¿CÓMO SEGUIR DESPUÉS?
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Estamos atravesando una crisis. No Gualeguaychú, no Argentina, el mundo está atravesando una situación inédita que está afectando tanto a nivel personal —producto de las cuarentenas—, como mediante las consecuencias sociales, económicas y políticas de la covid-19 que no solo ya han sido enormes, sino que no han terminado aún y es probable que apenas estén empezando a resultar evidentes.
Por Luis Castillo* El número increíblemente elevado de muertes por Covid19 en países como Estados Unidos o Gran Bretaña, lo primero que pone de manifiesto es la enorme desigualdad social. En otras palabras, en el gran mundo desarrollado, las principales víctimas de la pandemia son los pobres. Veamos algunos datos en cuanto a la realidad social del gigante del norte; por ejemplo, antes de que comenzara esta crisis sanitaria, casi un 15% de la población estadounidense recibía cupones de comida; un 10% de la población no contaba de seguro de salud y solo el 20% tenía cobertura a través de Medicaid (el seguro público de salud para los pobres). La pregunta que resonó entonces fue; ¿y dónde está el Estado? En nuestro país, tras una breve tregua, se acrecentó la polarización en referencia a la falta de confianza en las instituciones estatales y el actual manejo de la pandemia —focalizado más en el gobierno que en las instituciones en realidad— y entre quienes preferirían que el Estado tuviese todavía más poder para regular conductas y obligar a los ciudadanos a someterse a pruebas y a medidas de cuarentena aún más estrictas o prolongadas, o todo lo contrario. Ahora bien, más allá de estas diferencias en las que —según mi visión—, la pandemia es un pretexto para disentir en cuestiones ideológicas más que sanitarias, la pregunta sería ¿cómo seguimos después que ésta pase? ¿Cómo encaramos la reconstrucción del profundo daño económico y social que ha provocado la presencia de este virus en el mundo y, naturalmente, en todos nosotros? Ciertos dilemas solo pueden ser resueltos apelando a la historia. Frente a situaciones críticas similares-y retrospectivamente- podemos decir que las opciones son cuatro. Cada una de ellas conlleva implicaciones económicas, políticas y sociales muy diferentes. Primera opción: Acá no ha pasado nada. Desde el punto de vista sanitario, veníamos de una ausencia de Ministerio de Salud con todo lo que desde ese punto de vista implica, un índice de pobreza exorbitante, una deuda externa impagable y una economía sin rumbo. Con este escenario, el nuevo gobierno arrancaba la pandemia. Pensar esta primera opción se me ocurre mínimamente descabellada ya que significaríano hacer ningún esfuerzo serio para reformar fallidas instituciones o resolver inequidades económicas y sociales, sería perder la oportunidad que dejan las crisis de aprender de los errores. Segunda opción: Renovación con características chinas. Lo que ha quedado claro en esta crisis es que el manejo de emergencias a gran escala requiere la existencia de un Estado fuerte. Ahora bien, ¿qué significa un Estado fuerte?Algunas voces carentes de inocencia explicaron que la infraestructura de vigilancia y control social que China ya tenía montada le permitió responder al virus de forma más rápida y mucho más eficaz que Estados Unidos, algo así como justificar que la democracia es un sistema demasiado ineficiente o caótico para enfrentar los desafíos de un mundo globalizado e interconectado. El control como fundamento de la seguridad. El dilema de la seguridad o la libertad.Sabemos (o no) que en el mundo actual son incompatibles. Tercera opción: La servidumbre digital. Ante la percepción de que es Estado no es eficiente a la hora de actuar ante las crisis, la gente deposita su confianza en compañías como Apple y Google, que intervienen para dirigir las pruebas, los rastreos de contactos y otras medidas de respuesta a la pandemia; pero no termina allí su intervención, de hecho, estas dos compañías ya han anunciado un acuerdo para rastrear contagios a través de dispositivos móviles y, por si esto fuera poco, preocupadas por la salud y el futuro de la humanidad, han ofrecido innovaciones creativas necesarias para mantener la actividad económica mientras duren el confinamiento y el distanciamiento social. No solamente ofrecen entretenernos on line de acuerdo a nuestros gustos previamente analizados por sus algoritmos de inteligencia artificial sino que ofrecen que fábricas, plantas de producción y otros sitios estratégicos para la economía sigan operando a plena escala…sin gente. Una especie de vasallaje digital.Sin darnos cuenta, cada vez más, estas tecnologías comienzan a parecernos indispensables y las empresas privadas detrás de ellas acumulan más y más poder sin que la gente siquiera se lo cuestione. Y si estas compañías manejan tan eficientemente nuestras vidas y nos dan lo que necesitamos, ¿para qué necesitaríamos un Estado gigantesco e ineficiente pudiendo tener un gobierno digital? Pero, esto es pura ciencia ficción, me dirá usted. No voy a contestarle, Ray Bradbury o George Orwell lo pueden hacer mejor y más entretenido. Cuarta opción: La renovación del Estado de bienestar. El Estado de Bienestar es —según ClaussOffe— “la explícita obligación del aparato estatal de proveer asistencia y apoyo (en dinero o prestaciones) a aquellos ciudadanos que sufren necesidades o riesgos específicos, característicos de la sociedad de mercado”. Es evidente que si bien precisamos un Estado fuerte, también deben fortalecerse las instituciones democráticas y los mecanismos de participación política para controlar y hacer rendir cuentas al Estado(función fundamental de los Concejos Deliberantes a nivel municipal);los Gobiernos deben asumir más responsabilidad y al mismo tiempo volverse más eficientes, continuar el mejoramiento del sistema sanitario público y privado así como fortalecer los mecanismos de producción tendientes a procurar más y mejores fuentes de trabajo. Debemos promover la igualdad en los estándares más elevados y no en las necesidades mínimas sin que nadie quede afuera del sistema. La tarea que queda por delante una vez que superemos la pandemia no será fácil ni breve. Esto que acabo de reseñar —demasiado brevemente para mi gusto— no es un menú de opciones ni un cierre definitivo de posibilidades, es apenas una invitación a pensar. *Escritor, médico y Concejal por Gualeguaychú Entre Todos
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