EDITORIAL
Occidente globalizado o la cultura planetaria
¿Expresa la globalización el imperialismo de Occidente o es un fenómeno que encuentra resistencia, por ejemplo en Oriente? ¿Seremos todos iguales o persistirán las diferencias?
Más allá de las tensiones de época, con el auge de los populismos étnicos, se viene observando desde hace décadas una poderosa e irresistible tendencia a la unificación del mundo. Esta formidable dinámica coincide con la conjunción de fenómenos económicos (liberalización de mercados en un capitalismo planetario), innovaciones tecnológicas (nuevas tecnologías de la información y de la comunicación), y sobre todo la instalación de un estilo de vida occidental, estrechamente vinculado a la sociedad del consumo. La ampliación de las industrias culturales, que canalizan una creciente cantidad de bienes idénticos hacia un mercado globalizado, genera la sensación de la consolidación de un proceso de “aculturación” a gran escala. En las ciencias sociales con ese término se alude al proceso por el cual los individuos o los grupos toman, a través del contacto directo, las características culturales de otro grupo social y se adaptan a ellas. Es un proceso de una sola dirección, en el cual una cultura absorbe a otra, y en la actual coyuntura histórica eso equivale a afirmar que Occidente impone su estilo al resto del planeta. El punto es que casi no hay país o región en el globo que no haya aceptado productos, costumbres y formas de vida procedentes de Estados Unidos y Europa. Se trata de un proceso de asimilación cultural que se presenta en sociedades no-occidentales (Oriente, Asia y África). La occidentalización ha sido constante y acelerada en los últimos siglos en todo el mundo, vinculada a los procesos de colonialismo y neocolonialismo. A veces se utiliza como sinónimo de occidentalización el término modernización (por ejemplo cuando una sociedad agrícola se transforma en una sociedad industrial). ¿Por qué Occidente domina el mundo? Los europeos se han estado haciendo esa pregunta desde el siglo XVIII, y los africanos y asiáticos desde el siglo XIX, aunque cada uno tiene su particular versión. Sin embargo, esta especie de hipercultura transnacional viene encontrando resistencia en China, con una población de 1.500 millones de personas, a pesar de haber adoptado la modernización occidental. Curiosamente, esto ocurre en un momento en el cual el poder y la riqueza capitalista se trasladan hacia Asia. Al respecto, a mediados del siglo XX la elite china decide poner fin a los pilares que, en su opinión, suponían un retraso para el país, conocidos como Los Cuatro Antiguos: las costumbres antiguas, la cultura antigua, los hábitos antiguos y las ideas antiguas. Desde entonces China comenzó un creciente proceso de occidentalización que se manifiesta, por ejemplo, en la repentina modernización de sus ciudades. Como sea, la periodista María Piñeiro, especialista en la cultura de China, aclara que se trata de una jugada nacionalista. “Oriente -dice- toma lo que le interesa de Occidente y lo adapta; lo retuerce hasta que encaja bien. Y esto ocurre con lo más simple y con lo más complejo. Y con distintos grados de retorcimiento”. Y añade: “China imita a Occidente para mejorar su propio desarrollo, pero es un país con un sentimiento nacionalista muy fuerte que se ve reflejado, por ejemplo, en sus libros de texto, donde siempre se ha enseñado que China es el país más grande e importante del mundo”.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios