LA CLASE POLÍTICA, AISLADA
Muchachos de Cambiemos: serán lo que deban ser o no serán nada

La maldita grieta no es tal en los sótanos del poder donde todos se sirven sin reconocer ideologías. La maldita grieta no alcanza para tapar las ambiciones de perpetuarse en los cargos ni de utilizar todas las infinitas ventajas que da tener el poder. Eso se traduce con un solo nombre: impunidad.
Por Jorge Barroetaveña
La mano levantada de oficialistas y opositores para votar por las re-reelecciones en la Provincia de Buenos Aires es descriptiva de hasta dónde la ‘clase’ política vive aislada de lo que pasa en la calle. Tampoco les da mucha vergüenza admitirlo desde los hechos. En medio de una crisis profunda, eterna y dolorosa, en la agenda legislativa tiene prioridad ver cómo se hace para eludir la ley y asegurarle a un centenar de muchachos la posibilidad de seguir en sus cargos, aprovechando todo lo que se pueda la estructura del estado. Acá la grieta fue bien transversal porque frentistas y cambiemitas se atropellaron para votar una ley, a sabiendas de su falta de consenso y su lejanía de las pretensiones ciudadanas. ¿No entendieron el mensaje de las urnas? No, y casi todos lo fueron demostrando en cada paso que dieron luego del veredicto popular.
En los pasillos de las legislaturas sólo se ha hablado de nuevos impuestos, de cómo hacer para recaudar y ahora de cómo perpetuarse en el poder. Porque el impedimento para las reelecciones va más allá de la letra fría de la ley, que en este caso dejó una puerta abierta para su violación. El espíritu busca la renovación de la política y evitar la utilización del aparato del estado en beneficio de unos pocos. Aquel que lo detenta tiene la chance de usar y abusar y está demostrado que tampoco es garantía de eficiencia. Los mismos que pujan por quedarse son los que han llevado a sus ciudadanos a niveles intolerables de pobreza. El votante termina siendo un virtual rehén de las mismas caras que, como una calesita, se van turnando para ejercer el poder. Las consecuencias más graves de lo que sucedió en La Plata, no serán para el oficialismo sino para la oposición. Hasta allí llegan las raíces de los cuestionamientos a los que se presentan como lo nuevo de la política, que llegó para ‘cambiar’ el statu quo. La imagen y la voz de un ex ministro de Vidal tampoco contribuyen a reforzar la sensación de ‘cambio’, que a esta altura parece más una sátira que otra cosa.
Villegas, el ex Ministro de Trabajo de María Eugenia Vidal, blanqueó en la conversación que se filtró, el aprovechamiento que también hicieron en el gobierno de Macri de los famosos sótanos del poder y sus tentáculos. Tampoco importa que el supuesto protagonista de la historia sea el ‘Pata’ Medina. Es lo de menos: grave es la utilización de los resortes del estado, que sostienen los contribuyentes con su dinero, para objetivos no santos o, para decirlo más llano, ilegales. Nadie puede estar ni actuar por fuera de la ley y los funcionarios públicos tienen una mayor responsabilidad.
“Nosotros tenemos que definir si somos cambiemos o qué somos. Así no podemos seguir”, definió uno de los líderes de la coalición opositora que desde que ganó las elecciones no hace más que pegarse tiros en el pie. Las peleas en el Congreso por el protagonismo, con casi piñas incluídas (voló un vaso nada más), los cruces verbales públicos, el yerro grave de la votación de Bienes Personales, pidiendo la sesión sin tener los votos asegurados, y ahora las frutillitas del postre: el videíto del amigo Villegas y el papelón de los legisladores reeleccionistas borrando con el codo lo que escribieron con la mano.
La oposición corre un riesgo en la transición al 2023: la falta de liderazgo claro. Como suele suceder en política, las buenas noticias siempre vienen con alguna mala noticia que se filtra. Es bueno que Cambiemos tenga tantos candidatos ‘potenciales’ a Presidente pero es malo que no haya un liderazgo claro. Horacio Rodríguez Larreta ganó pero se quedó en la puerta para reclamar ese título. Ahora le florecen los competidores y los que quieren ‘tirarse’, aunque sea por las dudas. Esa bruma en la que quedaron los aspirantes contribuye a la confusión e impide un discurso claro ante la sociedad y dispara conductas, en algunos casos, abiertamente contrarias a lo que se pregona. Cambiemos en realidad arrastra su propia cruz. Cuando el 2015 despuntó tuvo la gran oportunidad de hacer lo que dijeron que iban a hacer y cumplir con el mandato de sus votantes. No lo hicieron, flaquearon y prefirieron ‘pilotear’ la nave, como hicieron tantos antes. Su crisis actual deviene de aquella deuda nunca saldada. Por eso las voces que se levantan y se preguntan por su identidad son certeras.
Serán lo que deban ser o no serán nada. Algo de eso hay en el debate que, por ahora, tiene enredada a buena parte de la oposición. Ser o no ser, esa sería la cuestión. Por ahora no lo han definido y están pagando las consecuencias. Menos mal que las elecciones pasaron.