LA INVOLUCIÓN DEL CONOCIMIENTO
No somos más tontos, somos más pobres

Ciertos círculos académicos se han visto conmocionados por lo que se denomina el Efecto Flynn negativo. ¿Qué es eso? Que en apariencia no somos más inteligentes que las generaciones anteriores sino lo contrario.
Luis Castillo*
Uno de los tantos impactos científicos con que nos deslumbró el siglo XX fue lo que se conoció como el Efecto Flynn. En pocas palabras, a partir de la aparición de los test que permitían medir el cociente intelectual, es decir, la inteligencia, fue comparándose diferentes generaciones y observando cómo cada una parecía ser superior a la anterior. Hasta que comenzó el nuevo siglo. Entonces la curva ascendente primero se detuvo y luego…comenzó a declinar. A partir de detectar eso, empezaron a sonar las alarmas del mundo científico relacionado con las actividades cognoscitivas, es decir, con el desarrollo del conocimiento, y la primera conclusión fue simple y contundente: comenzamos a volvernos menos inteligentes. O, si se prefiere su versión dura, más tontos.
Como ya se mencionó en otra columna, la inteligencia de una persona puede manifestarse de diferentes modos ya que existen varios tipos de inteligencia; no obstante, en general suele hacerse referencia a la vinculada con la capacidad de obtención y procesamiento de conocimientos. En otras palabras, la que se relaciona con el pensamiento lógico y analítico, cuyo resultado más visible suele ser el éxito académico y las consecuencias de este. De otro modo no se utilizarían las medallas de oro, las medallas al mérito u otras formas de diferenciar a quienes se destacan en este sentido.
Pocos dudan en afirmar, dado el desenvolvimiento de los niños en relación con la tecnología, que estos, sin dudas, son más inteligentes que lo que éramos nosotros a esa edad ya que manejan un teléfono, una Tablet o un videojuego con una destreza inimaginable para un adulto de hoy; eso es lo que se llamaría en definitiva el efecto Flynn. Nietos más inteligentes que sus abuelos, con respuestas más contundentes, razonamientos inesperados para la edad y otros tantos ejemplos que usted sin dudas estará imaginando mientras lee estos párrafos.
Las explicaciones más a mano para intentar comprender este fenómeno se basaron en un trípode: mayor alfabetización, mejora en la educación y una dieta más adecuada a las necesidades de los niños y adolescentes.
Ahora bien, las nuevas determinaciones y comparaciones es lo que hace que se describa esto del efecto Flynn negativo. Cuando pensábamos que cada vez nos diferenciaríamos más — en forma positiva— de nuestros ancestros…se ve lo opuesto. Las explicaciones posibles van desde la más simple: que continúan utilizándose métodos de medición de inteligencia anticuados para esta época (recordemos que los primeros datan de la década del cuarenta del siglo pasado) hasta algunas teorías que sin basamento alguno no dudan en hacer afirmaciones de tinte marcadamente racista como, por ejemplo, que la inteligencia es una cuestión genética y, por lo tanto, existen “razas” más inteligentes que otras.
Richard Lynn, un peligroso científico defensor de las diferencias raciales en inteligencia, considera que la reversión del efecto Flynn se debe a: "Los anticonceptivos, el feminismo, la riqueza y la inmigración". Del mismo modo, grupos supremacistas blancos y otros componentes de lo que se conoce como pertenecientes al “racismo científico” plantean no solamente cuáles son sus visiones respecto de las diferencias entre las personas según su inteligencia sino que una de sus soluciones más radicales al respecto se basa en la eugenesia. La selección de quienes deben o no nacer. El número de hijos debería determinarse, según ellos, por el nivel de inteligencia de los padres.
Respuestas menos radicalizadas se basan en investigaciones que indican que el exceso de exposición a los juegos electrónicos y las nuevas formas de interacción implican aspectos negativos como la mayor distracción, la exposición constante a nuevos estímulos, etc. que colaboran en el incremento de disturbios cognitivos, tales como la incapacidad de concentrase y la hiperactividad. La resultante es, en definitiva, una disminución o pérdida del pensamiento crítico. Sin embargo, al observar los nuevos mapas de inteligencia, es notable que en donde se puntúa peor es en los países más pobres (sin dudas los países africanos que, en realidad, no es que sean más pobres sino más explotados).
La apuesta es luchar contra la pobreza, el hambre y la exclusión como medida primordial y base de una educación que nos acerque a la lectura y la comprensión de textos. Sin una adecuada alimentación es imposible una apropiada educación que permita interpretar críticamente el mundo para lograr transformarlo. Una educación con igualdad, que garantice el acceso universal para todos y con equidad, que no es otra cosa que educar de acuerdo a las diferencias y necesidades individuales. El desafío es transformar la realidad para los niños y niñas que aun dependen de nosotros y que merecen nuestro esfuerzo puedan crecer sanos, felices y libres para poder continuar esa transformación en un círculo virtuoso y en permanente crecimiento.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”