EL TERCER MINISTRO DE ECONOMÍA DEL MES
Massa, el hombre de las mil caras, busca resucitar al gobierno
Si la ambición de Massa está a la altura de su futura performance como ministro, tendrá el camino allanado para ser candidato presidencial como desea con fervor desde hace años. O volverá a serlo, esta vez con el apoyo de ‘todo’ el Frente de Todos que se abraza a él como la última tabla de salvación.
Jorge Barroetaveña
Es extraña la política que hace cambiar conceptos y opiniones. Desde la que el mismo Massa tenía de los ‘ñoquis’ de La Cámpora, a los que prometió barrer en campaña, hasta la que la misma Cristina tenía de él, no ahorrando adjetivos descalificativos e insultos varios para su persona. Hoy, ambos, los dos, son las dos patas sobre las que se asientan los restos del gobierno de Alberto Fernández, el Presidente que ya no gobierna.
Fue patético ver cómo el mandatario dejó el acto de asunción de Massa el miércoles, sólo, mientras el flamante Ministro se fundía en abrazos de todos los colores en medio de los cantitos de los muchachos del Frente Renovador. Avergonzado, el propio Massa les pidió que se callaran la boca.
El clima de euforia que rodeó su asunción se pareció más a un recambio presidencial que otra cosa. Encima el Presidente se olvidó de agradecerle a Batakis y Scioli, los breves servicios prestados, lo que sumó más confusión. Después de mucho remar, finalmente el líder del Frente Renovador está ante la posibilidad de su vida: demostrar en los hechos su capacidad de trabajo y la flexibilidad de sus ideas, algo a lo que deberá sumar a sus aliados kirchneristas.
Si le va bien, esa foto con Cristina en el Senado quedará en la historia. Como buena jefa que le da la venia a su encargado, no hizo faltar decir una sola palabra. La imagen valió más que cualquier otra cosa y sirvió para establecer cómo es la relación de poder.
En sus primeras horas como Ministro, el tigrense empezó a probar los límites de la alianza gobernante. Los principios que anunció son los que el mercado, con matices, quería escuchar. Ajuste fiscal, cuidado de las reservas y austeridad en el gasto. Varios de los intentos que se hicieron por sumar a algún peso pesado no dieron resultado. Nada lo asusta a Massa. Todavía puja por quedarse con el área de energía, a sabiendas que fue el campo de batalla que le costó la cabeza a Guzmán. Es que la reducción de los subsidios en las tarifas es vital, no sólo para ahorrarle dólares al estado, sino para mandar el mensaje de hasta dónde están dispuestos a aplicar recetas ortodoxas para bajar la inflación. Y cuánto resiste el kirchnerismo bancando esas políticas, contrarias a su ser.
En el camino quedarán girones pero no importa. Más allá de los gritos de Grabois que ahora amenaza con dejar en minoría al oficialismo en Diputados o de algunos kirchneristas duros que mascullan por los rincones, no hay muchas alternativas. O el barco se hunde y con él todos los que van encima, o algún iluminado los salva. No importa quién a esta altura.
El ejercicio de los últimos días ha vuelto a demostrar hasta dónde se pueden elongar los principios del peronismo y el pragmatismo de sus actores. Massa intentará hacer lo que siempre pensó, desde sus orígenes en la UCEDE, haciendo equilibrio entre sus aliados en medio de las urgencias. Pero su objetivo de ser Presidente puede más, y sabe que será la gloria o Devoto.
La unción del nuevo Ministro de Economía, invisibilizó el alegato de la fiscalía acusando a Cristina Kirchner de encabezar una organización destinada a robarle al estado, en el marco de la investigación por el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz hacia Lázaro Báez. La expresión “matriz extraordinaria de corrupción” quedará en la historia porque nunca antes se hizo semejante acusación a quien ha sido dos veces Presidenta de la Nación, legisladora y ahora Vice.
La cara demudada de Cristina mientras escuchaba semejante cosa lo decía todo. A las pocas horas, sólo su gente más cercana salió a defenderla. Ni el Presidente, ni Massa dijeron una palabra sobre la acusación. Tampoco los funcionarios que les responden, salvo honrosas excepciones.
Es que una cosa son los debates televisivos y las acusaciones al voleo y otra es que un fiscal federal, en el marco de un juicio oral, formule su acusación. Para el kirchnerismo es law fare, para el resto es justicia. Pero es justamente lo que Cristina no quería, llegar a esta instancia.
Debe ser particularmente humillante para alguien poderoso verse sometido a un proceso así. La ex presidenta podrá ser condenada pero nunca irá presa. Su edad, los tiempos de la justicia y los fueros harán lo suyo. “A mí me absolvió la historia”, dijo no hace mucho, buscando zafar de una eventual condena terrenal. Pero, siempre hay un pero, la historia se escribe todos los días. Lo peor es que nunca termina. Para bien o para mal. Para desasosiego de la protagonista.