Macri quiere libre a Cristina, pero el peronismo ya la imagina presa
El desierto económico por el que atraviesa la Argentina todavía no tiene oasis. La política, que pintaba ser lo más complicado para Cambiemos, fue lo más fácil. La economía, llena de técnicos y pensadores, todavía no da señales de vida. Jorge Barroetaveña El Presidente luce cansado. Después de someterse a las preguntas de varios de sus colaboradores, encargó tres entrevistas con medios nacionales. Dos que ya se vieron, la de Fantino y el noticiero de Telefé y otra que se verá esta noche en el programa de Jorge Lanata. Macri luce cansado, distendido pero cansado. Agobiado seguramente por las fenomenales presiones que se deben sentir y dándole la razón a los que han dicho que para ser Presidente de Argentina tenés que estar un poco, o del todo, loco. Y debe ser así nomás.Cuando el 10 de diciembre del año pasado Cambiemos se hizo cargo del gobierno todo el mundo se preguntaba por la herencia y cómo harían para controlar al peronismo en la oposición, una tarea ímproba ante la que el último gobierno que no fue de ese signo sucumbió sin dobleces.Pero el ala política se rebeló mucho más eficiente que la económica. Con Frigerio a la cabeza, manejando la siempre tempestuosa relación con los gobernadores y Monzó y Pinedo en el Senado todo fue más fácil. En el medio contribuyeron grandemente los bolsos de López, el video de 'La Rosadita' y las andanzas de unos buenos muchachos de apellido Báez, De Vido, Fernández y compañía. La caja, que representa el principio y fin para los que administran, hoy está en otras manos, que no dudan en hacerla valer.La ristra de gobernadores, intendentes y legisladores de todo signo y pelo desfilan todas las tardes frente a Frigerio, que escucha los pedidos más insólitos y trata de hacer equilibrio para dejar contentos a todos. El Ministro del Interior se ha vuelto un hombre clave en el armado de poder macrista y el fiel de la balanza ante los técnicos que coparon buena parte del gobierno. Sólo él sabe cuán lejos llegan sus ambiciones, lo cierto es que, queriéndolo o no, es el hombre que tiene la llave de la relación con casi todo el espectro político opositor.Su contracara es José Aranguren. El ex CEO de Shell se ha vuelto el blanco predilecto de propios y extraños, y ha dado motivos suficientes. La chapucería que cometieron con el reajuste de las tarifas es el principal costo político que Macri ha tenido que pagar en estos meses. Ni siquiera el salto inflacionario después de la devaluación ha representado tanto impacto como las facturas de 28.000 pesos que recibieron algunos usuarios. La judicialización del conflicto terminó de embarrar la cancha, aunque parece haberle dado un paraguas protector a la improvisación del gobierno. La Corte Suprema tendrá la palabra final, aunque Lorenzetti ya lo habló con Macri y se respetaría el tope del 400%, con la obligación de convocar a audiencias públicas.El torniquete oficial sobre las tarifas, de todas maneras, no alcanza para tapar los agujeros. La crisis energética que atraviesa la Argentina llevará años poder superarla, con todo lo paradojal que ella implica y es que, para crecer necesitamos energía que es lo que hoy, justamente, escasea.Bajar la inflación en medio de un proceso recesivo también traerá sus costos. Nadie sabe bien si la inflación baja por el ajuste o porque el consumo se desplomó. O por las dos cosas. Saberlo es importante porque si las dos variables no se separan, será mucho más difícil volver a crecer.En una de las entrevistas de la semana, el Presidente, volvió a hacer hincapié en el blanqueo. El gobierno parece apostar mucho al ingreso fresco de dólares, lo que podría facilitarle tomar menos deuda para hacer obras de infraestructura, hoy la gran obsesión del oficialismo. Saben que las obras traerán más ocupación y eso repercutirá en el resto de la economía. Ni la lluvia de inversiones ni la promesa vacía de muchos empresarios locales alcanzan ya para conformar el ánimo presidencial. "Yo conozco a cada uno de los empresarios de la Argentina, sé lo que han hecho y lo que pueden hacer. Les pido que dejen de gastar la suela pateando pasillos en los ministerios y se dediquen a producir y competir. Les vamos a crear las condiciones para que lo hagan, que compitan". Más claro. Imposible. Los empresarios tienen para con él una imagen parecida. En rigor, los que conocen la interna entre ellos, cuentan que nunca lo vieron como a un par. Su padre, Franco, sí les inspiraba respeto porque se hizo desde la nada, pero a él le tocó heredar un imperio. Y esa visión, de ida y vuelta, se nota en la relación.Por ahora, la política y la economía se ven afectadas por el efecto placebo de la corrupción kirchnerista en sus distintas formas. El fantasma de ver a Cristina Fernández de Kirchner presa atribula a más de uno y provoca encendidos debates. Al gobierno, a una parte al menos, le conviene Cristina libre, a los gritos y enojada. Es la contracara perfecta de lo que quieren mostrar. Al peronismo, le conviene una Cristina fuera de la cancha, que no les dificulte el proceso de reconstrucción e intento de vuelta al poder. Los mismos que hasta hace un año se codeaban por aplaudir en los salones de la Casa Rosada las diatribas de su jefa, hoy huyen en bandada tratando de acomodarse a los nuevos tiempos. ¿Es el peronismo? Es la política. Y de eso los peronistas conocen mucho. Jorge Barroetaveña
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