No es el destino
La forma de evadir responsabilidad sobre algunos de nuestros actos es poner como excusa al destino, sin embargo, la mayoría de los hechos son de pura y exclusiva autoría nuestra.Por Abel Lemiña
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Es común responsabilizar al destino como causal de situaciones de enfermedades o de accidentes, como un justificativo, mezcla de deseos inconscientes de poder desligar responsabilidad en un tercero, en este caso el destino, y a la vez como bastón muy eficaz donde por suerte podemos apoyarnos ante lo difícil o irreversible de los hechos.
Muchas de esas enfermedades, accidentes y sus consecuencias, incluso las de corte fatal, son factibles de evitar. Lógicamente no es posible vivir en un mundo perfecto, libre de patologías y de hechos accidentales que dañen la salud, lo que se plantea es tratar de disminuir los porcentajes de ellos, tomando medidas a veces simples, pero que nos resguardan de esos eventos desagradables, esos que le endosamos la culpa al destino.
Como si el devenir de lo hechos de la vida fuese el guión de una película imposible de modificar, donde no se pudiese cambiar la letra, ni improvisar una palabra, sin embargo, no es así, la vida nos da la oportunidad de ser guionistas en gran parte del papel protagónico que nos toca representar. No es con intención de denostar el término destino, ni sacarle su contenido filosófico, al contrario, este comentario intenta darle su justo espacio y sentido, pero no para cargarlo con la pesada mochila de nuestros errores.
Si bien tenemos un rumbo en la vida, marcado genéticamente, moldeado por la influencia de la familia, por el devenir del tiempo y sus circunstancias, uno va siendo en función de las vivencias, en las que aparecen como determinantes nuestros valores, hábitos, conciencia, fuerza de voluntad, interacción con los demás, y otros aditamentos que hacen a cada persona lo que es, más allá de lo que venía programado en los genes.
No podemos echarle la culpa al destino cuando jugamos a la ruleta rusa manejando a 200 kilómetros por hora, pasamos semáforos en rojo o nos adelantamos en una curva, allí el accidente no es casual, ni es producto de la genética, sino de conductas erróneas, riesgosas, que se alejan de las normas legales y de la lógica preventiva.
El destino no es el que destapa la botella y lleva el alcohol a nuestra sangre antes de tomar el volante y salir a manejar. Tampoco es quien día a día nos hace comer grasas en exceso, fumar y tomar alcohol hasta el hartazgo, para así taponar las arterias y llegar a un infarto de miocardio o un terrible accidente cerebro vascular.
No es el destino el que genera sobrepeso y obesidad y nos empuja hacia una diabetes, ni tampoco quien lleva a las personas a mantener relaciones sexuales casuales sin preservativo, ni quien introduce la jeringa en el brazo del adicto. El destino es algo que supuestamente está escrito y no puede cambiar de rumbo, por eso, si analizamos los hechos mencionados es evidente que todas responden a hechos posibles de ser modificados, por lo que a pesar de ciertas predisposiciones recibidas por herencia, todas son evitables.
Es hora de dejar de cargarle las culpas a "Don Destino" y comenzar a ser partícipes de un cambio de conciencia, que nos lleve a disminuir tantas enfermedades, lesiones y muertes injustas. De esta manera, con la toma de conciencia y los cambios hacia una mejor forma de vivir, nos llevarán a que la película de la vida tenga un guión abierto cada día, y además con grandes posibilidades de tener un desarrollo y final feliz.
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