LA MILITANCIA Y LA NO ASUNCIÓN DE CRESTO
No soy cómplice, sí responsable

En tiempos donde la ciudadanía nos está dando un mensaje contundente a aquellos que participamos en la actividad política partidaria, creo importante empezar un diálogo con todas y todos y, en primer término, reconocer las equivocaciones y pedir disculpas.
Por Pablo David Baffico*
Sin lugar a dudas, en nuestro sistema político hay muchísimos errores y vicios que no deberían ser o suceder. Pero creo que todo ello es de muy difícil abordaje cuando estamos proponiendo, desde los mismos partidos políticos o frentes electorales, engaños burdos y flagrantes a la ciudadanía.
La democracia es un derecho caro y una forma de gobierno que a los argentinos nos ha costado mucho, muchísimo construir. La nuestra es una democracia muy joven aún, y quienes la valoramos, respetamos y queremos cuidarla, no podemos (o ya no podemos) dejar pasar algunas cosas sin mostrar nuestro desacuerdo, llamar la atención sobre ellas, instar a la reflexión a quienes las pergeñan y evidenciarlas ante la ciudadanía. Como militante, es preciso reconocer este problema y comenzar a trabajar para solucionarlo.
Sucede que el Frente de Todos propuso a Enrique Tomás Cresto como primer diputado nacional por Entre Ríos. Cientos de compañeros y compañeras en toda la provincia salimos buscar el acompañamiento de las y los entrerrianos por medio del voto. Lo hicimos con la certeza de que era la mejor alternativa para la provincia: un hombre nacido, crecido y vivido acá, una persona que realmente conoce Entre Ríos desde el barro mismo, un político que nos daba la seguridad de que lucharía por los derechos e intereses de los entrerrianos (simplemente por ser él un entrerriano más).
Realmente creí que Cresto era mejor opción frente a un candidato que vivió gran parte de su vida en otro lugar, un candidato que ha luchado por intereses porteños desde el Banco Ciudad y al que, verdaderamente, cuesta mucho verlo defendiendo los derechos entrerrianos en vez de los de alguna otra provincia o de la Capital.
Ahora entiendo perfectamente que ninguno de los que se presentaron como primer diputado en las listas tenía como objetivo final el Congreso, solo buscaban conocer cómo se encontraban posicionados a nivel imagen, para disputar la gobernación de la provincia de Entre Ríos en 2023. Algo que me subleva, tomaron estas elecciones como un sondeo real y concreto.
Siempre pensé que eso era lo que sucedía solo en la vereda de enfrente, en la otra lista. Sin embargo, el pasado 7 de diciembre quedó en evidencia de este lado, en el nuestro, con la no asunción de Cresto como diputado nacional por la provincia de Entre Ríos. Con ese gesto sellaron el engaño, la mentira que él y la dirigencia del Frente de Todos nos hicieron militar llevando la boleta casa por casa, hablando con las vecinas y los vecinos en busca de su voto, quitándoles tiempo en reuniones tratando de explicar las diferencias entre unos y otros, metiendo a Cresto en cada conversación cotidiana.
Hoy debo (debemos) asumirlo, crudamente, sin rodeos: propusimos una mentira. Si bien no soy cómplice, por desconocer las verdaderas intenciones del candidato, me tengo que hacer cargo de lo siguiente: milité un engaño, yo y todos los que trabajamos para que Enrique Tomás Cresto llegara al Congreso de la Nación. Por eso, ante su declinación a asumir como primer diputado nacional por la minoría, considero necesario pedir disculpas a las y los entrerrianos por haberlo apoyado en su campaña y haberles pedido que eligieran a Cresto como opción.
Sin intenciones de autoflagelarme o rasgarme las vestiduras, debo hacerme cargo de que propuse a la entrerrianía un engaño y pedir disculpas por haber acompañado a Cresto.
Lo sucedido es grave, pero más grave aún es que las argentinas y los argentinos, en general, hemos naturalizado este tipo de situaciones,nos hemos acostumbrado a votar por opciones que luego resultan un fiasco y nos parece lo más normal del mundo. Y todo sigue como si nada.
