UNA DEUDA PENDIENTE
Pensar Malvinas en clave de mujer: el rol de las veteranas, las madres, las esposas y las hijas de los héroes
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Durante dos días seguidos, el Encuentro de Mujeres de Malvinas echó luz a una parte de la historia que por mucho tiempo permaneció en los márgenes, en las sombras. A través de relatos en primera persona, los asistentes pudieron conocer parte fundamental del entramado que sostuvo antes, durante y después a los excombatientes: las mujeres.
Al igual que los varones, las veteranas y las mujeres callaron por muchos años sus vivencias en el marco de Malvinas. Todas tuvieron un papel importantísimo en el sostenimiento y cuidado de los heridos, de los hijos, esposos y padres que tuvieron la suerte de regresar con vida, e incluso en aquellas familias donde los hombres no volvieron. El cuidado, tantas veces subestimado, y motor del mundo, se hizo carne en los testimonios que se escucharon en la Caja de Jubilaciones Municipal. Como nunca antes, la ternura, la contención, la valentía, la empatía y la resiliencia fueron, durante dos días seguidos, protagonistas. Valores increíblemente necesarios hoy en día.
Silvia Barrera es veterana de Malvinas y una de las enfermeras que asistió en tierra a los excombatientes durante la guerra.
“Nosotras llegamos los días de los peores combates, que fueron el 11, el 12 y el 13 de junio, entonces ya los helicópteros no podían maniobrar con tranquilidad y nos empezaron a traer a los heridos por medio de un barquito. Hubo que hacer en la cubierta del ARA Almirante Irízar un agujero para poder bajar a los heridos a donde estaba la internación. Después, nos traían otro tipo de heridos: a los que había que romperle la ropa, que venían con la herida en carne viva, que hacía quince días que no se bañaban, entonces había que bañarlos para ver a dónde tenía esas heridas y empezar a hacer lo que se llama el triage (es un proceso esencial para clasificar y priorizar la atención de los pacientes en función de la gravedad de sus condiciones, optimizando así el uso de recursos médicos en situaciones críticas). Todo eso lo hacíamos a la intemperie, en el playón donde desembarcaban los helicópteros, así que era muy complicado para nosotras, los camilleros y los médicos, que eran los que tenían la tarea de tomar la decisión de a quién se atendía primero”, relató Silvia.
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La enfermera veterana contó que volvieron a Comodoro Rivadavia el 18 de junio de 1982, cuatro días después de la rendición, porque la evacuación de los heridos se prolongó. Durante esos días, el hospital de Puerto Argentino colapsó.
“Lo más doloroso para nosotras fue traerlos desnutridos. En esos momentos, tuvimos que contener más que atender. Solamente les podíamos pasar un suero y esperar a que pudieran recuperar el peso que necesitaban para empezar a una normalidad. Nosotros recibimos sobre todo heridos de pie de trinchera, manos de trinchera y heridas de esquirlas. Cuando llegamos a Comodoro, como éramos las únicas mujeres, nos llevaron a un hotel. Ahí, nos habían dado la orden de no movernos, no estar en contacto con nadie. Obvio que no hicimos caso, nos fuimos a ver a nuestros heridos, fuimos a llamar por teléfono a sus casas porque nos habían pedido los soldados que avisemos a sus familias”, recordó Barrera.
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Silvia y sus compañeras llegaron al Palomar, Buenos Aires, el 20 de junio a las 23 horas. “Encubiertas por todos los soldados, nos encontramos con nuestras familias que nos estaban esperando. Al día siguiente ya estábamos trabajando en el hospital y nadie nos preguntó dónde habíamos estado, qué habíamos hecho esos 10 días que habíamos desaparecido del quirófano. Y bueno, Buenos Aires es una ciudad muy dinámica, nadie quería hablar de Malvinas y tampoco querían hablar de los veteranos, así que nosotras también nos callamos durante muchos años. Aparte, como mujeres jóvenes nos casamos, tuvimos hijos y los primeros años nos dedicamos a su crianza. Después una vez que ellos estuvieron acomodados, ya más grandes, empezamos a contar nuestra historia. En el 2012, cuando recibimos el reconocimiento del Estado Mayor Conjunto y del Ministerio de Defensa de que éramos las únicas veteranas de guerra, nos conocimos todas y entonces ahí empezamos a salir a dar charlas en conjunto”.
"Al día siguiente ya estábamos trabajando en el hospital y nadie nos preguntó dónde habíamos estado, qué habíamos hecho esos 10 días que habíamos desaparecido del quirófano".
