
Massa y Urtubey tienen un acuerdo tácito. El que queda en pie después de la larga carrera asumió el compromiso de apoyar al otro. Es que el peronismo no K vela sus objetivos como quien está dispuesto a ir a la batalla sabiendo que los sacrificios serán grandes. El triunfo, la derrota y el futuro, son parte del combo.
Jorge Barroetaveña
Los ocho gobernadores que sustentan las ambiciones de Alternativa Federal saben que tienen pocos caminos por recorrer. Si bien a lo que apuestan es a recuperar el poder nacional, tampoco quieren volver a ser el furgón de cola de Cristina. Es que la sola idea de imaginarla otra vez en la Presidencia los espanta. No se comen el verso de la Cristina herbívora, que habla con todos y está dispuesta a renunciamientos. "Ella no va a cambiar porque forma parte de su esencia. Pero nosotros no queremos discutir eso, es el pasado. Va a venir otra cosa y ella y Macri quedarán atrás. Es inevitable", redondea uno de los que aspiran al precio mayor. Claro que sacarse de encima a la ex presidenta tiene un costo alto. Un costo alto que ellos mismos generaron al no poder consolidar otro liderazgo en el PJ. También tuvieron la 'colaboración inestimable' de Mauricio que cometió todos los errores que pudo en materia económica, depositando en un mar de confusiones cuánto hubo de herencia y de impericia propia. Lo única verdad es la realidad y esa indica que Cristina sigue teniendo un caudal de votos importante y preeminencia sobre un sector importante de la dirigencia. Eso mismo nos lleva a la pregunta para la que nadie tiene respuesta certera: ¿alcanza eso para ganar el año que viene?
Macri en su peor momento puede ser derrotado. Aunque no sólo por Cristina, sino también por otros eventuales candidatos que el PJ pueda erigir. Claro que la de hoy es una fotografía y nadie puede dar certezas sobre el comportamiento electoral cuando llegue la segunda vuelta, como todo indica que podría suceder. Y más allá. ¿Y si la candidata fuera María Eugenia Vidal y no Macri? ¿Y si desdoblan los comicios en la estratégica Buenos Aires tal como han hecho ya en otras provincias?
Todas estas variables pueden tener un impacto impredecible en la elección, tanto como la seguidilla de resultados que habrá en el interior. En las últimas elecciones nació la 'ola amarilla'. En la oposición se ilusionan con una ola del PJ que instale la sensación de victoria en la general. Pero imaginar eso sin saber quién será el candidato y si el peronismo irá dividido a la elección es ciencia ficción. Los pobres encuestadores hacen malabares para elaborar preguntas que los puedan acercar a la decisión del electorado, hasta terminar en la clásica 'imagen' de los políticos y la gestión de gobierno.
Los dos últimos antecedentes electorales sirven de muestra. Las encuestas previas al ballotage del 2015 le daban a Macri al menos 10 puntos de ventaja. Terminó ganando por apenas un punto y medio. El año pasado (sí, el año pasado no hace diez) Cambiemos ganó por un margen bastante mayor al que daban las encuestas. Esos corrimientos del electorado se producen en los últimos días y obedecen a factores que hoy, son imposibles de medir. En una elección cerrada como se avecina, es difícil aventurar qué sucederá. Un punto puede ser el límite entre perder y ganar. Ni más ni menos.
De todos modos hay algunas cosas que se mantienen estables, en medio del tembladeral. Son los tres tercios del electorado. Uno apoya a Cambiemos. Casi pase lo que pase. Es un núcleo duro, profundamente anti-kirchnerista que hasta ahora ha demostrado que su apoyo excede las cuestiones económicas. Otro, profundamente anti Macri, que tampoco lo votaría en ninguna circunstancia. Es donde Cristina es más fuerte, vaya obviedad. El último es el mar donde todos quieren pescar. Las encuestas afirman que es un electorado con simpatías varias, aunque la del peronismo es la más influyente. En el 2015, a la hora de los bifes, esos votos fueron a Cambiemos. Hoy ese electorado está desencantado, enojado, ofuscado y busca dónde canalizar esos sentimientos. Hasta ahora, nadie los ha podido contener. Ningún liderazgo alternativo ha nacido, seguramente porque no ha acertado en transmitir lo que la sociedad demanda. Es un vacío que pide a gritos ser llenado, algo que, inevitablemente ocurrirá. En Brasil apareció un tal Bolsonaro. Argentina no tiene la estructura social brasileña ni ha vivido el proceso de manos limpias que depositó en la cárcel a un ex presidente popular como Lula Da Silva.
Sí sucederá algo histórico y es que un gobierno no peronista podrá terminar su período constitucional sin tener que irse antes. Poco seguramente para las demandas sociales, pero mucho para el maltrecho sistema institucional argentino. Habrá que conformarse con eso, pasito a pasito. El camino se hace largo, demasiado. Más si los conductores no tienen el carnet habilitante. Es lo que hay.