Solo así se explica que Cresto sea intendente de Concordia y use, impunemente, una licencia para ejercer un cargo en el Ente Nacional de Obras Hídricas y Saneamiento (en eso, cuanto menos, hay una desatención al mandato para el que fue elegido por el pueblo). Solo así se entiende también que, estando al frente del ENOHSA y de licencia en la intendencia, se proponga como candidato a diputado nacional. Solo por nuestra naturalización de estas irregularidades se explica que luego de todo el proceso eleccionario, una vez electo, Cresto decline su banca como diputado nacional y vuelva a la dirección de ENOHSA y a su licencia en la intendencia.
El mayor problema es nuestro acostumbramiento como ciudadanos a estas cosas. A que, por ejemplo, se hable abiertamente de que Rogelio Frigerio quiere candidatearse a gobernador de la provincia de Entre Ríos para el año 2023 y que estas elecciones solo fueron una medición de fuerzas (es decir, tampoco buscaba representar a las y los entrerrianos en el Congreso). O, por ejemplo, a que el actual jefe municipal de Pueblo Belgrano sea considerado una opción para la intendencia futura de Gualeguaychú (todos sabemos que no existe una armoniosa relación entre las dos ciudades y que hay motivos de conflicto entre las partes).
No podemos seguir naturalizando este tipo de cosas. ¿Cuál es el verdadero compromiso de una persona que gobierna una ciudad y busca hacerse cargo de la localidad vecina, donde hay intereses contrapuestos?¿Cómo va a resolver los conflictos que se presenten? ¿Qué postura va a tomar? ¿A quiénes va a traicionar, a sus actuales representados o a los futuros?
Estos pocos ejemplos son suficientes como para hacer un llamado de atención a la dirigencia política en general. No se puede seguir con esto, estamos jaqueando cada vez más el sistema de representatividad al proponer a la ciudadanía opciones que no tienen real interés en representarla.
Habitualmente decimos que, desde ciertos sectores, se predica un discurso antipolítica que lleva a un descreimiento general del sistema político, favoreciendo a los sectores que lo impulsan. Si bien eso es cierto, también es cierto que nosotros tenemos prácticas antipolíticas que permiten que ese discurso tenga un anclaje en la realidad efectiva, en la cotidianidad que ve y vive la ciudadanía.
Es preciso que reconstruyamos las formas en que ejercemos la política, modificando los modos en que desarrollamos nuestras actividades y las maneras en que hacemos valer nuestros derechos, y cumpliendo a conciencia con nuestros roles.
Por eso convoco a las entrerrianas y los entrerrianos a que desnaturalicemos este tipo de prácticas, es preciso que no nos acostumbremos a esto. Rebelémonos, busquemos los medios pacíficos pero efectivos de demostrar nuestro desencanto. Hagámoslo antes de que la crisis sea más grande y esto devenga un caos.
También convoco a las compañeras y los compañeros militantes, quienes confiamos en la política como la mejor herramienta para transformar la realidad y creemos en la democracia como el sistema más adecuado para que el pueblo gobierne su destino. Es hora de que, como militantes que somos, nos hagamos cargo y asumamos el rol protagónico de ser el verdadero nexo entre el electorado y los partidos políticos (base sobre la que se asienta la democracia). Es tiempo de que, en el mayor equilibrio posible, busquemos el bien para todas y todos. Los partidos políticos sin militantes son como capitanes sin tropas, asumamos esa responsabilidad e impulsemos fuertemente los cambios que creamos necesarios.
Sueño con una sociedad en la que la felicidad de uno sea la felicidad del resto y los logros sean compartidos. Por eso he participado, participo y seguiré participando en política, con la esperanza puesta en que cada uno asuma el rol y la responsabilidad que le cabe para hacer realidad esa sociedad. El desafío es grande, tan grande como la satisfacción de sentir en un futuro que logramos cambiar y mejorar en algo la realidad haciendo una sociedad mejor para todos como consecuencia de haber forjado una Democracia fuerte y madura.
*Licenciado en Sociología