Montaña de plata negra todavía mata bolsillos rotos

El desafío de administrar un país con mayoría peronista sigue tan vigente como desde el primer día que asumió Mauricio Macri la presidencia. En apenas cuatro meses logró que todo el arco sindical, se juntara en una movilización para reclamar por el empleo. En el Congreso, una ley antidespidos espera su turno, aunque el veto se blande sobre ella. ¿Llegará la sangre al río? Jorge BarroetaveñaLa experiencia de gobernabilidad argentina es inédita por donde se la mire, para nosotros y para la región. Una mayoría social, más no parlamentaria, intenta sobrevivir ante la política y su mirada tradicional. Hace poco más de un año, cuando Ernesto Sanz, Elisa Carrió y Mauricio Macri pergeñaron lo que finalmente sería Cambiemos, habrán pensado en las dificultades que se presentarían a la hora de gobernar. Un país en estado crítico nunca fue garantía de un peronismo quieto. Menos de un sindicalismo que, ante un gobierno no peronista, lo primero que hizo fue empezar a abroquelarse, más allá de las diferencias que los separaron en los últimos años.Hugo Moyano, feroz opositor de los últimos años al gobierno de Cristina, compartió el viernes acto con Hugo Yasky, expresión sindical más acabada de apoyo kirchnerista. Ante ese conglomerado, la nueva administración deberá sortear las dificultades económicas, heredadas y generadas por su propia torpeza. Suponer a esta altura que Scioli hubiera hecho lo mismo que Macri si ganaba las elecciones sería lo mismo que preguntarse qué hubiera pasado con Perón si Evita no hubiera muerto. Suena a escaso el intento, porque la responsabilidad es ineludiblemente del nuevo gobierno y del grupo de partidos que lo acompaña.Es probable que, a Macri le falte política. Y se nota. Su formación académica le juega en contra , tanto como cierto desdén cuando escucha hablar de la construcción política. El ámbito más notable de su ausencia es la relación con el Poder Judicial. Después de los dardos públicos de Carrió contra Daniel Angelici, el macrismo se quedó sin interlocutor ante ese grupete de jueces federales, siempre ansiosos por estar en contacto con el poder político. Es que fueron demasiados años de relación con el kirchnerismo, y el vacío se ha vuelto imposible de llenar. Esperan, alguna señal, un mensaje que les permita saber para dónde tienen que rumbear. Quizás, la carencia macrista, termine siendo una ventaja que permita, de una buena vez, avanzar en una depuración del fuero federal y en un mani pulite versión criolla. Es que una cosa no quita la otra. La economía es responsabilidad del nuevo gobierno, pero la decisión que los corruptos vayan presos y devuelvan la plata que se robaron no. Eso le compete, o le debe competer, pura y exclusivamente a la justicia.Esta tendrá un largo camino de reconciliación para recorrer y encontrarse con la sociedad. El enésimo episodio de escrache (le tocaron dos seguidos a Zannini) indican que la gente no cree en la justicia. Apelar a la mano propia, al insulto, o la descalificación, a la patota para ajusticiar a alguien, es el mayor indicio de ese vacío que separa a la gente de los encargados de impartir justicia. Ni en el gobierno creen mucho en la repentina celeridad del Juez Casanello, que durmió durante 3 años la causa contra Lázaro Báez. ¿Será una huída hacia adelante para salvar su propio pellejo? ¿Está dispuesto a llegar hasta el final y a hurgar en los más profundo del poder? ¿Está la sociedad argentina preparada o en condiciones de soportar que una ex presidenta vaya presa? ¿O formará todo parte de un show mediático destinado a satisfacer a la gilada que lo mira por televisión?En la Argentina, los niveles de corrupción son estructurales, como en Brasil, o en Venezuela. El sistema está corrompido y al que no se rinde, se le expulsa sin miramientos. La ola de justicia, por ahora le permite al gobierno de Macri, sacarla un poco más barata. Aún es fuerte la demanda que le hizo ganar las elecciones, tanto como los reclamos sobre la economía que empiezan a florecer. Algún día se analizará el impacto social que tuvo el video de La Rosadita y 'gente contando plata' como definió Aníbal Fernández. A veces no alcanza con decirlo, hay que verlo, casi como una cuestión de fe, pero al revés. En ese maremágnum intenta abrirse paso la realidad de todos los días, la que ajusta el bolsillo y va, carcomiendo de a poco, las expectativas. Cada día que pasa el desafío aumenta. El viernes, la variopinta movilización sindical fue una muestra. Habrá que medir cómo reacciona el gobierno y hasta dónde llegan las respuestas. La corrupción y la montaña de plata que no está, todavía parecen actuar como antídoto, para una sociedad que se debate entre dos fronteras. El secreto tal vez, no es ni lo uno ni lo otro. Es posible imaginar un entramado social un poco más justo, donde cada uno tenga lo suyo. No es una utopía, sólo hay que mirarse en el espejo de los países que lo han logrado. Será la parición de la que alguna habló Carrió. Políticos honestos, con instituciones fuertes. Distribución de la riqueza, con políticas activas del estado para evitar las desigualdades. No es mucho lo que se pide. Y tanto ruido avisa que algo se está cocinando.
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