¿HACIA DÓNDE VA EL GOBIERNO?
Ni víctimas ni victimarios, no hay inocentes en esta historia
Allá vamos con nuestro experimento que nos sigue desangrando. Hay sólo algo peor que tener un plan equivocado, y es no tener plan. A eso ha llevado la parálisis que habita la gestión de los Fernández desde hace más de un año, como consecuencia directa de la feroz pelea que se libra en lo más alto del poder y mantiene en vilo a todo el país.
Por Jorge Barroetaveña
Ni los modos se guardan porque nadie podría admitir que un funcionario de segundo orden como es Larroque cuestione la autoridad presidencial y reclama la paternidad del gobierno y pocos abran la boda para contestarle. Ni su jefe directo, Axel Kicillof, dijo algo, dando por sentado que está de acuerdo con las críticas. Los dichos de Larroque no son de él claro, son de Cristina. El apenas los vocaliza y, en rigor, ya no sorprenden a nadie. Lo dijo hace mucho tiempo la diputada Vallejo con palabras más burdas y descalificatorias para la autoridad presidencial. El ‘mequetrefe’, el ‘inútil’ y el descriptivo ‘okupa’ todavía repiquetean por los pasillos de la Casa Rosada y el Congreso. No hubo consecuencias para Vallejos, más bien apoyos, silencios cómplices y la devaluación acentuada de la autoridad de presidencial. ¿Cómo se vuelve de eso? No hay retorno si, además, la ‘víctima’ elige cerrar la boca y aceptar mansamente las descalificaciones. Al Presidente lo vienen sopapeando duro y parejo desde la derrota electoral del año pasado. Todas las coaliciones tienen diferencias metodológicas y es natural, más tratándose de la Argentina en donde no es una práctica habitual. Pero restarle legitimidad a la autoridad presidencial es otra cosa. Reclamarle la autoría de la coalición y reprocharle que ni siquiera los votos son de él, es de otra dimensión. No hay gobernabilidad que pueda soportar semejante nivel de cuestionamientos.
El dilema que enfrenta Cristina, y quizás hoy empiece a develarse, es qué hace. ¿Se queda para formar parte de la derrota que intuye se viene el año que viene, o quema las naves para conservar las banderas del relato y la fidelidad de sus votantes que le aseguren la reelección en el Senado? Y la posibilidad de refugiarse en la Provincia de Buenos Aires.
Alberto parece dispuesto a seguir resistiendo. Manzur se encargó de trazar la línea: “el que está de acuerdo se queda, el que no se va”, le dijo en la cara a los ministros en la reunión de gabinete convocada de urgencia para hacerle ver a Cristina que están trabajando. Es más, los hizo levantar a todos a las seis de la mañana.
En privado, Fernández lució impactado por los dichos de Larroque. Todos los días corren un poco más la línea. ¿Estaremos muy lejos para que directamente le pidan la renuncia? ¿Cuál es el límite que están dispuestos a cruzar en los reclamos?
El kirchnerismo a través de La Cámpora maneja las cajas más grandes del estado. De hecho, el 70% de los recursos que tiene a su alcance el gobierno nacional depende de firmas que responden a Cristina. La semana que viene se sabrá, tarifas de por medio, cuál es el límite. Si autorizan o no los incrementos y si el Presidente hace algo si se niegan. O echa al responsable o se somete otra vez al desplante. Su actitud desorienta incluso a los pocos leales que tiene que no explican cómo sigue soportando el acoso. Aunque también es extraña la falta de reflejos de los gobernadores que, a lo único que apelan para salvar su ropa es a convocar elecciones anticipadas, como ya hizo Tucumán y harán otras provincias.
Es un tren que marcha hacia una colisión segura pero no se dan cuenta. O no lo quieren ver. O no les importa a esta altura. El dato de la inflación de abril será otro golpe, pese a la promesa de Guzmán que le dijo a sus pares que ‘lo peor ya pasó’. En la calle la sensación es distinta, tanto como los números que le acercan al Presidente que hablan de un crecimiento exponencial de la macroeconomía.
El terremoto económico deviene del político. Es imposible que alguna política económica funcione desde la negación de los mismos responsables de implementarla. Ayer a la mañana, los senadores kirchneristas lanzaron una moratoria previsional. ¿Guzmán? Ni enterado. Incluso admitieron que ni siquiera lo consultaron.
La situación se ha vuelto insostenible, para unos y otros. El Presidente llegó a pensar que en este estado de cosas podría llegar al 2023. Hoy, se sospecha, no piensa lo mismo. Pero para cambiar el statu quo debe tomar decisiones. ¿Se animará? ¿Tendrá el temple necesario para hacerlo? ¿Estará dispuesto a pagar los costos internos y externos de semejante decisión? Luce tarde, porque el daño ya está hecho.
Resta hacer el control de daños, amplios y variados. Ni Cristina es la justiciera ni Alberto es la víctima. Son todos cómplices y responsables a la vez, plenamente concientes de los compromisos que asumieron. El detalle es que la pelea es arriba del Titanic.