Nada sustituye a un buen maestro

Las teorías pedagógicas, que suelen exaltar la eficacia de las técnicas de aprendizaje y las innovaciones curriculares, o los nuevos recursos tecnológicos aplicados a la escuela, no sustituyen la influencia de un buen maestro.Ciertas corrientes de pensamiento en el mundo de la pedagogía parecen prescindir de la presencia humana del docente. Resaltan tanto las virtudes de la planificación en la escuela, que el maestro parece una pieza más del engranaje educativo.Es decir, hay todo un discurso dirigido a quitarle centralidad humana al docente, para dársela a la organización escolar, con toda su parafernalia burocrática.Y este giro se justifica sobre la base de hacer más "científica" la transmisión de saberes, como si lo que existía antes, en la vieja escuela, fuese expresión de atraso.Late en esta concepción el prejuicio cientificista de que es preferible la lógica de la máquina o el aparato -representado en la planificación curricular, las nuevas técnicas de aprendizaje y las tecnologías disponibles- al azar humano centrado en un maestro de carne y hueso.La pregunta es: ¿puede algún dispositivo, por sofisticado que sea, sustituir la labor educativa de un maestro? ¿Existe algún artificio, elaborado por los ingenieros sociales, capaz de suplantar la presencia humana del docente?Educación viene de edutio, de sacar una cosa de otra, de convertir una cosa menos buena en otra mejor. Este proceso es inimaginable sin el educador, quien está llamado a tomar a su cargo las fuerzas creadoras que laten en los aprendices.La vida intelectual de éstos puede no desarrollarse de manera plena, de hecho, si a un chico con gran potencial le toca en suerte un mal maestro. Si el docente falla, aunque el entorno sea favorable, la educación fracasa.Una persona que se dedica a la educación no es sólo un técnico y mucho menos un simple funcionario. Por tener bajo su cuidado a niños y adolescentes, con el objeto de mostrarles lo que pueden llegar a ser, se sigue que esta tarea es esencialmente vocacional.Si para cualquier oficio o profesión, para llegar a buen puerto, se pide que haya un fuego sagrado que los inspire, este requisito es todavía más esencial en aquellos cuya misión es formar personas."Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él", dijo el filósofo Immanuel Kant. Algo que cabría completarse diciendo que esa educación es inconcebible sin la figura del buen maestro.La burocracia escolar -con todos sus medios- no puede aspirar a reemplazar la influencia humana necesaria que hace posible el aprendizaje en el aula.El filósofo español Fernando Savater ha dicho al respecto: "A pesar de nuestros intentos por convertir a la docencia en una ciencia, a pesar de inventar materiales de enseñanza a prueba de maestros, y aun a pesar de nuestra intención de crear 'nuevos currículos relevantes', un simple hecho hace que todos estos propósitos naufraguen. Efectivamente, un estudiante aprende cuando siente que su maestro es una persona auténtica, cálida y curiosa"."Cuando el estudiante no lo percibe así, no aprende -añade Savater-. No hay forma de evitar este simple hecho (...) Creemos en los expertos y en sus capacidades, y tendemos a no confiar en ninguna actividad que no implique una técnica compleja. Y, sin embargo, el aumento de la complejidad en torno al acto de enseñar no ha introducido una gran diferencia".La celebración hoy del Día del Maestro es una ocasión para reflexionar, así, sobre su alta misión.
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