Opinión de lector: "De Antígonas y Creontes"

Cuenta una de las tragedias más conocidas de Sófocles (496-406 a.c.), el valiente esfuerzo de Antígona por sepultar el cuerpo de su hermano, Polinices, muerto en guerra contra el tirano Creonte. Quien quedara en el trono luego de que el padre de Antígona, Edipo, se pinchara los ojos y se exiliara como auto castigo por no haber podido ver la realidad. Entonces llega al sitial de Tebas un Creonte desalmado que prohibiría so pena de muerte que Polinices sea enterrado con los honores fúnebres de soldado, debía pudrirse a la vista de los dioses y su cuerpo inerte comida para las aves carroñeras. Polinices era heredero natural al trono, ya que en esa misma batalla había muerto también su otro hermano, Eteocles, pero del bando contrario, y a quien sí sepultaron debidamente. Polinices era opositor a los designios de Creonte, y por ende fue considerado traidor a la patria y debía su nombre quedar desterrado de la memoria de Tebas. Pero al tomar dicha decisión, Creonte, desafió la voluntad de los dioses y, por sobre todo, la voluntad del pueblo, que no veía con buenos ojos que un hijo del virtuoso Edipo se pudriera bajo las estrellas. Creonte continuó en su necia postura dando así muerte a la indómita Antígona por desobedecer y enterrar a su hermano; una de las primeras mujeres de la literatura que se levantara contra el mandato varonil. Entonces lo que para Creonte era un pueblo lejano e incapaz de causarle amenaza alguna, devino en su círculo íntimo, ya que esposa e hijo se lo cobraron, pero no matándolo a él, sino suicidándose uno primero y la otra al enterarse del trágico final de su hijo, quien fuera el enamorado de Antígona. La soledad de Creonte, esposo sin mujer, padre sin hijo y rey sin pueblo, sería el castigo elegido por los dioses.Nos levantamos cada día con la suerte del trabajo (los que todavía lo conservamos), pero con la certeza de no llegar a fin de mes; y ahí, al ladito nomás, la cornisa de la desocupación. Pero cuándo y cómo fue que sucedió tener dichas preguntas como latiguillos inconscientes asaltando constante nuestras vidas. Si bien recuerdo hasta hace no mucho discutíamos cuestiones secundarias, propias de una clase media que asciende, que desea el acenso (económico y solo económico, por supuesto). Tal vez sea esto mismo lo que explica, en parte, el cuándo y cómo de lo sucedido estos últimos dos años y medio. Donde ambos gobiernos han tenido que ver: el que se fue, por no poder encontrar las maneras de profundizar cuestiones vertebrales ni concientizar a la clase media; y el actual, por procurar enterrarla.Pero hay algo que me interesa remarcar de los gobiernos kirchneristas que hoy se ven envueltos en casos de corrupción, pero solo por pseudo-pruebas televisivas; por una justicia tebana al servicio de un Creonte que desea el destierro de todo opositor y opositora.Mucho se ha escrito y hablado de lo que materialmente han dado al pueblo los gobiernos de Néstor y Cristina. Pero hoy quiero hablar de lo que nos han enseñado desde el plano intelectual, lo invisible a los ojos. Me refiero a los exigentes ejercicios mentales a los que nos han invitado, para intentar comprender lo incomprensible. Nos han enseñado, por ejemplo, que la única manera de salir adelante no es como país aislado, sino como región, mucho más competitiva, más fuerte ante el resto de un mundo feroz y represivo. Nos enseñaron que todos los países latinoamericanos compartimos en el fondo un mismo pasado, un factor histórico que noshermana como a nadie más en el mundo los une alguna causa. Entonces reactivaron el Mercosur (en el plano comercial), el Parlasur (en el plano político), el Banco del Sur (en el plano económico-financiero). Nos invitaron a pensar, por ejemplo, en materia de dignidad humana; a reflexionar en la igualdad de género a aquellos que desistíamos de hacerlo. A encontrar en los países vecinos, divididos por insignificancias, aliados cuyos colores de piel, lenguas y culturas, lejos de significar un obstáculo, es nuestro patrimonio a explotar frente a la monotonía cultural de otras regiones. Entre muchas otras cosas.Pero lo más importante es que con esa herramienta que nos habían dado, es decir la capacidad crítica y reflexiva, pronto pondríamos a ellos mismos en tela de juicio. Así como para revelarse de la educación recibida se necesita previamente a la educación, lo mismo sucede en política. Necesitábamos de una educación política oficial para revelarnos de nuestros políticos y sus políticas cuando no las vemos satisfactorias (ejemplo, fomentar una economía monocultivo a base de agroquímicos, o el sistema de país todavía unitario que nos rige). Tal vez no hayan inventado nada nuevo y sea todo demagogia, como muchos acusan, pero es innegable que ellos lo pusieron en discusión. Interesantísimos debates como la jubilación a todos y todas las trabajadoras que por razones diferente nunca pudieron aportar.Me pregunto a qué debates de grandeza reivindicativa nos invita nuestro Creonte comedor de flanes. Excepto el tiro por la culata que les significó el debate por la despenalización del aborto, con qué otra discusión interesante nos han convidado, ¿terminar con la educación pública, gratuita y laica?, ¿la doctrina Chocobar?, ¿ver en pueblos originarios a enemigos internos de máxima peligrosidad?En tiempos donde las Antígonas y los Polínices son excomulgados del ágora político por una televisión golpista y disparadora de odio, para que pensemos que es nefasta y sucia la política. Sigo pudiendo ver en ella la belleza cuando corrige injusticias. Sigo encontrando en esos griegos pinceles viejos a la razón de nuestro lado. Ese arte plagado de giros y tropos puesto al servicio de la humanidad. Cierro los ojos en mis noches y todavía puedo ver ese mar de mujeres reclamando igualdad en las puertas del congreso. Ese coraje de las Antígonas narrando sus propias historias. Escucho cada vez más claro un lenguaje que nos guste o no viene por nosotras y nosotros y tiene su equivalente en la realidad. Es el tónico sonido esdrújulo del vocablo política que se impone triunfal. Nunca podrán hacerme creer que la vara tiene que estar baja, tan baja que únicamente la dignidad despojada de la carne pase bajo ella." (...) si el cadáver de un hijo de mi madre estuviera insepulto y yo lo aguantara, entonces, eso sí me sería doloroso; lo otro, en cambio, no me es doloroso: puede que a ti te parezca que obré como una loca, pero poco más o menos, es a un loco a quien doy cuenta de mi locura" Antígona a Creonte
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