OPINIÓN
Motosierra y licuadora, las armas para negociar con los gobernadores
Todo pasa a velocidad de rayo. Así es el gobierno de Milei, que sigue haciendo de las redes sociales y su estilo particular, una bandera. Si así llegó, ¿para qué cambiar no? Hace apenas un puñado de días que se presentó en el Congreso. Negocia con los gobernadores y busca un pacto.
Los 50 puntos de rating que clavó su presentación en el Congreso fue la muestra más acabada de la expectativa que había. Medido en términos de show televisivo, nada mejor que eso. El contenido claro dio para un largo y profundo análisis, aunque algo resaltó. Brutal, el Presidente le dijo en la cara a los legisladores y gobernadores lo que pensaba. Mal educado, irrespetuoso. Para algunos lo fue, pero no cambió su discurso de la campaña. Fue un Milei puro que dio muestras de flexibilidad. Es probable que el viernes pasado haya asomado por primera vez el Presidente que hace política para conseguir sus objetivos. Sin poder mudar completamente de piel, zamarreó a sus opositores. A los que no comulgan con él ni quieren su modelo. Al pie de su relato demonizó a los que ponen trabas, los colocó en el estante de la casta resistente, aunque igual les tendió la mano. Con sus condiciones por supuesto. “Demuéstrenme que estoy equivocado”, dijo. Kicillof miraba hacia el frente, un diputado sindical optó por darle la espalda durante todo el discurso. Y las cámaras sólo mostraban a los oficialistas aplaudiendo y vivando. Más allá de la hojarasca, la posibilidad de un acuerdo que incluya a casi todos quedó abierta.
El camino oficial es obvio. Ir directamente por el Congreso no dio resultado. Habrá que acordar entonces con los jefes de los legisladores, los gobernadores, un buen programa que abarque la mayor cantidad de temas posibles. Es un arqueo de necesidades mutuas. Las provincias piden plata para alivianar el ajuste y la Nación necesita leyes que le den sustentabilidad a las reformas que quiere encarar. Desde las privatizaciones hasta la reforma laboral. En este tire y afloje se fue la reunión de ayer y las próximas.
Los gobernadores ya saben que tienen que seguir ajustando. De hecho, varios lo están haciendo desde que asumieron. Pero no quieren pagar todo el costo. Quizás estemos ante la oportunidad histórica de debatir cómo se distribuyen los recursos nacionales a partir de lo que aportan las provincias.
En este tren Entre Ríos tiene mucho para decir. Y hay cuestiones grosas como las de la electricidad. O el aporte que en concepto de retenciones se hace a las arcas nacionales. ¿Cuánto de eso vuelve en obras a la provincia? Llevando al extremo el razonamiento presidencial, podríamos decir que el estado nacional nos “roba” la plata. Sólo en concepto de retenciones, nuestra provincia se priva de cientos de millones de dólares que podrían servir para hacer rutas, escuelas y hospitales. Todo ese combo debería formar parte del debate. Habrá que ver cuánto margen de maniobra tiene el gobernador Frigerio y hasta dónde está dispuesto a tirar de la cuerda.
El virus del poder es infalible. Se mete en el cuerpo y no sale nunca más. Sólo así se explica la ceguera de diputados y senadores que aceptaron alegremente el aumento del 30% de sus dietas, con la firma de los titulares de ambas cámaras. No son los números, no son las cifras, es el ejemplo. La Libertad Avanza llegó para combatir la casta, para eliminar privilegios. No puede tener manchas en esa pelea, si es que no quiere formar parte del mismo tren.
Pichetto, de larga trayectoria en la política, pifia con sus argumentos. Si el ajuste seguirá, si la gente tendrá que contar las monedas para llegar a fin de mes, lo que haga la casta importa. Al cabo, nadie les pidió que sean legisladores. Nadie les reprochó como debería no haber trabajado el año pasado por la campaña electoral y la falta de acuerdos parlamentarios.
Para los diputados y senadores el país estuvo en suspenso, pero siguieron cobrando el sueldo. En ningún rubro de la actividad un laburante tiene semejantes privilegios: no trabajar y cobrar igual. Suena increíble que algo tan sencillo no lo entiendan. Pero, volviendo al principio, el poder es un virus que va mutando y se mete por cualquier intersticio. Rápido de reflejos, el Presidente les pidió que dieran marcha atrás. Con una resolución administrativa hubiera alcanzado, pero presentaron un proyecto.
Un gobierno en ciernes que pretende cambiar la historia y andar señalando con el dedo a los que se oponen, no puede darse el lujo de arriar las banderas con las que ganó las elecciones. Otra vez el desierto. Otra vez el horizonte difuso. El relato tiene que ser lo suficientemente consistente para que los crédulos sigan creyendo. Y los incrédulos empiecen a dudar.