Mate y siesta, disfrute lugareño
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En cuanto a usos y costumbres, los entrerrianos tenemos nuestras particularidades. Por ejemplo, seguimos dos antiguas tradiciones: tomar mate y dormir la siestaLa expresión "panza verde", con la que se describe a los nativos de este territorio, siempre se prestó a confusión. Es lógico que se creyera que es por la devoción autóctona al mate.Los historiadores aclaran, sin embargo, que así se identificaba a los soldados del general Francisco Ramírez, cuya pechera blanca se teñía de verde cuando se arrastraban por el pasto durante los combates.Como sea, aquí el amor criollo por la infusión de la yerba mate es cosa seria y es una práctica que se remonta a los antiguos pobladores del territorio, concretamente de los aborígenes guaraníes.Este pueblo originario vivía en una región donde crecía, en forma abundante, la planta silvestre de yerba mate. Los guaraníes sorbían el mate en pequeñas vasijas de barro, reteniendo la yerba con los dientes.Los españoles recién llegados adoptaron la infusión. Pero perfeccionaron la forma de consumirla creando la bombilla. Lo cierto es que el mate se incorporó desde entonces a la vida cotidiana, llegando la práctica hasta nuestros días.Es difícil no hallar un mate, una bombilla, un termo y un paquete de yerba, en un hogar entrerriano, por más humilde que sea. El mate no distingue entre ricos y pobres, no hay colores ni clases sociales para compartirlo, no hace diferencia de género ni de edad. En cuanto a usos y costumbres, los entrerrianos tenemos nuestras particularidades. Por ejemplo, seguimos dos antiguas tradiciones: tomar mate y dormir la siesta Según estadísticas, Entre Ríos es una de las provincias argentinas que marchan a la vanguardia en el consumo de yerba mate. Cada habitante consume por año entre 7 y 8 kilogramos de yerba.Gualeguaychú, ciudad en la que se celebra el Matencuentro -acontecimiento que ha tomado gran trascendencia en los últimos años-, es exponente de esta costumbre en torno a la mateada.Además, cuenta con el Patio del Mate, donde se venden artesanías relacionadas con esta práctica. Y en la zona portuaria se erige la estatua de Nuestra Señora Gaucha del Mate, una advocación de la Virgen María que nace en América del Sur.Los entrerrianos tenemos una identificación plena con el mate, que es visto como un símbolo de compañía y encuentro. Cebarse "unos verdes" es un ritual entrañable en estos pagos.La otra costumbre es la siesta, otra antigua práctica bien criolla y de los habitantes del interior. Los porteños se ríen de esta costumbre de dormir algunos minutos luego del almuerzo, a la que identifican con la pura vagancia.Sin embargo, hoy la ciencia y la medicina recomienden este reposo al mediodía. Y preconizan cortar la jornada con un descanso, para retomar las actividades con nueva energía y concentración.En Entre Ríos la siesta se asocia a un mito de la zona rural: La Solapa. Según esta creencia las familias que trabajaban la tierra desde horas muy tempranas, necesitaban descansar a la siesta, sobre todo en verano.Pero la pausa dejaba a lo gurises a su libre albedrío. Una manera de protegerlos, evitando que se alejaran de la casa, donde existen siempre peligros y tentaciones, era asustarlos con La Solapa.Este mito cumple así una función social: mantener a los chicos cerca de sus padres mientras éstos descansan. Según la cultura popular La Solapa es una mujer mala y fea, muy alta, de largo vestido blanco y con un gran sombrero, que aparece sigilosamente en forma sorpresiva a la siesta y se lleva a los gurises que a esa hora andan fuera de su casa.
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