Nosotros y “el éxodo”
María Agustina Díaz*Opinión
Las tropas empobrecidas y agotadas bajo el mando de Manuel Belgrano tuvieron que replegarse con todo el pueble detrás de sí ante la negativa de los porteños de mandar refuerzos. Comenzaba a cristalizarse en los hechos las discusiones en torno a la forma de organización económica, política, social e institucional que habría de adoptarse ante el desmembramiento de la antigua organización colonial.
El pueblo jujeño no dejó nada, lo que pudo llevó consigo, lo que no pudo lo destruyó para entorpecer los intereses de los enemigos. El "pobrerío" abandonó la tierra primero. Los sectores "pudientes" tardaron más, dudaron, tenían más que perder y, de hecho, algunos aún confraternizaban con los realistas que buscaban "normalizar" la situación de subversión del orden colonial.
El noroeste argentino fue entonces la vanguardia de las luchas anti-imperialistas. Fue, años después, cuna de caudillos libertarios, como el Chacho y Varela, en las inclaudicables luchas contra el masacrador unitarismo porteño. Éstos, con sus ejércitos de peones e indígenas a punta de lanza, resistían las modernas armas vendidas por los ingleses a aquellos que, deseosos de ser una perla más de la corona inglesa, combatían toda voz que lanzara gritos latinoamericanistas.
El éxodo jujeño, 200 años después, late en nuestra independentista alma federal. Traicionada en sus luchas por aquel "vencedor vencido" de la batalla de Pavón, quien recluido en sus estancias prefirió las riquezas a una patria soberana. Hoy entrerrianos, quizás, nuestro destino sea otro. Ojalá seamos todos como aquellos primeros que marcharon al éxodo.
* Lic. en Ciencia Política
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