VIOLENCIA DE GÉNERO Y FEMICIDIOS
Panic show y una realidad que duele
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Cada vez que una mujer desaparece se nos estremece el cuerpo. Pasan las horas, a veces los días y más allá de la edad, la condición social o lo que estaba haciendo en ese momento, no podemos evitar pensar que lo peor pueda pasar.
La sensación es que el femicidio está a la vuelta de la esquina y hasta a veces sin saberlo, las mujeres vivimos con ese miedo desde siempre. Cuando caminamos solas de noche buscamos con la mirada alguna señal que nos dé seguridad, cuándo esperamos el colectivo de noche tarde, o cuándo atravesamos violencia de género con alguna pareja. Estamos siempre alerta porque, aunque pase el tiempo, aunque existan leyes y se hable del tema, los femicidios siguen siendo una tragedia social.
Hace días nos encontramos con la desgarradora noticia de que Diana Mendieta, una joven entrerriana de 22 años fue víctima de femicidio en una zona rural de nuestra provincia. Días atrás volvió a ser eje de debate público instalándose la discusión de “buenas víctimas y malas víctimas” y la figura de feminicidio por parte de algunos medios de comunicación por las tres jóvenes torturadas y asesinadas de manera brutal en contexto de extrema vulnerabilidad: Lara, Brenda y Morena.
Lo cierto es que no somos noticias por avance de derechos, por leyes que democratizan los sistemas de cuidado o por estadísticas que muestren el avance en lugares de representación público-privado. Somos noticias porque nos siguen matando.
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Las estadísticas generalizan, pero cada femicidio tiene sus particularidades. Y lo más importante es que estamos hablamos de vidas, cada una con una historia, familias, amistades, proyectos.
No es para nada fácil reescribir una mil y veces sobre esta problemática porque muchísimo hemos dicho y decimos las razones por las que marchamos y nos manifestamos, porque en el medio de discursos tendenciosos que buscan correr los problemas reales del eje en discusión, a las mujeres nos siguen matando y no puede pasar inadvertido.
En momentos de infinita complejidad social es urgente detenernos a pensar desde la responsabilidad y el deber cívico que tenemos como ciudadanos y ciudadanas la magnitud de lo que significa un femicidio cada 36 horas en un país emblema de la lucha cuna del movimiento “Ni Una Menos”.
Porque cada vez que conocemos la historia de un femicidio es una pérdida colectiva, ya que la violencia de género es una problemática social y la responsabilidad es del Estado.
Ahora bien, ¿qué pasa hoy en nuestro país? No tenemos políticas destinadas a abordar este flagelo, no hay recursos ni programas ni acciones concretas desde la cúpula de quienes gobiernan que puedan hacernos sentir cuidadas. Por el contrario, desde el discurso oficial se niega que el femicidio y la violencia de género existen, y abundan los discursos de odio que fácilmente calan en nuestra sociedad construyendo sentido común. Es urgente cambiar esto, es urgente el Estado, es urgente la Emergencia Nacional, es urgente que nos vean.
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Las mujeres somos víctimas de las violencias que muchas veces no se pueden identificar, somos quienes sostenemos las crisis como la que estamos atravesando con la olla popular en el barrio, el merendero que sigue funcionando con poco y con el esfuerzo silencioso de alguna mujer. Los salarios precarizados, el desempleo y la marginalidad, la narcocriminalidad que avanza con sus aliados de traje y banca, el hambre y la deuda que crece para poder llevar algo a la mesa. La desocupación y el nada por venir a futuro.
Mientras tanto, en el mundo paralelo del Gobierno, casi como una parodia del horror, se baila, se canta y se monta un show alejado de la sociedad y sus problemas reales, sin decir una palabra de todo esto, de las vidas que se pierden producto de la violencia estructural que requiere medidas por parte del Estado.
En lo que va del 2025, hubo 178 femicidios en todo el país. Según los datos del Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven, hubo un femicidio cada 36 horas; 287 intentos de femicidio; el 15% de las víctimas había realizado la denuncia; 14 femicidas pertenecían a las fuerzas de seguridad; y 149 niñas y niños quedaron sin sus madres.
No hay tiempo para recitales Milei. Pónganse a trabajar de una vez.