Liliana Colino es veterana y enfermera jubilada de la Fuerza Aérea, durante la guerra de Malvinas asistió a los heridos a bordo del avión Hércules.
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“Entre el 10 y el 28 de abril, Fuerza Aérea mandó un primer grupo de 5 enfermeras a organizar el Hospital Reubicable. Estas 5 volvieron a Buenos Aires el 28 de abril y fuimos un segundo grupo de 5. Durante la guerra, las mujeres no habíamos sido incluidas en las guardias de vuelo. Teníamos la función de atender a los pacientes en Comodoro Rivadavia cuando eran evacuados. Teniendo en cuenta que los pacientes ya habían estado entre uno y dos meses alejados de sus familias, el hecho de hablar con mujeres realmente les facilitaba mucho poder expresar todos sus sentimientos. De repente nos decían que nos parecíamos a algún familiar y nos pedían que llamáramos por teléfono a sus casas o que escribiéramos cartas,”, señaló Liliana.
En un principio, el puente aéreo se realizó normalmente de día, el Hércules iba cada vez que Puerto Argentino solicitaba algo y aterrizaba en la pista. Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, empezaron los bombardeos, y los británicos se obsesionaron con la pista de Puerto Argentino.
“Nos decían que nos parecíamos a algún familiar y nos pedían que llamáramos por teléfono a sus casas o que escribiéramos cartas”.
“Cuando se produce el desembarco inglés, se solicita una evacuación masiva: por los combates cuerpo a cuerpo y por los bombardeos empezó a haber muchos heridos. Entonces fue ahí cuando me dijeron si aceptaba voluntariamente formar parte de las tripulaciones de vuelo. Realicé evacuaciones aeromédicas en el avión Hércules C-130 de Puerto Argentino a Comodoro Rivadavia. En el viaje de ida en los Hércules se llevaba todo lo que solicitaba Puerto Argentino. Los vuelos se empezaron a realizar a partir de la zona de exclusión a ras del mar, con silencio de radio, totalmente a oscuras para evitar los radares. Cuando llegábamos a Puerto Argentino, que también estaba oscuro, el jefe de pista ordenaba encender bochones para orientar al piloto donde estaba la pista, ya que el Hércules no podía aterrizar y tenía que carretear todo el tiempo. Entonces bajaba la rampa, nos tirábamos a la pista e íbamos corriendo atrás del Hércules, soltaban las lingas, largaban los containers y nosotros nos subíamos nuevamente al Hércules. Las ambulancias venían marcha atrás con la puerta abierta a la misma velocidad que iba el avión y así trasladábamos los pacientes”, detalló Liliana al público presente.
Y finalizó: “Las 13 operativas fuimos reconocidas desde un primer momento por nuestra fuerza, mi fuerza aérea me condecoró el 1 de mayo de 1983 en el puesto del Cóndor en el mismo acto que condecoró los varones por el Congreso Nacional. Lo que sí nos faltó es visibilización, éramos muy pocas y no había redes sociales en ese momento”.
Las mujeres en las familias
Luego de que finalizara la Guerra de Malvinas, las madres, esposas, hijas y hermanas cumplieron un papel fundamental en el cuidado y contención de los excombatientes, e incluso, también en aquellos hogares donde los héroes no volvieron.
A menudo, debían calmar y acompañar a los hombres que manifestaban estrés postraumático. Así como también su silencio. Estas mujeres tuvieron un espacio para poder contar sus vivencias y manifestar cómo encontrarse, lo que supuso un gran acompañamiento para ellas.
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Así lo manifestaron las representantes del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Paraná, quienes este año llevaron adelante una iniciativa para proyectar el rol de la mujer en su puesto de esposa y madre.
Por otro lado, emocionada hasta las lágrimas, la sobrina del Sargento Raúl Dimotta junto a su pequeño hijo, expresó frente a los presentes el orgullo que siente por su tío y su madre, Nora Dimotta, quien logró transformar el dolor en lucha y bandera en este proceso de malvinización.
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De hecho, durante la primera jornada del Encuentro, se vivió una auténtica sorpresa que involucró a la familia Dimotta. Un excombatiente se hizo presente en la Caja de Jubilaciones y contó que había sido una de las últimas personas que vio con vida al héroe gualeguaychuense, el Sargento Dimotta. Hermana y sobrina se fundieron en un abrazo estrecho con el veterano.
También fueron parte del evento, médicas del equipo Argentino de Antropología Forense que ayudaron identificar los cuerpos de los caídos, deportistas, escritoras y docentes, que permitieron poner el relevancia el papel que jugaron, juegan y jugarán las mujeres en la Causa Malvinas.