OPINIÓN
Milei, entre la legitimidad de origen y la legitimidad de ejercicio

Curso acelerado de gobernabilidad. El detalle es que se hace en medio de la crisis económica más pavorosa que los argentinos recuerden. Eso no significa ‘extrañar’ lo anterior que también fue malo. Pero están las expectativas de haber votado a alguien que dijo iba a patear el tablero y repartir de nuevo.
La dosis exacta de impericia propia y avivada ajena se desconoce. El gobierno de Milei osciló, desde que sacó el famoso DNU y luego envió la Ley Ómnibus al Congreso, entre su incapacidad para generar consensos y la ignorancia de cómo hacerlo. Del otro lado, “la casta”, la sabe “lunga”. El oficialismo siempre tuvo la ventaja de enfrentar a una oposición dividida, a priori con diferentes intereses. Eso debería haber facilitado la cuestión, pero no fue así. Quedó en medio de infinitos tironeos que no supo administrar y que, es cierto, dejaron la Ley en un limbo. Mientras Francos negociaba en una oficina, otros funcionarios se dedicaban a defenestrar a sus interlocutores o el Presidente hacia alguna de sus habituales incursiones en redes, echándole sal a la herida. Los libertarios deberán saber que hacer política no significa incurrir en un delito, que para administrar un estado, esto es los intereses de todos, hay que aplicar políticas de estado y que para eso, la eficiencia es clave.
Es cierto que Milei goza de la legitimidad que le dio el 55% de los argentinos. Esa legitimidad de origen no se la sacará nadie. Pero las democracias modernas, han construido con el avance de los tiempos, la legitimidad de ejercicio. Que está ligada, estrechamente, a la eficacia para gobernar. Esta legitimidad es tan efímera como inasible. Es un reloj que corre sin parar. Hace mucho tiempo, los politólogos la definían como “luna de miel”. Este tiempo se ha ido acortando cada vez más y, en el caso de la Argentina, la crisis permanente que se vive la ha hecho trizas. El hándicap del que goza el nuevo gobierno, es que no veníamos del paraíso ni mucho menos. Era lo más parecido al infierno, en el que todavía seguimos. Cuánto se extenderá esa ventaja, nadie lo sabe, pero tiene fecha de vencimiento.
La negociación por la Ley Ómnibus la había terminado de convertir en un engendro de difícil aplicación. Para los opositores más cerriles, léase el kirchnerismo, lo era desde que nació. Para el resto había de todo para retocar. En primer lugar, varios de los “kioscos” de la política. Las facultades delegadas las tuvieron todos los presidentes de la democracia moderna de la Argentina. Los DNU los utilizaron todos los presidentes, algunos más que otros incluso, de la democracia moderna argentina. Y si no, a las pruebas hay que remitirse, ahí está la justicia para reclamar, que ya paró muchos temas del DNU aceptando recursos de amparo. Será la Suprema Corte pues la que tenga la última palabra. Así funciona la democracia.
Quizás azuzado por los que le soplan al oído que si no es ahora no será nunca. O que es preferible seguir dando gestos de autoridad para la tribuna, a la decisión de retirar la ley, le siguió la redoblada apuesta de finiquitar el Fondo de Compensación y con eso los subsidios para el transporte público del interior del país. Los allegados al Presidente sostienen que el enojo está enfocado en varios gobernadores que prometieron apoyo y después lo retacearon o directamente se dieron vuelta. Los subsidios al transporte han sido un dolor de cabeza para todos los gobiernos. No es mala la idea de subsidiar la demanda y no la oferta. La tragedia de Once es el caso más emblemático del destino que recibieron los subsidios que el estado le daba alegremente y sin control a los hermanos Cirigliano. Las reacciones no se hicieron esperar. Córdoba y Mendoza saltaron como leche hervida. Pullaro, el mandatario santafesino, con aires de resignación, dijo que se van a arreglar sin los subsidios, porque están acostumbrados a no depender de la ayuda de la Nación. El golpe, no incluyó al AMBA, motivo de reclamo del resto de los perjudicados.
Por ahora, la reacción de Milei ha sido furibunda. Quizás, la entrevista con el Papa Francisco el lunes sirva para calmar su furia contra la casta. Todavía está digiriendo la derrota, la primera grosa desde que asumió. Caputo salió a aclarar que la caída de la ley no tendrá influencia en el rumbo económico, aunque avisó que el ajuste que recaerá sobre las provincias será mayor. Eufemismos que avisan de la vendetta que se puso en marcha. Aquellos que lo frecuentan al Presidente afirman que es una persona que escucha. Que sus desbordes de temperamento no son lo habitual en él. Pero que hay cierto entorno que lo mal informa. Imposible saberlo, aunque algunos desbordes, sería bueno que los evitara. Milei ya no es candidato y no puede actuar como tal. Es el Presidente de la Nación, personal e institucional. Su palabra y sus actos tienen un alcance que antes no tenían. Es una obviedad necesaria de remarcar.