca de varios de ellos. La iniciativa de auditar los juzgados federales y las causas contra la administración pública más resonantes, es una guadaña que comenzará a pender sobre la cabeza de varios. La iniciativa, aprobada por unanimidad por el Consejo de la Magistratura pero impulsada por entidades intermedias, sobre todo el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, es un soplo de aire fresco destinado a ventilar un poder que se prestó a la convivencia y a la connivencia con la política en las últimas décadas.La responsabilidad de los jueces y fiscales fue tal, que no sólo omitieron, es probable que en muchos casos hayan sido cómplices del vaciamiento del estado. La inacción de los jueces federales permitió el robo de cientos de millones, algo que pudo haberse evitado si hubieran actuado como tales. Las presiones, las amenazas o simplemente las omisiones no sirven para explicar semejante inacción. En la mayoría de los casos fue complicidad y no otra cosa.En el gobierno creen que varios seguirán el camino de Oyarbide que prefirió renunciar antes que ser sometido al juicio político. Aunque también se trata de un camino incierto y paradójicamente injusto. Si los jueces fueron corruptos deberán pagarlo como corresponde y no dedicarse a gozar de su jugosa jubilación y de alguno de los otros beneficios obtenidos en su cuestionada carrera.Mientras tanto, en la Ciudad Gótica del Sur, Cristina Fernández de Kirchner tipea sola frente a la computadora de su casa, mientras una legión de policías federales allana sus propiedades. La casa de Río Gallegos fue la única que el Juez Bonadío no incluyó en el listado de propiedades para ser allanado. Tuvo la delicadeza de evitarle ese escarnio público a la ex mandataria. El poder es difícil de manejar. Su ausencia, para cualquier mortal, es terrible. Cristina tuvo todo y más. Hoy, le queda poco y nada de aquella influencia. Triste, solitario ¿y final?
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