Pecados sociales
No hace mucho un artículo de opinión conmovió el ambiente del periodismo entrerriano. Una especie de manifiesto que desnudaba despiadadamente las miserias de la profesión.Un periodista, Tirso Fiorotto, hizo un grito sublevado. "Valga el sinceramiento en homenaje a Fermín", decía el título en alusión al historiador revisionista entrerriano Fermín Chavez.No se había escrito antes una autocrítica semejante. En una verba quemante, no exenta de cierta furia, allí se desenmascaraba la impostura del sector.Era una crítica brutal. Ejemplo: "Regalón, playo, inconsistente, de opiniones de café: el periodismo está minado y de remate en Entre Ríos".Un periodismo que oscila entre la complacencia con el poder y la ignorancia galopante. "Es una máquina de impedir, tergiversar, licuar, relativizar. Mejor evitarlo", vociferaba la nota.Otra frase incendiaria: "Llamamos periodismo a la difusión. Eso es periodismo en nuestro lenguaje vulgar. Y no difusión de cualquier cosa sino difusión de lo que el poder constituido quiere difundir, con los necesarios intersticios más o menos previstos que permitan maquillar de periodismo lo que es difusión".Esta nota produjo un revulsivo en el medio. Sobre todo en los periodistas, a quienes iba dirigido, y entre los cuales circuló. Nadie la leyó con agrado.Por alguna razón, aunque ningún periodista era nombrado, unos quedaron bajoneados y otros ofuscados. Se diría que hubo un rechazo instintivo inmediato. Era lógico: los pecados del estamento periodístico eran ventilados al público.Los defectos del grupo social eran denunciados sin anestesia. Es que allí había mucha verdad, demasiada. Quienes no toleraron tanta sinceridad, atacaron al autor de la nota. Le dijeron soberbio y resentido.¿Qué había logrado Fiorotto? Pues sacudir la modorra, provocar la incomodidad de un sector autocomplaciente. Sin nombrar a nadie, nos tocó a cada uno.Es que nadie podía quedar indemne de la crítica. En un sentido, todos los periodistas nos sentimos pecadores. El texto, finalmente, fue asimilado. Y hoy se lo relee por su potencial pedagógico.Este diagnóstico angustioso de la profesión -que la confronta con su ideal deontológico- devino en una especie de catálogo de las tentaciones que hay que evitar.El artículo, de última, es una caracterización grupal, una descripción bastante exacta de las prácticas non sanctas del periodismo entrerriano, una denuncia de sus contradicciones ideológicas, una puesta en escena sombría del colectivo social dedicado a informar y opinar.Pero en ningún momento ataca a nadie en particular. No da nombre de los pecadores. Eso sí, condena el pecado social del sector, con una lucidez pocas veces vista.El editorial de este diario, del jueves 17 de septiembre pasado, se inscribe dentro de este género. Allí se critica la conducta doble estándar de la dirigencia política, la disociación entre sus discursos y sus prácticas.También remarca lo alejada que está de la sociedad que dice representar. Su endogamia consuetudinaria, agravada por una tendencia a lucrar en el oficio.De ahí su desprestigio, que no es un invento de los medios.En este contexto, el editorial considera una idea ética de valor, para llenar de coherencia la política predicada, que esa dirigencia consuma los servicios públicos del Estado que ella regentea.La columna no se detiene en la legalidad del dispositivo en sí -el cual disparó la reflexión-, sino en el contenido ético implícito, consistente en generar un vínculo existencial mayor entre el Estado y sus servidores públicos.Esto no debiera ser coercitivo, sino algo espontáneo. No debiera verse como un escándalo el hecho de que el grupo social que controla los resortes del Estado, privilegie el consumo de sus servicios.Una cosa parece clara en la Argentina: la existencia de dos categorías de personas. Las que están condenadas a acudir a servicios públicos degradados, y las que zafan de esa condena.En suma, esta caracterización de la dirigencia y el apoyo al espíritu que anima un proyecto de ley, tiene analogía con el efecto que buscó Fiorotto cuando se detuvo en las miserias del periodismo entrerriano.Un sacudón que pretende despertar algunas conciencias. Las reacciones de los lectores, por cierto, fueron disímiles. En este marco, el secretario de gobierno municipal Guillermo Martínez, respondió al contenido del editorial, el domingo último, por este diario.Estamos halagados por esta respuesta, la cual respetamos. Como respetamos las ideas del senador Osvaldo Chesini. La democracia crece en la diversidad de opiniones, y en la tolerancia de las diferencias.Ojalá que nunca perdamos en la Argentina la libertad de expresar públicamente nuestros disensos.
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